El 13 de julio de 1985 se celebró en el estadio de Wembley el concierto Live Aid, para combatir el hambre en África. Fue un evento musical único en el que participaron 74.000 espectadores que se unieron a una audiencia televisiva millonaria y a otro evento simultáneo en Filadelfia. Fue un concierto estelar en el que participaron solo los más grandes: U2, Phill Collins, Status Quo… y en el que –sobre todos ellos– lució una banda, Queen. y un cantante: Freddie Mercury.

Bohemian Rhapsody –que es, por cierto, la primera canción que el grupo tocó en Wembley– empieza y arranca con este concierto. Entre los primeros acordes del principio y la casi reproducción del concierto del final se cuenta la historia de la banda y de su líder. La película, esperada con pasión por los muchos admiradores de Queen, ha sido recibida con cierta decepción. Una decepción que no deja de ser normal cuando el público, más que espectador, es fan, pero que quizás no hace justicia a una cinta entretenida y solvente.

Es cierto que Bohemian Rhapsody tiene un guion muy plano que apenas desarrolla ni los conflictos ni los personajes. Ni siquiera al protagonista. Rami Malek –apoyado en un sorprendente parecido físico– construye un Freddie Mercury convincente, creíble y atractivo, pero sorprendentemente esquemático. En la película aparecen los principales hitos de su vida pero se pasa por ellos de puntillas, como quien pisa un campo minado, sin querer que estalle ninguna de las bombas que el explosivo cantante llevaba dentro.

Sin embargo, este esquematismo, ese no querer centrarse en los demonios interiores y exteriores del artista favorece que la película ponga el foco en el desarrollo musical de la banda. Quizás la decepción del espectador que espera una película de Mercury… es que se encuentra con una película de Queen. Pero esto no tiene por qué ser malo; es más, personalmente me parece hasta bueno. Tiempo habrá para seguir buceando en la personalidad del líder. De momento, la cinta ofrece un boceto a vuelapluma de la historia de la banda y música, mucha música. Un infinito amor a la música. En ese sentido, aunque no estemos ante una película redonda, solo por el disfrute de poder escuchar a Queen en pantalla grande merece la pena. Que la cinta en muchos momentos más que cine es un concierto, totalmente de acuerdo. Pero, reconozcámoslo: ¡qué concierto!

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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