El mariachi

Director: Robert Rodríguez. Intérpretes: Carlos Gallardo, Consuelo Gómez, Jaime de Hoyos.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

El mariachi cae simpática por la historia de su gestación. Robert Rodríguez la filmó con 7.000 dólares, cifra ridícula si se considera el coste de cualquier film. Al acabar sus estudios de cine, este tejano de 24 años reunió el dinero que pudo y a un grupo de amigos que no cobraría por su trabajo, hizo el recuento del material que tenía -una moto, dos bares, un rancho…-, escribió un guión en función de todo ello, y se lanzó a la aventura. El sueño americano se hizo realidad: a la Columbia le gustó tanto la película que llegó a un acuerdo para distribuirla en su idioma original, el español. Además, ha contratado a Rodríguez por dos años.

La historia es sencilla: a un pueblo mejicano llega un mariachi con su guitarra en busca de trabajo. Mientras, un peligroso asesino escapa de la cárcel y se dirige al mismo lugar con un arma, que esconde en una funda de guitarra. El mariachi es confundido con el delincuente, y se verá inmerso en una persecución llena de violencia.

El relato narrado es casi lo de menos. Posee una violencia exagerada, y por ello no demasiado molesta. Algunos golpes de humor rebajan la tensión y disminuyen la tremenda sensación de aceleración que preside toda la película. Rodríguez crea un héroe moderno, un perdedor nato, como delata su narración en off, a pesar de su ilusión como mariachi y del amor que comienza a sentir por Dominó, la dueña de un bar. Nada sale como él quisiera.

Sorprenden los resultados alcanzados con tan pocos medios. La cámara se mueve con agilidad, quizá hasta de un modo excesivo, pero que casa bien con la historia de violencia sin sentido. Hay planos originales, secuencias bien pensadas, un buen uso de la música. Y unos actores no profesionales, que están, cuando menos, correctos. Los fallos técnicos o algunas escenas un poco absurdas, como la del sueño del mariachi, se perdonan en este ejercicio aplicado de un joven del que quizá se oiga hablar en el futuro.

José María Aresté

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