Sucesor designado

TÍTULO ORIGINAL Designated Survivor

PRODUCCIÓN Estados Unidos - 2016

CREADORES

PRODUCTORAS,

GÉNEROS

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNSexo

ESTRENO21/09/2016

PLATAFORMAS

Aunque Netflix no publica sus cifras de audiencia, es obvio que la plataforma digital tenía depositadas bastantes esperanzas en la serie norteamericana Sucesor designado (Designated Survivor). Cuando ABC, tras producir dos temporadas en 2016 y 2017 –emitidas por Netflix para el público internacional–, decidió no seguir, Netflix se hizo con los derechos y encargó una tercera temporada, que se ha estrenado este año.

Con la misma estrategia, Netflix ha logrado reflotar series que habían tenido cifras mediocres de audiencia. Sin embargo, en este caso parece que no es así, pues recientemente se hizo público que la cuarta temporada de Sucesor designado, inicialmente prevista, quedaba cancelada. Al margen de los resultados de audiencia, resulta interesante comparar las dos primeras temporadas con la tercera y analizar qué contenidos ha añadido Netflix a una serie con una trama y unos personajes ya establecidos.

El título original de la serie, que podría traducirse por “Superviviente designado” o “Superviviente en caso de emergencia”, se refiere a una medida de precaución en Estados Unidos: cuando el gobierno participa en una asamblea del Congreso, es designado un ministro para ser trasladado a un lugar secreto y seguro. La serie comenzaba con un auténtico golpe de efecto: el ministro de Vivienda Tom Kirkman –interpretado por Kiefer Sutherland, asimismo productor ejecutivo– está siguiendo el discurso del presidente cuando de repente se corta la trasmisión. Desde una ventana puede ver cómo, en el lugar que ocupaba el Capitolio, hay una bola de fuego. Rápidamente es trasladado a la Casa Blanca, donde jura el cargo de presidente como único miembro del gobierno que ha sobrevivido al ataque terrorista.

Política y acción

Los 21 capítulos de esta primera temporada, de unos 40 minutos, se concentran en tres tramas paralelas, que entretejen aspectos políticos, de relaciones personales y una buena dosis de acción, editadas con continuos saltos de una a otra trama. Y lo hace con notable resultado.

La tercera temporada introduce nuevos personajes, cuyo cometido consiste en normalizar y servir de altavoz a determinados enfoques en cuestiones morales

La segunda temporada, de 22 capítulos, registra un sensible cambio en la dramaturgia, pues –a diferencia de la primera– carece de un arco argumental que la unifique, por lo que resulta episódica. Además, el subtexto cobra un cariz más político-ideológico. Tom Kirkman aparece ahora como lo contrario del actual presidente Donald Trump: su modo de actuar es tímido, a veces incluso dubitativo; apuesta por el diálogo, por la libertad de prensa y de opinión, así como por la preferencia por las personas.

Frente a esta postura, cada vez es más patente que los enemigos de la democracia se encuentran entre los que siguen el eslogan “make America great again”. Bajo Kirkman, la Casa Blanca se transforma en una sociedad multicultural: ya no son solo el jefe del gabinete, de origen mexicano, y el portavoz, hijo de emigrantes paquistaníes, los únicos que no son wasp; parece existir un gran interés por que en el personal de la Casa Blanca estén representadas todas las etnias.

Giro ideológico

Pero la tercera temporada –de la que, recordemos, es responsable Netflix– añade una nueva vuelta de tuerca en cuanto a la introducción de contenidos de claro rasgo ideológico, que se van insertando en la trama general y en la campaña electoral del presidente Kirkman. Ya en el segundo de los diez capítulos se aboga por una educación sexual bastante simplista en las escuelas, para poner coto a los matrimonios de menores en Estados Unidos, extendidos, según la afirmación de uno de los personajes “en regiones pobres y rurales, y entre conservadores religiosos: cristianos, judíos ortodoxos, musulmanes y mormones”.

La primera temporada se centra en tres tramas paralelas, que entretejen aspectos políticos, de relaciones personales y una buena dosis de acción

También surgen otras cuestiones en consonancia con un cierto ideario “progresista”, tal como la concepción con esperma de donante –en el caso de la hija del portavoz de la Casa Blanca– y el suicidio asistido: la madre de una de las asesoras del presidente se traslada de Florida a Washington porque en el DC está permitida esa práctica.

Entre los nuevos personajes de la tercera temporada se encuentran un joven experto en redes sociales y un nuevo guardaespaldas del presidente, que inician una relación homosexual. También es nueva una figura de particular relieve, cuñada del presidente: la transexual Sasha. El guion prevé no solo un gran cariño de la hija del presidente por su tía, sino que da a Sasha una especial relevancia en la trama misma: su aparición en la campaña electoral al lado del presidente podría suponer pérdidas entre los potenciales electores “conservadores”; pero también le daría votos en la comunidad LGTB y entre otras minorías.

Resulta sorprendente el cúmulo de contenidos relacionados con una cierta agenda políticamente correcta, a lo largo de los tan solo diez capítulos de la tercera temporada, mientras que en los 43 de las dos primeras no estaba ninguno de ellos presente –si se prescinde de la “multietnicidad” en la segunda, que se encuentra en otro plano–. Para ello, los responsables de la tercera temporada no tienen inconveniente en introducir un elevado número de nuevos personajes, cuyo cometido radica precisamente, en gran parte, en normalizar y servir de altavoz a determinados enfoques en cuestiones morales.

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