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T.S. Spivet es un niño prodigio de 12 años que vive con su singular familia en un rancho de Montana. Su padre es un silencioso cowboy, su madre es una sofisticada entomóloga, y ninguno de ellos le hace caso. Además, T.S. sufre las burlas de su hermana adolescente, y está traumatizado por la muerte de su hermano mellizo. Un día, el chaval inventa una máquina de movimiento perpetuo, con la que gana un prestigioso premio de la Fundación Smithsonian. Y, para recogerlo, se va de casa sin decir nada a nadie, y atraviesa Estados Unidos, hasta Washington, viviendo todo tipo de aventuras.

Tras años en baja forma, el francés Jean-Pierre Jeunet (Amelie, Largo domingo de noviazgo) vuelve a desplegar su imaginativo estilo visual en esta fresca y entretenida adaptación de Las obras escogidas de T.S. Spivet, ilustradísimo libro juvenil del estadounidense Reif Larsen. Se trata de una tierna fábula moral de iniciación, con estructura de road-movie, narrada en tres actos –El Oeste, El viaje y El Este– y con elementos de los cuentos tradicionales, pero matizados por la mejor tradición narrativa estadounidense, de Mark Twain a la Generación Perdida. Este enfoque depara personajes y conflictos sugerentes, a veces cómicos, a veces dramáticos, y siempre encarnados con vigor, especialmente por el niño Kyle Catlett, todo un descubrimiento.

También se contagian de esa riqueza cultural la fotografía de Thomas Hardmeier –Premio César 2013–, la partitura de Denis Sanacore y la puesta en escena de Jeunet, cuya estética retro se compensa con eficaces recursos modernos e impactantes efectos 3D. Se completa así una estupenda película casi familiar, en la línea de La invención de Hugo, de Martin Scorsese, quizás un poco acumulativa y excéntrica, pero a la que solo falta una cierta apertura a la trascendencia, que sí está presente en la novela original. Esa trascendencia habría fortalecido todavía más su capacidad emotiva y poética, y habría enriquecido su elogio de la familia, la ciencia y la educación, y sus críticas a la cultura de las apariencias y al economicismo sin alma.

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