Celebrity

Director y guionista: Woody Allen. Intérpretes: Hank Azaria, Kenneth Branagh, Judy Davis, Leonardo DiCaprio, Melanie Griffith, Winona Ryder. 113 min. Adultos.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Una más de Woody Allen. Cabría decir -como algunos dicen- que cada anual película de Woody Allen es una genialidad; y también que ahora ya todas son iguales. No es su idea del hombre y del mundo tan riquísimamente poliédrica que con girarla haces de luz y colores deslumbren y dejen pasmado al espectador. Más bien es cortita y reiterativa su idea.

El personaje principal, Lee Simon, autobiográfico, es interpretado por Kenneth Branagh, que no da el tono neurótico, obsesivo, quebradizo, cínico y egoísta que Woody Allen da de sí mismo; es un escritor mediocre, obseso sexual y con todas esas taras, sí, pero que Branagh construye con más realismo, es menos payaso y, con eso, tiene poca gracia el despliegue de sus taras; más bien ninguna. Judy Davis interpreta a Robin, la última esposa engañada de Lee Simon, como hizo en Desmontado a Harry. Y esta vez tampoco tiene mucha gracia, tal vez porque Robin se casa de nuevo con Tony Gardella (Joe Mantegna), muy serio y realista, buena persona, y parecen una pareja feliz y bien asentada.

Como su título sugiere, la película lanza sus ironías contra el afán de celebridad. Parece, según Allen, que en Estados Unidos casi todo el mundo valora extremadamente eso de ser famoso, importante… aunque se sea «el que más» en una estupidez. Se hilvanan escenas rápidas, nerviosas, en distintos escenarios, con diálogos llenos de agudezas, con actores, deportistas o modelos famosos, con una banda sonora de excelentes canciones… célebres, escenas en las que alguien goza o abusa de su frívola celebridad.

A través de estos cuadros de diversísima fauna humana, ofensivamente célebre, pasa el fracaso viviente que es Lee Simon; necesitado de ayuda, de éxito; por todas partes lo suplica… y acaba cada vez más solo, más necesitado de ayuda, tanto, que ni sabe pedir lo que más necesita. Tampoco el director/guionista se lo dice: si lo sabe, no lo dice; hace siempre como que no sabe. De ahí que tan largo fingimiento le lleve a hacer unas obras cada vez más al modo de Woody Allen, más huecas, más miméticas de sí mismas, más manieristas. En magnífico blanco y negro, nunca se echa de menos el color.

Pedro Antonio Urbina

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