El odio

TÍTULO ORIGINAL La haine

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Mathieu Kassovitz. Intérpretes: Vincent Cassel, Hubert Kounde, Said Taghmaoui. 110 min.

Ciertamente suena esta película a grande: su concepción, su estructura, su lenguaje; los enfoques y encuadres: primeros planos, con plano medio y grandes panorámicas en un juego eficaz y, aunque a veces artificioso, nunca gratuito; el ritmo y ambiente tienen el aliento de la obra bien hecha, segura, con vigoroso estilo, de firme escritura. Podría tratarse de un nuevo y personal director.

El blanco y negro resulta muy adecuado al tema, añade fuerza a su ya fuerte lenguaje. Un barrio extremo de París o ciudad periférica. Una redada policial deja herido de gravedad a un adolescente (se parte de un hecho real): toda la película está pendiente de si ese muchacho se salvará o no. Tres jóvenes amigos sin trabajo, que no buscan -un judío, un negro y un árabe-, subsisten a costa de sus familias; roban, venden droga, agresivos, sin respeto a nadie, ignorantes, sin moral, expresamente manifestada su falta de fe religiosa, viven el ya clásico descenso a los infiernos -un reloj omnipresente marca las horas desde la mañana a la madrugada final-, como Max Estrella en Luces de Bohemia; pero sin ideas, sin cerebro, a lo animal acosado o rabioso. Tan es así que no resulta adecuado calificar este descenso motivado por El odio, pues no hay conocimiento; mas bien debería llamarse La bêtise (La necedad o La barbaridad), que es lo que dicen y hacen ellos: burradas.

Tampoco hay conocimiento en Kassovitz de estas realidades sociales injustas, que cooperan a la degeneración humana, que inducen a la indignidad, a que una juventud se pierda en su mismo nacer. Kassovitz conoce la superficie, de ahí que la película peligra de caer, en su inestable equilibrio, en lo exterior: robos, persecuciones, destrozos, tiros y muertes… Si su pretensión ha sido hacer «comprender a la gente lo que ocurre», se queda, casi, en espectáculo (así lo ha visto su actor principal Vincent Cassel). Y, por tanto, no es extraño ni injusto que, como dice el propio director, «los medios hayan convertido el film en el rollo de moda, con lo cual la película ha perdido toda su fuerza». ¿Tenía esa fuerza? «El público acude a verla como si fuera a ver un producto de Hollywood».

Pedro Antonio Urbina

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