El octavo episodio de la saga lleva el aliento de la trilogía original, con una certera realización y unas interpretaciones que destacan la hondura de los personajes.
La idea es brillante: contar la historia del motor emocional de una niña de diez años. Gustará a adultos, en especial psicólogos y pedagogos, si resisten el didactismo de la película. Oscar a la película animada.