Granujas de medio pelo

TÍTULO ORIGINAL Small Time Crooks

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Woody Allen. Intérpretes: Woody Allen, Tracey Ullman, Hugh Grant, Michael Rapaport, Elaine May, Tony Darrow, Jon Lovitz, Elaine Strich. 94 min. Jóvenes.

Conviven en Woody Allen dos personalidades contradictorias: una divertida y entrañable; y otra obsesiva y atormentada, con tendencia al cinismo. En Granujas de medio pelo -su primer film distribuido por DreamWorks-, Allen muestra su cara más amable. Quizá por eso está siendo una de sus películas más taquilleras.

El guión es un cóctel de subgéneros de la comedia clásica. Comienza como Rufufú, de Mario Monicelli, pero con guiños al humor burlesco, a Buster Keaton y a los hermanos Marx. Desde estas coordenadas se relatan las peripecias en Nueva York de Ray, un pobre ex presidiario casado con Frenchy, una maruja de armas tomar. Con otros tres compinches -a cual más inepto-, Ray alquila un local para cavar desde él un túnel y desvalijar un banco cercano. Como tapadera, Frenchy vende galletas en el local. El butrón resulta un desastre, pero las galletas tienen tal éxito que un año después el grupo dirige un imperio alimentario.

En este punto, la película da un giro, y sigue las pautas de comedias sofisticadas como Nacida ayer, de George Cukor. Pues Frenchy se obsesiona con pulir sus mugrientos modales. Para lo cual contrata a un elegante marchante de arte inglés, que intenta aprovecharse. La situación pondrá en peligro el matrimonio entre Frenchy y Ray.

Además de ser poco original, la película padece una grave fractura entre la agilísima y fresca primera parte, y la segunda, más irregular, incluso en su acabado formal. Esta fractura afecta a los personajes, que no alcanzan la entidad de los que pueblan, por ejemplo, Toma el dinero y corre, o Misterioso asesinato en Manhattan. Sin embargo, las interpretaciones son buenas; y, a través de ellas y de unos diálogos brillantes, Allen articula una incisiva crítica de la pedante elite neoyorquina, un lúcido alegato antimaterialista y un sugestivo elogio de la fidelidad conyugal, muy sorprendente en él.

Jerónimo José Martín

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