Días de vinilo cuenta la historia de cuatro amigos de toda la vida que siguen escuchando discos de microsurco, tienen divertidas neuras y padecen serios problemas de pareja que se disparan cuando se acerca la boda de uno de ellos.
El cine argentino no para de sorprender por la calidad y variedad de las películas que produce. Días de vinilo no parece una ópera prima, si bien Gabriel Nesci tenía experiencia en televisión. La película es un simpático homenaje a la comedia clásica y a la música de los sesenta y setenta en clave nostálgica, con mucho humor, y sobre todo con mucha humanidad.
La música es tema y protagonista de esta historia. Desde los primeros fotogramas suenan grandes temas clásicos de cantantes británicos: David Bowie, Elton John, los Smiths… La música es parte de la vida de los personajes, es clave para entenderlos y es también una metáfora, pues todas las canciones que se oyen son de aquellos dorados y nostálgicos años donde se anclaron los cuatro amigos. Que cuando uno de ellos se va a casar, no reproducen Resacón en Las Vegas, ni Diner, ni nada parecido: son mucho más próximos a nosotros, más simpáticos, más humanos. Nesci, director y guionista, nos sorprende una y otra vez con el gag oportuno, con un timing perfecto, con la salida elegante a una situación que podría salir mal. Una obra amable, divertida, que atrapa desde el primer momento y deja una gran sonrisa.
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