El “annus horribilis” de los cristianos en la India

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Un grupo de fieles a la salida de una iglesia en Rupnagar, norte de la India.

 

(Actualizado el 10-01-2022)

Pocas personas despiertan tanta simpatía “automática” como las Misioneras de la Caridad (las monjas de la Madre Teresa de Calcuta). El público las admira porque sabe que se dejan la vida con los más pobres de entre los pobres, en sitios por los que el tren de la fortuna no ha pasado ni pasará, por lo que para muchos son una suerte de personificación del bien. Muchos, digamos, entre los que no se incluyen los miembros del gobierno de la India.

El gabinete que encabeza el primer ministro Narendra Modi ha querido cerrar 2021 con un apretón de tuercas a dicho instituto religioso: el 27 de diciembre, el Buró de Información hizo público que dos días antes les había sido negada a las Misioneras la renovación de su licencia para recibir fondos del exterior. Según la nota, mientras se consideraba la solicitud de renovación, las autoridades habían recibido informaciones negativas sobre las religiosas –que, en un hogar infantil en el estado de Gujarat, estaban llevando a cabo conversiones forzadas de niñas hindúes al cristianismo–, por lo que decidieron darles un “no” por respuesta.

“Las chicas están siendo incitadas –dice un informe policial– a adoptar el cristianismo, al hacer que lleven la cruz colgada al cuello, y al ponerles la Biblia sobre la mesa de la sala de estar, para obligarlas a que la lean. Es un delito forzar la conversión religiosa de las niñas”.

Que el gobierno del Bharatiya Janata Party (BJP), prohindú hasta los tuétanos, le tuerza los ojos a la labor social de estas monjas cabe añadir que, finalmente, el Ministerio del Interior volvió a concederles la licencia el 7 de enerono es un caso aislado. Musulmanes y cristianos están sufriendo, en los últimos tiempos, ataques físicos y verbales cada vez más fuertes por parte de radicales hindúes, quienes han aprendido que golpear a uno de aquellos, o destruirle la vivienda, o matarlo, queda impune.

La India, según estos exaltados, tiene que ser inexorablemente hindú, por ello, tal como lo ilustra el vídeo que acompaña a una información de The Wire, no se esconden para pedir armas con que exterminar a los fieles de religiones “extranjeras” : “Si queréis eliminar a su población, entonces matadlos –invitaba a la multitud el presentador Suresh Chavhanke, el pasado 23 de diciembre–. Estad listos para matar y para ir a la cárcel. Si 100 de nosotros estamos listos para matar a dos millones [de musulmanes], habremos vencido, y a la cárcel”.

El clima imperante, por desgracia, es favorable a estos exabruptos.

El pretexto de las “conversiones forzadas”

En un país tan extenso y tan populoso, la cifra de cristianos se pierde como un grano de maíz en una tolva: apenas 30 millones entre 1.300 millones de habitantes. Difícilmente pueden representar peligro alguno para la inmensa mayoría que profesa el hinduismo (son el 2,3% frente al 80%), pero los fanáticos tienen para cada tipo de creyente su acusación particular: si los musulmanes son indefectiblemente “terroristas”, los cristianos pecan de “forzar conversiones”, por lo que se justifica cualquier acción contra ellos.

El discurso de los extremistas hindúes cala en muchas zonas rurales, donde se impide a los cristianos el acceso a servicios básicos y se les niega toda relación social

Hay infinidad de historias recientes, en muchos sitios. El pasado día de Navidad, en una parroquia católica de Uttar Pradesh, una turba de fanáticos se apostó fuera del templo y comenzó a gritar “muerte a los misioneros” y “cesen las conversiones”. “Cada domingo –dijo a The Guardian el P. Anand, el párroco–, es un día de terror y trauma para los cristianos, especialmente para los de congregaciones pequeñas”.

Pero no es la peor de las experiencias. A finales de agosto, en el estado de Chhattisgarh, una multitud irrumpió durante el servicio dominical en una iglesia protestante, golpeó al pastor, a su esposa y a su suegra, y causó destrozos severos. Pretexto: las “conversiones forzadas”. Y claro, ocurren asesinatos. Una de las víctimas fue un pastor pentecostal, en junio: un individuo lo mató a golpes y se justificó diciendo que el ministro tenía un affaire. “Fue una muerte planificada. En esta aldea todos están contra nosotros”, dijo la viuda.

Bien puede ser. El discurso excluyente parece haber calado en muchas zonas rurales, donde los extremistas hindúes impiden a los cristianos sacar agua de los pozos comunitarios o acceder con sus productos al mercado, y les prohíben visitar las casas de sus vecinos, que se arriesgan a fuertes multas si les dejan ingresar.

Hace décadas, M.S. Golwakar, líder del Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), organización hinduista que dice trabajar “por la paz global”, pero que es más bien un grupo paramilitar supremacista, señaló el camino: “Las actividades [de los cristianos] no son meramente irreligiosas: son antinacionales. Permanecerán aquí como enemigos, y como tales debemos tratarlos”.

La orden, sin duda, se está cumpliendo, básicamente porque quien ostenta el poder, el BJP, tiene su inspiración ideológica en el RSS, y no les pone fáciles las cosas a los cristianos. “El BJP está muy metido en este asunto, a lo grande”, confiesa al New York Times Gaurav Tiwari, líder de las juventudes del partido en el estado de Madhya Pradesh.

Dos periodistas del diario estadounidense documentaron recientemente, en un extenso reportaje, las vicisitudes por las que atraviesan los cristianos en la que aún suele ser llamada “la mayor democracia del mundo”. Escucharon testimonios como el de Muttur Devi, quien pertenece a una de las castas inferiores en la escala social. Convertida al cristianismo hace dos años, no sale de casa sin colocarse un bindi –una pequeña pegatina circular, símbolo hindú– en la frente, para fingir que aún profesa la religión mayoritaria: “Si me lo quito, toda la aldea se volverá contra mí”, asegura. Y también historias de pastores que celebran sus cultos clandestinamente, que en esas mismas condiciones bautizan a los catecúmenos, y que pasan a los fieles la Biblia en formato audio, para que puedan escuchar la Palabra y esquivar el peligro de que los pillen con un libro impreso.

Historias, en fin, que recuerdan que no solo en Roma ha habido catacumbas.

¿Auxilio? Ni interno ni externo

La Constitución india señala que a cada persona le asiste el derecho de profesar, practicar y difundir su religión (art. 25), y que a nadie, sobre la base de su credo, se le puede discriminar ni, en consecuencia, impedir “el acceso a tiendas, restaurantes, hoteles o lugares de esparcimiento”, así como tampoco “el uso de pozos, tanques, sitios de baño, caminos (…) dedicados al uso del público en general” (art. 15).

La realidad, sin embargo, ofrece un fuerte contraste. Respecto a lo primero, es un hecho que de los 28 estados (y 8 territorios) que componen el país, 11 han instaurado leyes anticonversión y uno está considerando hacerlo. Las penalizaciones son particularmente duras –en Chhattisgarh, por ejemplo, tres años de cárcel a quien “fuerce” a otro a adoptar su fe–, toda vez que se vincula engañosamente la conversión a una hipotética labor de zapa a favor de potencias extranjeras. “El patriotismo de los conversos está bajo cuestionamiento”, avisa un exministro del BJP en ese estado.

En cuanto a las acciones ilegales, algunas directamente violentas, contra los fieles de otras religiones –particularmente contra los cristianos–, existen varios registros. Uno de estos, el informe de Unidos Contra el Odio, la Asociación para la Protección de los Derechos Civiles y el Foro Cristiano Unido, revela que en 21 estados se han reportado ataques contra cristianos entre enero y septiembre, en una curva irregular que ha tendido a subir: si en enero hubo 37 agresiones, el número bajó a 15 en mayo, pero ya en agosto fueron 50, y 65 en septiembre. En total, 305 ataques en nueve meses: 288 agresiones por parte de turbas de fanáticos, 28 iglesias dañadas, más de 1.300 mujeres cristianas heridas…

EE.UU. no ha incluido a la India en su lista de “países de especial preocupación” por su irrespeto a la libertad religiosa, pese al criterio de sus expertos

¿A quién se pueden volver en busca de justicia? En lo interno, se diría que a nadie: la policía, o bien se niega a tomar denuncia, o bien termina metiendo en el calabozo a la víctima. “Los conocimientos jurídicos de la comunidad cristiana son muy insuficientes, y la policía, por lo general, no quiere registrar los casos”, dice a Aceprensa Sajan K. George, presidente del Global Council of Indian Christians. “Pero incluso si los agentes registran una denuncia, los agresores rara vez se enfrentan a un proceso judicial, y es el denunciante quien corre el riesgo de que se tomen medidas punitivas contra él”.

“Las fuerzas del orden y las demás autoridades civiles facultadas por el gobierno son meros espectadores mudos de la violencia contra los cristianos, y los propios jueces no respetan las garantías constitucionales de estos ni de otras minorías”, añade George, y asegura que se puede rastrear, en varios casos judiciales, cómo la policía ha actuado en connivencia con los radicales hindúes.

Quedaría esperar por la presión de actores externos poderosos, pero pese a los flagrantes atropellos, no hay cola para condenar a Nueva Delhi. Por ejemplo, en su Informe 2021, la Comisión Estadounidense para la Libertad Religiosa Internacional solicitó al gobierno del demócrata Joe Biden que pusiera a la India en la lista roja de “países de especial preocupación” porque en ellos se cometen “severas violaciones de la libertad religiosa”.

Para desconcierto de 30 millones de ciudadanos no hindúes, en la lista publicada por el Departamento de Estado el 18 de noviembre no estaba el país asiático. “Estados Unidos y la India tienen intereses compartidos en promover la seguridad global, la estabilidad y la prosperidad económica a través del comercio, la inversión y la conectividad”, nos recuerda la web de la diplomacia de Washington.

Si el BJP, el RSS y toda la tropa de exaltados anticristianos ya se sentían con las manos libres, la indiferencia de EE.UU. es otro tanto a su favor.

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