América Latina: ¿Giro a la izquierda o cansancio?

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Izquierda América Latina
Lula da Silva celebra su elección el pasado 30 de octubre (CC Mídia NINJA)

Lula da Silva celebra su elección el pasado 30 de octubre (CC Mídia NINJA)

 

Los recientes triunfos de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia, de Boric en Chile y de Lula en Brasil, han fortalecido la idea de un giro contundente de la población de América Latina, en especial los más jóvenes, hacia la izquierda política. Pero ¿realmente es esto así? Es posible que más que un apetito por gobiernos de inspiración socialista, la ciudadanía de esta parte del mundo esté fatigada de promesas incumplidas por parte del statu quo liberal y de una democracia que aún no se consolida, especialmente en los sectores más pobres de la sociedad.

Desconexión entre cifras y expectativas

Por un lado, encontramos el establecimiento político afín a las ideas de la derecha y el liberalismo político, quien parece consolarse con cifras macro de avances sociales como la reducción en la tasa de mortalidad, el acceso a los sistemas de salud y el aumento en el alfabetismo de la población. Por otro lado, se encuentra una izquierda política ideologizada que busca gobernar con ideas filosóficas del siglo pasado y abandono del pragmatismo. A su vez, el denominado centro político ha fracasado y ni siquiera ha podido trascender la etapa de gestación. Así las cosas, queda una corriente residual: el populismo. Este estilo –porque no puede ser denominado corriente filosófica– ha encontrado una brecha abierta por las corrientes tradicionales políticas y se ha alimentado de la insatisfacción de la población para presentar soluciones simplistas a problemas complejos en un lenguaje comprensible y emotivo.

Este último aspecto, el de la comunicación, es una de las variables que ha contribuido a la desconfianza y alejamiento de las personas de la democracia. Pareciera que el liberalismo político se hubiera convertido en un club para unas pocas personas educadas y que comparten una serie de principios y visión de sociedad. El liberalismo que por definición debe ser moderado, conciliador y autocrítico, se ha convertido en una suerte de pensamiento único al que le cuesta admitir críticas. La revista The Economist dedicó una edición completa este problema, haciendo una reflexión profunda y autocrítica e invitando a una reinvención de este sistema de pensamiento que no debe convertirse en una secta de élites políticas y sociales, y por el contrario volver a la esencia de la inclusión y la tolerancia de quienes no comparten sus postulados.

Por el otro lado, la izquierda tradicional conserva un discurso denso, basado en ideas del pasado y renuente a aceptar y adaptarse a la globalización y sus tendencias. Esto a su vez, también fatiga y aleja a quienes buscan alternativas, pues perciben una desconexión estéril entre los gobernantes afines a la izquierda política y las realidades de las sociedades actuales. Adicionalmente, encuentran en este tipo de gobernantes, una incapacidad en materializar sus discursos en obras.

En cualquiera de los dos casos, parece que no hubiera una corriente de pensamiento que lograra encontrar un equilibrio entre la responsabilidad fiscal, la defensa de la libertad de mercado y a su vez, de la necesidad de nuevas políticas públicas que obedezcan a temas como la lucha contra el cambio climático y la consolidación economía más sensible que irrigue los beneficios de su crecimiento hasta las capas más pobres de la sociedad generando mayores condiciones de equidad.

Ambas corrientes y estilos de gobierno están aplicando fórmulas del pasado para nuevas necesidades y el reto consiste en actualizarse y adaptarse a las circunstancias presentes.

Millennials, Generación Z y una nueva agenda política

Uno de los factores por los que se explica al ascenso de la izquierda política en la región obedece a la votación de los jóvenes. En la última elección presidencial de Colombia, 19% de los votantes fueron personas entre los 18 y 26 años. Lo anterior representó un aumento de 6 puntos respecto a la pasada elección. En el caso de Brasil, hubo un aumento del 51% de inscripciones de jóvenes para votar en la última contienda presidencial, en contraste con la del año 2018. ¿Significa entonces que los jóvenes latinoamericanos son afines a la izquierda?

Si algo caracteriza a la juventud en la actualidad es la defensa de causas. De acuerdo con el último estudio The Deloitte Global 2022 Gen Z and Millennial Survey, 2 de cada 5 personas en de este segmento poblacional han rechazado empleos porque sus valores no se alinean con los de sus empleadores. El reporte también arrojó que el 90% de los millennials y personas de la generación Z encuestadas, están luchando para reducir su impacto sobre el medio ambiente y el 63% dijo estar de acuerdo con consumir productos más caros pero que tengan un menor impacto ambiental. Lo anterior no significa que los jóvenes encuestados sean afines a la izquierda política, simplemente que tienen otras prioridades y preocupaciones que difícilmente los políticos y partidos tradicionales están interpretando adecuadamente.

Más que un giro hacia la izquierda, lo que estamos viendo con la elección democrática de América Latina es un vuelco hacia diferentes temas de la agenda y la búsqueda de nuevos estilos de gobierno. Interpretar los resultados de elecciones como las de Chile, Colombia y Brasil como el de una preferencia por la izquierda, es una lectura insuficiente. Mandatarios como Gabriel Boric y Gustavo Petro han se han referido más al “cambio” como una bandera de campaña que, al socialismo, por ejemplo.

En últimas, el riesgo más evidente de la sed por cambio de los países latinoamericanos radica en que políticos populistas sigan escalando a los más altos puestos del poder al saber interpretar adecuadamente las tendencias sociales.

El populista cool

El ropaje del nuevo populista ha cambiado. Ya no habla ni se viste como los demás políticos, ha sabido abandonar estas maneras para actualizarse y verse más cool. Así, vemos cómo los nuevos representantes de esta tendencia usan jeans ajustados con tenis, han abandonado los trajes y la corbata y hasta los han cambiado por gorras que usan al revés, al mejor estilo de los años 90. También, el nuevo populista cool habla con fluidez sobre tecnología, criptomonedas, análisis de datos, inteligencia artificial y Fintech. Todo lo anterior se ondea al aire como respuesta mágica para resolver los problemas más apremiantes: pobreza, violencia, desempleo, etc. Y por supuesto, no puede faltar la mención sobre la defensa del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y la necesidad de abandonar de tajo los combustibles fósiles.

Es verdad que muchos de estos neopopulismos emplean la tecnología con pericia, y es precisamente porque tienen amplia información sobre la conversación digital, en especial de los más jóvenes, que saben perfectamente cuáles son los temas vendedores. El problema radica en que se requiere más que un discurso asertivo para abordarlos y llegar a soluciones sostenibles. Al ser este un fenómeno nuevo, los resultados están aún por verse; no obstante, lo que se demuestra hasta ahora es una profunda inhabilidad en la ejecución y en la materialización de las políticas públicas propuestas a través de Twitter y otras redes sociales. Muchos de estos personajes se han encontrado con que el ejercicio de gobierno es complejo y extenuante, y que es mucho más difícil ejercerlo que lo que resulta el activismo político digital.

Nos da lo mismo

Sin embargo, este nuevo tipo de política sigue marcando un riesgo para la democracia. Una de las conclusiones más preocupantes del Latinobarómetro 2022 –un estudio anual de opinión pública en América Latina sobre democracia–, “ningún pueblo de la región está contento con la manera como funciona la democracia en su país”.

Así, la actitud de los latinoamericanos sobre la democracia se resume en una frase que debe prender las alertas de todos aquellos que creen en este sistema de gobierno: “Nos da lo mismo”. De acuerdo con este estudio, frente a la pregunta: “¿Cree usted que la democracia es preferible a cualquier otro tipo de gobierno?”, el 27% se identificó con la frase: “Nos da lo mismo”. El resultado más alto hasta ahora desde 1995 cuando se empezó a hacer esta encuesta. Esta creciente indiferencia es quizás uno de los retos más urgentes y poco atendidos por parte las instituciones. El desdén por la democracia y sus reglas resulta en que las personas dejen de participar o peor aún, que lo hagan y elijan alternativas que entre más rebeldes y rabiosas se muestren con el statu quo, más exitosas pueden resultar.

Un llamado a la acción

Seguir dividiendo el mundo y la visión política entre derechas e izquierdas, ignora los matices y los mensajes que emanan de la sociedad. Más que un giro a la izquierda en América Latina lo que se percibe es un cansancio de promesas incumplidas y de sociedades que no avanzan al ritmo esperado. Desconocer los avances en materia social y económica de este sector del continente sería igual de obtuso, pues los hay y se deben defender y valorar. Sin embargo, no son suficientes. La sección introductoria del Latinobarómetro 2022 concluye: “Los gobiernos tendrán que abordar la desigualdad con resultados concretos si quieren sobrevivir el juicio de sus pueblos”. Para hacerlo, no podemos seguir abordando el siglo XXI con la misma mentalidad y fórmulas del siglo XX. Se requiere un nuevo pensamiento y estilo de liderazgo público que sepa valorar aciertos del pasado, actuar responsablemente en materia de discurso y gasto, y que a su vez comprenda que los resultados de las políticas públicas deben ser más visibles y acelerados de acuerdo con nuevos temas de la agenda pública. Seguir combatiendo la pobreza y la desigualdad con la gradualidad sostenida hasta ahora, pone en riesgo el sistema de gobierno frente al cual nos hemos encontrado como sociedades y por el cual tanto se ha luchado.

Federico Hoyos
Politólogo. Analista político. Exembajador de la República de Colombia

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