El niño con el pijama de rayas

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes

CLASIFICACIÓNViolencia

ESTRENO26/09/2008

Bruno es un niño de ocho años, feliz e inocente. Sabe que su país está en guerra, y juega a la guerra con sus amigos; como todo el mundo, cree que los suyos son “los buenos”. Vive en Berlín con sus padres y su hermana Gretel, de doce años. Su padre es militar, y cuando comienza la película, acaba de ser ascendido y debe incorporarse a su nuevo destino, donde lleva a su familia.

Naturalmente, a Bruno no le gusta dejar su ciudad y sus amigos. Su nuevo hogar está aislado y no hay nada que hacer ni nadie con quien jugar. Pero por la ventana de su habitación ve que, no demasiado lejos, hay una granja y en ella niños con los que podría jugar. Pero no le dejan acercarse a aquella extraña granja, donde todos llevan pijama. Sin embargo, Bruno es un chico inquieto, le gustan las aventuras, y encuentra el modo de acercarse, en secreto, a ese campo; y allí conoce a Shmuel, un niño de su edad. En seguida se hacen amigos, hasta el punto de que Bruno, a quien no le gustaba su nueva casa, cuando se presenta la oportunidad, no quiere irse. Y eso tendrá insospechadas consecuencias.

La novela de John Boyne El niño con el pijama de rayas (ver Aceprensa 29/07) ha sido un fenómeno literario, y llega a la pantalla grande de la mano del guionista y director Mark Herman (Little Voice, Tocando al viento), que destaca por su sensibilidad y cuidado de los detalles. El propio Boyne ha colaborado en el guión. La película, tal vez más que la novela, muestra la inocencia de los niños, su maravillosa confianza en los adultos, y cómo pueden perderla.

El descubrimiento del horror es gradual: hay muchos mensajes que se lanzan a Bruno, y que espectador interpreta de manera diferente a la del niño. Hay una escena conmovedora en la que Bruno, intentando entender su mundo y sus descubrimientos, pregunta a su hermana: ¿papá es bueno? Esta escena tiene un paralelo en la alegría que siente cuando cree haber encontrado las pruebas de la bondad paterna.

Película fuerte que no ha necesitado el despliegue de medios de Polanski para transmitir el mismo mensaje, fuerte y humano, sin concesiones y sin maniqueísmos, de El pianista. El reparto hace un sensacional trabajo al compás de la excelente música del maestro James Horner (Titanic).

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