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Finlandia y Suecia en la OTAN: una adhesión conjunta

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NATO Secretary General Jens Stoltenberg receives official letters of application to join NATO from Klaus Korhonen (ambassador of Finland accredited to NATO) and Axel Wernhoff (ambassador of Sweden accredited to NATO)

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (centro) recibe las solicitudes de adhesión presentadas por los embajadores de Suecia, Axel Wernhoff (izquierda), y de Finlandia, Klaus Korhonen (derecha), en Bruselas el 18 de mayo (foto: OTAN)

 

Los embajadores de Finlandia y Suecia ante la OTAN entregaron en Bruselas el 18 de mayo sus solicitudes de ingreso en la Alianza al secretario general de la organización, Jens Stoltenberg. No lo han hecho por separado sino conjuntamente, como queriendo remarcar que se enfrentan a una amenaza común.

Hace más de un cuarto de siglo, al solicitar la adhesión a la UE, también lo hicieron de forma conjunta, si bien la iniciativa partió de Suecia. En el caso presente ha sido Finlandia la que ha dado los primeros pasos, pues comparte 1.340 km de frontera con Rusia. Además, otro argumento esgrimido por Helsinki es que hasta el momento, los rusos no se han atrevido a atacar a ningún país de la OTAN, lo que también conllevaría una cierta sensación de seguridad.

En Finlandia gobierna una coalición de centroizquierda, de cinco partidos, encabezada por la primera ministra, la socialdemócrata Sanna Marin. El Parlamento finlandés había votado poco antes la solicitud de ingreso por una abrumadora mayoría de 188 votos a favor y solo 8 en contra. Con todo, algunos diputados recalcaron que en Finlandia no deberían instalarse armas nucleares ni bases con tropas extranjeras, lo que también fue solicitado en su día por Canadá, Dinamarca, Noruega e Islandia al unirse a la OTAN, aunque no parece ser esa la intención de la Alianza ni en el caso de Finlandia ni en el de Suecia.

Abandono de la neutralidad

No es una cuestión indispensable para garantizar la seguridad de los dos países, que han abandonado una larga trayectoria histórica de neutralidad tras la invasión de Ucrania por el ejército ruso. Además, en el caso de Suecia no se ha requerido una votación parlamentaria, sino que los líderes de seis de las ocho formaciones políticas representadas han realizado un debate en el que se han mostrado partidarios de la adhesión. Todo ello, pese a que la primera ministra socialdemócrata, Magdalena Andersson, gobierna en minoría. Las únicas voces discordantes han sido las de los ecologistas y los excomunistas del Partido de la Izquierda, aunque sus correligionarios finlandeses sí votaron a favor del ingreso en la Alianza.

Las integraciones en la OTAN en los últimos años, sobre todo en el caso de países balcánicos como Croacia, Albania, Montenegro y Macedonia del Norte, han sido procesos de larga duración. Otro tanto sucedió con los exmiembros del Pacto de Varsovia o de la URSS que fueron admitidos entre 1999 y 2004. El procedimiento requería la adopción previa por los países candidatos del Membership Action Plan (MAP) que establecía una serie de reformas políticas, económicas y militares, a modo de estándares para acceder a la organización.

Por lo demás, los nuevos miembros habían desarrollado desde 1994 un marco de cooperación militar con la Alianza, el Partnership for Peace, que también incluyó a países neutrales como Finlandia, Irlanda, Suecia y Suiza, además de a la propia Rusia y la mayoría de las repúblicas exsoviéticas, pues entonces era Borís Yeltsin quien gobernaba en Moscú. Como es sabido, con Vladímir Putin las sucesivas ampliaciones de la OTAN no serían vistas como un tema de seguridad basada en la cooperación militar, pese al establecimiento de un Consejo OTAN-Rusia en 2002, sino como una tenaza geopolítica que se aproximaba hasta las fronteras de Rusia.

Ingreso rápido

En el caso de Finlandia y Suecia, países democráticos y con economías de mercado, no se plantea la cuestión del MAP, y en el aspecto militar han participado en maniobras conjuntas con la Alianza y, además, han contribuido con tropas en las misiones internacionales de la OTAN en los Balcanes, Libia y Afganistán. Por otra parte, la anexión de Crimea y la injerencia rusa en el Donbás en 2014 contribuyeron a reforzar la relación de los dos países con la Alianza, pues se intensificaron las consultas y los intercambios de información. Finlandeses y suecos participaron en el Comité de Planes de Emergencia Civil de la OTAN y asistieron como observadores a los Consejos ministeriales de la organización.

Finlandia y Suecia, países democráticos y miembros de la UE, no necesitan hacer reformas previas, y podrán tener un proceso más rápido de ingreso en la OTAN

Estas circunstancias ayudan, sin duda, a que los dos países puedan pasar del estatus de socios al de miembros en un tiempo más rápido que el habitual, aunque sea indispensable la ratificación por los Parlamentos de los 30 Estados miembros, que no presentará grandes dificultades tras una respuesta positiva de los jefes de Estado y de gobierno reunidos en la Cumbre de Madrid (29 y 30 de junio). El proceso de ratificación podría extenderse entre cuatro meses y un año.

Por lo demás, conviene recordar que Finlandia y Suecia son miembros de la UE, y en el art. 42.7 del Tratado de Lisboa se establece que “los Estados miembros de la Unión Europea establecen el compromiso de prestar ayuda y asistencia, con todos los medios a su alcance y de conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, a cualquier otro Estado miembro objeto de una agresión armada en su territorio”. Dadas las limitaciones de la UE en materia de seguridad y defensa, los dos países nórdicos han preferido acogerse a las garantías del art. 5 del tratado de Washington, que considera un ataque en Europa o América del Norte dirigido contra un país miembro como un ataque contra todos los demás miembros de la organización.

Objeciones de Turquía

Con todo, en el camino de los dos países nórdicos a la Alianza ha surgido el obstáculo del posible veto de Turquía. Ankara acusa, sobre todo, a Suecia, y no tanto a Finlandia, de dar cobijo en su territorio a terroristas del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y del YPG, el grupo armado kurdo que contribuyó a la derrota del ISIS en Siria. En Suecia hay una importante inmigración kurda desde la década de los 80, y cinco parlamentarios suecos son de origen kurdo. Algunos analistas opinan que las diatribas del presidente Erdogan, que aspira el año próximo a la reelección coincidiendo con el centenario de la República de Turquía, parecen ir destinadas al consumo nacionalista interno. Pero el gobierno turco exige también a Finlandia y Suecia que levanten el embargo de armas impuesto a Turquía tras su intervención militar contra los kurdos en el noreste de Siria en 2019.

Los problemas económicos, con una tasa de inflación que supera el 70%, impulsada por la depreciación de la lira turca, pueden pasarle factura a un político que lleva casi veinte años en el poder. Por eso Erdogan no puede permitirse el lujo de acentuar enemistades, sobre todo con Estados Unidos, la UE y sus vecinos, aunque le va a resultar difícil mantener un equilibrio con Rusia, si bien ha intentado mediar entre rusos y ucranianos. Por un lado, los turcos dependen en un 45% del gas natural ruso, pero eso no les ha impedido vender a Ucrania drones de alta precisión que han sido un factor crucial en el campo de batalla. Turquía no se ha sumado a las sanciones occidentales contra Rusia, pero ha impedido, a petición de Ucrania, que los buques de guerra rusos naveguen por las aguas turcas que unen el Mar Negro y el Mediterráneo.

Para los países escandinavos y bálticos, la ampliación de la OTAN reduciría el riesgo de un ataque de Rusia

En cualquier caso, Estados Unidos jugará un papel destacado en vencer las reticencias de Erdogan. Washington se disgustó por la adquisición por Turquía de misiles rusos SS-400 y vetó, en represalia, las adquisiciones por Ankara de cazas F-16. Quizás este veto pueda ser levantado, al tiempo que Turquía puede buscar algún tipo de compromiso financiero por parte de la UE para aliviar sus dificultades económicas internas.

Advertencias de Rusia

Finlandia y Suecia no esperan ningún ataque ruso como represalia por su ingreso en la OTAN, aunque Moscú ha asegurado en varias ocasiones que esta decisión le obligará a desplegar armas nucleares en la región del Báltico. Pero es previsible que la reacción venga en forma de ataques híbridos: campañas de desinformación, intentos de desestabilización, ciberataques… Además, se han dado varios casos de aviones militares rusos que han violado los espacios aéreos sueco y finlandés.

Pese a todo, finlandeses y suecos, al igual que sus vecinos bálticos miembros de la Alianza, contemplan esta ampliación de la OTAN como un factor de estabilidad. Se reduciría el riesgo de un ataque de Rusia porque tendría mucho que perder. Por lo demás, los dos países candidatos insisten en recordar que la Alianza tiene un carácter defensivo, que acrecienta la seguridad de sus miembros, y que no está pensada para preparar un ataque contra su vecino ruso. Por lo demás, en el caso de Finlandia, ingresar en la OTAN no implica una reclamación de los territorios perdidos por el tratado de Moscú (13 de marzo de 1940), una décima parte del país, principalmente el istmo de Carelia, aunque Finlandia conservó su independencia. En la guerra fría, Finlandia tuvo que asumir frente a la URSS una neutralidad forzada, que se conoció como “finlandización”. Tras el fin del régimen soviético en 1991, los finlandeses renunciaron expresamente a reivindicar los territorios que les fueron arrebatados. Pero a partir de su integración en la UE en 1995, Finlandia dio por concluida su política de neutralidad.

La historia

Sin embargo, Vladímir Putin parece tener una obsesión por la historia, y no solo por los hechos acaecidos en el siglo XX. Es un admirador de Pedro el Grande, el zar vencedor de los suecos a principios del siglo XVIII, en las tierras ucranianas de Poltava, y también el fundador de San Petersburgo, ciudad destinada a convertirse en capital del imperio. En unos versos de Pushkin se asegura que la ciudad estaba destinada a amenazar a Suecia, dueña por entonces del Báltico, y al mismo tiempo era “una ventana abierta a Europa”. Con todo, después de las guerras napoleónicas, Suecia adoptó una postura de neutralidad, lo que le libró, no sin dificultades, de verse implicada en las dos guerras mundiales. La neutralidad tuvo su continuidad en la guerra fría, pero su ingreso en la UE y la intensificación de sus relaciones con la OTAN prepararon el camino para el momento que ahora estamos viviendo.

Por su parte, Finlandia dejó de estar vinculada a Suecia cuando el Imperio ruso se anexionó el gran ducado de Finlandia en 1809, que fue dotado de una cierta autonomía política, aunque continuamente limitada por medidas forzosas de rusificación. Los finlandeses no recuperaron su independencia hasta 1917. Más tarde, en 1939, Stalin invadió el país en para apoderarse de sus recursos mineros, y aunque oficialmente los soviéticos fueron los vencedores, tuvieron numerosas pérdidas en la que fue conocida como la Guerra de Invierno, aunque, pese a todo, se preservó la soberanía finlandesa.

Estos antecedentes históricos indican que la adhesión de los dos países a la OTAN disgusta al presidente ruso, que atacó a Ucrania con el pretexto de que la Alianza se había acercado demasiado a las fronteras rusas, aunque, en realidad, los ucranianos no tenían demasiadas posibilidades de alcanzar un consenso de todos los países miembros para entrar en la OTAN. Antes de la invasión, Putin insistió en la necesidad de construir una nueva arquitectura de seguridad para Europa, que tuviera en cuenta los intereses rusos, pero lo que no podía imaginar eran las consecuencias de su acción.

Dos rivales tradicionales de Rusia sirven ahora para dinamizar a una organización de la que el presidente Macron había dicho en 2019 que se encontraba “en muerte cerebral”. Por otra parte, podría darse el caso de que Putin justificara en un futuro próximo sus acciones bélicas alegando que, con la entrada de Finlandia y Suecia en la Alianza, Rusia se encuentra todavía más cercada. Finlandeses y suecos, en cambio, considerarían una manifestación del ejercicio de su soberanía el poder formar parte de una organización militar defensiva, y no ofensiva, pese a que Moscú vea las cosas de distinta manera.

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