Relato seco, sobrio y desapasionado que muestra las terribles heridas que deja la ’Ndrangheta calabresa, un cáncer para la vida de un país donde el crimen organizado sigue sin ser derrotado en zonas muy extensas.
En un minúsculo pueblo calabrés, Luciano, pequeño ganadero, intenta mantenerse al margen de la vida criminal de sus dos hermanos, traficantes de drogas residentes en Milán. Cuando Leo, el hijo mayor de Luciano, se sienta atraído por la vida de sus tíos, Luciano se enfrentará a un problema que había podido esquivar hasta el momento.
De los clanes napolitanos de Gomorra a los calabreses, la película es igualmente tremenda. No necesita especiales maniobras, ni secuencias de violencia a cámara lenta: la historia es tan demencial, tan brutalmente cotidiana, que estremece.
Los actores (profesionales y aficionados) están muy bien, y la realización se adapta al tono que necesita el relato. Quizás sobran algunos minutos y hay un cierto desequilibrio en el relato, a causa de la pluralidad de protagonistas con el mismo peso.
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