Reality Bites (Bocados de realidad)

Reality Bites (Bocados de realidad)

TÍTULO ORIGINAL Reality bites

PRODUCCIÓN EE.UU. - 1994

DURACIÓN 99 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNSexo

ESTRENO11/11/1994

Podría tomarse como un producto light dirigido a las taquillas. Pero se ha conseguido una peculiar película que permite dos lecturas: la digestiva y con burbujas, y otra que compromete y preocupa. Porque es un cierto retrato social de los jóvenes graduados de los 90, que lleva a pensar en males morales, de tipo familiar, individual, que implican a una sociedad entera. Son sólo bocados, o bocaditos, de realidad, pues, como dijo Eliot, «la raza humana no admite demasiada realidad». Sea lo que sea, esta discreta e inteligente llamada de atención es obra de Helen Childress, la guionista.

Lelaina es la única del grupo de cuatro amigos que, después de graduarse, ha conseguido un trabajo decente en televisión. Vickie trabaja en unos grandes almacenes. Troy, con aspiraciones de músico, pierde su ridículo empleo. Sammy recibe dinero de su madre. Lelaina está haciendo un vídeo sobre la vida de cada uno de los cuatro, y entra en relación profesional y afectiva con Michael –que interpreta Ben Stiller, el director–, un ejecutivo del vídeo, que repite, en joven, las metas materialistas de la generación de los padres. Troy y Lelaina al fin se declaran su amor tanto tiempo mal disimulado. Parece lo que algunos llaman un final convencional: pero, tras unas páginas de títulos de crédito, la película continúa y acaba con una breve escena que da un sesgo a todo.

No es un manifiesto generacional: la de los 90 no tiene manifiesto. Ni solo una comedia costumbrista, pues son muy desgarradoras las costumbres que han llevado a estos desorientados 90: la exacerbación del egoísmo, que minimiza el divorcio, la nobleza del sexo, destruye la familia y apaga el natural amor de los padres por los hijos, y provoca en ellos una amargada huida. Es un mundo en el que se anula el compromiso responsable, porque da miedo ser libre.

El director se estrena en este trabajo sencillo; y su resultado es sólo correcto, elevado gracias a las interpretaciones de Winona Ryder y Ethan Hawke, y a la atractiva presencia de los demás actores. Pero es sobre todo su carácter testimonial lo que da interés a esta película; no la anécdota de amor y amistad en primer plano –algo deslavazada–, sino los hilos de atrás que, como a marionetas, sostienen y llevan a estas criaturas, que quizá no sepan siquiera para qué tienen alma.

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