Elecciones en España: entre «Barbie» y «Misión imposible»

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Para cualquier observador, de fuera o dentro de España, es complicado saber qué ha ocurrido en las últimas elecciones. Y más complicado escribir en caliente, con solo un puñado de datos y en plena resaca electoral. Lo de tratar de analizar qué pasará es directamente misión imposible. Y hablando de películas –y perdonen mi frivolidad de crítica de cine–, lo que pasó ayer en España, pasa a veces en la cartelera y en la taquilla. Sobre todo en verano. Que un título triunfe no deja de ser una mezcla de contexto cultural, expectativas, relato, campañas… y capricho del votante, digo, del espectador. 

Las elecciones del 23 de julio se resumen en un par de líneas de sinopsis. Cuando todo presagiaba que la derecha –Partido Popular (PP) con el apoyo de Vox– ganaría con holgura las elecciones en España, la realidad es que la victoria ha sido pírrica y el ganador no tendrá los votos necesarios para formar gobierno. Cosa que, en principio, sí podrá hacer el segundo, el actual presidente, el socialista Pedro Sánchez, con un panorama –eso sí– bastante complicado.

Expectativas, “hype” y encuestas

Al PP le ha pasado lo que a la película de Nolan –Oppenheimer–: que tanto hype le ha llevado a la tumba. La frase es exagerada, porque el candidato popular Alberto Núñez Feijóo ha ganado las elecciones y a Oppenheimer no le va nada mal en taquilla, pero las expectativas eran tan altas que es fácil quedarse corto.

Casi todas las encuestas hablaban de la victoria aplastante de Feijóo, se manejaban datos contundentes que, leídos ahora, pueden explicar un cierto relax del votante del PP e incluso una mayor movilización de la izquierda. No dejan de ser suposiciones, pero lo que está claro es que, al relato de la victoria del PP en las elecciones –ha conseguido 47 escaños más que en las anteriores–, le han sentado como un tiro las expectativas. Igual que los magníficos 80 millones de dólares en taquilla de Oppenheimer saben a poco cuando se comparan con los 155 de Barbie.

La campaña sí importa

Si no, que se lo digan precisamente a Barbie (y a su taquilla). Pero algún iluminado asesor político ha repetido estos días que las campañas mueven muy pocos votos. Como si ganar las elecciones no dependiera, al final, de un puñado de papeletas.

En estas elecciones, ha habido un candidato que se ha creído Barbie. Y le ha ido bien. Pedro Sánchez no ha dudado en salir en cada espacio en el que le han dejado, llámese debate, pablomotos, anarrosas o la quinqui y la pija. Como a Barbie se le ha criticado por ello –“que empacho de rosa y que empacho de Pedro”– pero la realidad es que Barbie, gracias a su campaña de promoción, se ha merendado la taquilla y Pedro ha recuperado dos escaños que valen más que millones de entradas. Como diría una conocida periodista: estos son los datos, suyas son las conclusiones.

Y el relato, también

Una campaña no es nada sin un relato detrás. Algunos –ay, los gurús, como diría un buen amigo– han escrito sobre el fin del relato en la política. Perdón que discrepe. Si hay algo importante en una película es el guion, que es otra forma de llamar al relato. Y si algo ha habido nuevamente en estas elecciones es un relato, o varios. En el fondo es de lo que van las campañas: de contar cuentos, historias.

Un partido político no debe creer que la comunicación es algo accesorio, de lo que se puede prescindir

Y aquí se ha contado el cuento del presidente maltratado, del líder superviviente, del ególatra narcisista, del amigo del narco, del candidato pinocho, de villanos que quieren encerrar en cavernas, de ministras apuñaladas por la espalda y de vicepresidentas que planchan. Y unos relatos han cuajado más y otros menos, y unos fueron determinantes la primera semana de campaña… y se olvidaron en la última. Y en una sociedad infoxicada, quien ríe el último, ríe mejor, y el último meme –el perro de Pedro– se lleva el bote.

Por otra parte, que el Partido Popular no tuviera una respuesta acuñada en piedra para la famosa foto del narco es un error de principiante, o un fallo de juzgado de guardia… o un patinazo de partido político que –a estas alturas– cree que lo de la comunicación es algo accesorio, de lo que se puede prescindir.

Por eso, no me líes el relato… o los pactos en el multiverso

Lo dije a raíz de Spider-man: cruzando el multiverso, una magnífica película, pero que se hacía un lío con tanto mundo paralelo, tanto hombre araña, tanto relato superpuesto y tanto metraje.

Al PP de Feijóo le ha pasado lo que a Spiderman, que ha gestionado a la vez la campaña con los universos post-electorales que le han crecido como enanos. Uno –casi– en cada comunidad autónoma. Y si ya es difícil, para un elector medio, seguir una campaña electoral con 40 grados, mantener la cabeza clara en mitad del vocerío de unos pactos shakespearianos –ahora Guardiola, ahora Mazón– se antoja una empresa épica. Y en el verano, ya se sabe, triunfa la comedia, no el drama y mucho menos la tragedia.

La fecha del estreno o la importancia del contexto

Esto de votar –digo estrenar– en verano o en invierno tiene su importancia. Nolan ha arriesgado estrenando un drama en verano. Las pelis bélicas se estrenan en septiembre cuando uno tiene la neurona despejada y piensa que, después de las vacaciones, bronceado y con unos kilos de más, no hay batalla que se le resista. En verano estrena Pixar, Tom Cruise y Santiago Segura.

Se metieron mucho con Borja Sémper (portavoz del PP) por empezar la campaña en una playa artificial y silbando Verano azul, pero –insisto– le hubiera rentado más al Partido Popular mantenerse en esa tónica y no meterse en otros dramas.

Si para rematar la faena, presumes de que, si gobiernas o gobiernan los tuyos, va a volver la tensión a Cataluña, apaga y vámonos. La gente un 23 de julio sueña con irse de vacaciones y tumbarse en una playa, y lo que menos le apetece es que amenaces con una guerra. Cuando además ya hay un partido que presume, precisamente, de haber pacificado la cuestión…

Lo cuqui suma… y Pablo se hunde

Pero volvamos a Barbie, porque otra de las claves de estas elecciones era cómo funcionaría Sumar, la coalición de izquierdas liderada por Yolanda Diaz y “heredera” de Podemos. Porque, aunque Yolanda empezó la campaña como Angelina Jolie en Maléfica o Uma Thurman en Kill Bill, la ha acabado como Margot Robbie en Barbie, con su misma sonrisa.

No son tiempos para látigos; que se lo digan a Pablo Iglesias

Se ha hablado de Sumar, en tono despectivo, como la izquierda cuqui, una izquierda que sonríe y habla bajito, frente a la izquierda enfadada y que agita el látigo. Estas elecciones han demostrado que, en esta sociedad posmoderna y líquida en la que habitamos, quizás funciona mejor la sonrisa que el látigo. Y por eso también se ha apuntado a lo cuqui Pedro Sánchez, con su camisa vaquera, su pulserita LGTB, sus loas a Rigoberta y su cartel el día del perro. Ni a uno ni a la otra les ha ido nada mal, como tampoco a Barbie.

Y si de Barbie se burlaba Indiana, ahí se ha quedado –la última peli de la saga- hundida en taquilla. Y mira que entretiene y que nos gusta Harrison Ford. Pero no son tiempos para látigos, ni para saharianas verdes. Que se lo digan a Pablo Iglesias, a Abascal… o a Irene Montero, que ni lo cuqui ni el látigo tienen sesgo de género.

El futuro, misión imposible

Con este panorama, el futuro se antoja como la saga de Cruise, imposible. O casi. Habrá que sentarse a hablar y a pactar. Y ojalá que haya tiempo también para –al margen ya de cálculos electorales– pararse y pensar en lo mejor para los españoles. En eso que se llama el bien común. En lo mejor para una sociedad plural, que no tiene por qué ser sinónimo de dividida, ni polarizada. Una democracia que esté por encima de visiones sectarias, de supremacismo moral y de chantajes.

¿Qué suena a película de ciencia ficción? No debería. Al fin y al cabo, si los defensores de Nolan y Greta Gerwig podemos llegar a entendernos, sin pensar que tenemos la razón absoluta y que el que opina diferente es un imbécil, todo es posible. Y porque además, si no, lo que toca es una secuela. Y de la no-bondad de las segundas partes ya hemos hablado demasiado.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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