Betty Anne y Kenny Waters son dos hermanos. Las dificultades que han sufrido en la infancia les unieron entrañablemente a pesar de que sus caracteres son muy diferentes. Cuando Kenny es condenado a cadena perpetua por un asesinato, Betty Anne, convencida de su inocencia, decidirá sacarle de la cárcel por todos los medios. Entre otras cosas, estudiará la carrera de Derecho en un tiempo récord para defender a su hermano.
Goldwyn dirige un thriller jurídico basado en un durísimo caso real que conmocionó a Estados Unidos en 2001. La cinta entronca directamente con títulos como Erin Brockovich o incluso En el nombre del padre, grandes películas que arrancan de historias con la suficiente fuerza como para llenar dos horas de cine.
En el caso de Betty Anne Waters, la historia tiene fuerza y el carácter de la protagonista se merece, desde luego, una película; sin embargo, la rudimentaria realización deja a la cinta muchos pasos por detrás de las citadas anteriormente. Goldwyn rueda su película como si se tratara de una TV movie, con un ritmo plano y, en este sentido, hay decisiones que no se entienden en un producto destinado a la gran pantalla, como la excesiva lentitud del arranque o la escasa atención a la puesta en escena en algunos momentos. Esta sencillez, unida a la falta de originalidad, convierte a la película en un producto sin demasiada garra, excesivamente predecible y que parece construido a partir de retazos de otros títulos mayores.
Hilary Swank y Sam Rockwell, dos estupendos actores, recrean con convicción la emotiva relación que existía en la vida real entre los dos hermanos.
