August

Director: Anthony Hopkins. Guión: Julian Mitchell. Intérpretes: Anthony Hopkins, Leslie Phillips, Kate Burton, Gawn Grainger, Rhian Morgan, Menna Trussler. 93 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Primera y más que notable incursión de Anthony Hopkins en la dirección. Este reconocido actor ha echado mano de una gran pieza teatral, Tío Vania, de Anton Chejov, continuo estímulo para los directores y con unos personajes que son una delicia para los actores.

Después de Vania en la calle 42, la magnífica película de Louis Malle, parecería atrevido presentarla ahora a la comparación. Sin comparar, cabe decir que guionista y director han hecho una lectura británica del alma rusa. Han situado la acción en Gales, y han hecho como si todo fuera británico. En el traslado -y no sólo traducción y versión- han cambiado el alma: la aplastante melancolía de Chejov, ese impalpable pero real clima de fatalismo se transmuta en August en alta comedia; el acelerado ritmo coopera a que así sea. Hay seres que sufren, sí, pero en cuyas historias resaltan más los hechos, lo que sucede a unos burgueses, lo psicológico, lo práctico, el utilitarismo, con final triste. Hasta lo cómico cambia: en Chejov hay humor patético; Hopkins se acerca a la bufonada. Queda lejos el arquetipo chejoviano. Ante la obra del ruso, un actor diría: voy a hacer la Sonia de Chejov; voy a hacer el Doctor… Ante la obra de Hopkins, me parece que dirían: voy a trabajar en August. Pero, pues es universal, tiene derecho Hopkins a britanizar Tío Vania.

Hopkins ha desteatralizado -en lo que tiene de limitación escénica- todo lo que ha sabido y podido. Es una película con muchos interiores, sí, pero una película. Ha seguido de cerca las pautas recientes de James Ivory -mucho césped y jardines, y bordados y sedas, y tazas de té al trasluz…-, y con fortuna. La música es menos afortunada, en tanto que distrae a veces.

La conclusión podría ser que Hopkins/Mitchell ven menos la poesía de Chejov, ven poco la honda tragedia y la luminosa esperanza del hombre sobre la tierra; ven y cuentan la historia familiar, más o menos feliz o desgraciada, de unos seres muy asentados en su casa, en sus cosas. No sólo considero justo un caluroso aplauso al trabajo de Hopkins, sino que tal vez acerque a Chejov a quienes les resulte demasiado alto, o demasiado hondo.

Pedro Antonio Urbina

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