Un grupo de periodistas cubre una guerra civil en Estados Unidos. Viajarán de Nueva York a Washington con el deseo de informar haciendo algo que ningún medio ha conseguido desde que la guerra comenzó.
Alex Garland (Ex Machina) dirige su cuarta película tras una larga trayectoria como guionista, respaldado nuevamente por la productora y distribuidora A24 (Vidas pasadas, Todo a la vez en todas partes). Cuenta en este filme una guerra civil en Estados Unidos. Hacer algo así siempre es arriesgado, porque el espectador que acuda a la sala estará más o menos de acuerdo con la historia y el modo de contarla. No se trata de una película histórica, tampoco de un relato distópico convencional, aunque tiene algo de ambos géneros. Es un relato con mucha personalidad, que no deja indiferente y mueve a plantearse muchas cuestiones.
La guerra enfrenta al este y al oeste de Estados Unidos. Han pasado bastantes meses desde que comenzaron los combates. El presidente ejerce un tercer mandato, contraviniendo la 22ª Enmienda de la Constitución, en vigor desde 1951, que prohíbe esa posibilidad.
Una guerra en un país enorme, con zonas muy despobladas y otras superpobladas, donde la población –en un porcentaje muy alto– tiene armas cortas y largas en sus casas. Una guerra en la que (no lo sabemos con certeza, pero lo intuimos) el ejército norteamericano puede estar dividido, y lo que podríamos llamar milicias (rebeldes y leales al Gobierno) actúan con más mentalidad local que estatal o nacional, aunque se forman inesperadas alianzas.
El relato, voluntariamente abstracto para evitar tomar partido, me parece magistral. Y lo es, porque la historia es apasionante, los personajes tienen mucha fuerza, las interpretaciones –especialmente la de una excelente Kirsten Dunst, que encarna a una veterana fotógrafa de la agencia Magnum– son poderosas; la fotografía y el diseño de producción ayudan a meterse en una road movie en la que hay zonas del país en las que algunos pretenden seguir viviendo como si la guerra no fuera con ellos.
Comprenderán que hacer esto de manera verosímil y dramáticamente solvente es muy difícil. Y Garland lo consigue, sin cinismo ni énfasis didáctico. Su película es dura, claro. Pero no es una “película de guerra”: se evita con inteligencia cualquier parecido con películas comerciales de temática similar, incluso en las secuencias de combates. Al viaje físico acompaña el viaje interior de los periodistas de distintas generaciones, especialmente de Lee Smith, prestigiosa y veterana fotógrafa.
Es una de las mejores películas sobre la cobertura mediática de una guerra que he visto. Civil War ha recaudado 25 millones en su estreno en Estados Unidos el pasado fin de semana. Costó 50 millones.