Sale adelante en Cuba el Código “de los afectos”

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Refréndum Código de las Familias, Cuba

Un miembro de una mesa electoral en La Habana muestra la boleta del referéndum (foto: Juan Moreno)

 

A semejanza de las democracias representativas al uso, las “democracias de partido único” –como calificó una alta funcionaria europea al sistema imperante en Cuba– también celebran referendos. Solo que, a diferencia de la incertidumbre que embarga a los gobiernos del primer tipo cuando consultan un tema con el público, en el segundo todo es más predecible: saldrá adelante la opción oficial. Sí o sí.

Acaba de pasar. El gobierno cubano ha sometido a votación el nuevo Código de las Familias (CF), y los primeros resultados muestran que ha acudido a las urnas el 74% del electorado (un porcentaje bastante bajo para lo que es costumbre), y que algo menos de cuatro millones lo han aprobado, frente a casi dos millones que lo han rechazado, un volumen realmente inusitado (en el referéndum constitucional de 2019, los noes fueron apenas 706.000).

¿Fraude? No es lo más común allí, aunque algunos votantes denunciaron irregularidades, como que los datos del colegio electoral y la circunscripción no aparecían en sus boletas. ¿Compromiso con el contenido real de la norma? Nones. “Yo voy a votar que sí, porque, en definitiva, nada va a cambiar”, era una de las respuestas más recurrentes en los días previos a la consulta, cuando se preguntaba en un ambiente informal.

Para el observador externo, la interrogante obvia es, si nada va a cambiar, ¿por qué ir a votar? Y la explicación es que las autoridades tocan a tu puerta desde temprano para recordarte que es “tu deber” no demorarte demasiado en acudir al colegio. Ahora bien, una vez en la cabina de votación, ¿por qué votar , si las boletas no están marcadas ni hay videocámaras? Pues por temor a “complicarse”. La gente suele inhibirse por temores reales o imaginarios. No es la procesión, sino la policía la que va por dentro.

Pero para el gobierno no hay nada de eso: la gente votó el Código porque es “una obra monumental por la cantidad de saberes y experiencias que lo conforman, y por una singularidad maravillosa: convirtió el amor en Ley” (así, en mayúsculas).

Claro: con tantas “bondades”, era imposible decir que no.

Redefinición del matrimonio

Entre las “conquistas” con que el país cree estar poniéndose a la vanguardia de los derechos individuales figura la reformulación de la institución del matrimonio, que en la versión final del proyecto quedó como “la unión voluntariamente concertada de dos personas con aptitud legal para ello, con el fin de hacer vida en común, sobre la base del afecto (de esta palabra, afectos, estuvo bien servida la campaña por el ), el amor y el respeto mutuos” (art. 201).

La nueva forma abre así la puerta al matrimonio entre personas del mismo sexo, un empeño personal de Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro y sobrina de Fidel Castro, el “líder histórico” del proceso revolucionario, que curiosamente décadas atrás dio carta blanca a la población para que no les dejara pasar ni una a los jóvenes que mostraran actitudes “feminoides” y “elvispreslianas”.

Existen dudas sobre las consecuencias que puede tener, para la autoridad de los padres, la consideración judicial de la “autonomía progresiva” y el “interés superior” del menor

Para Mariela, directora del Centro Nacional de Educación Sexual, el hostigamiento oficial del pasado es peccata minuta del que nadie de la élite política fue responsable: “No se le pueden depositar (sic) culpas a nadie, a ninguna generación, porque todos los procesos de conquista de derechos son contradictorios y difíciles. (…) El socialismo no se hace de la noche a la mañana”.

Borrón y cuenta nueva entonces. Ahora, además del mencionado “avance” –que conlleva para estas parejas el reconocimiento del derecho de adopción– llegan otros, como la multiparentalidad: la posibilidad de reconocerle a una persona “más de dos vínculos filiatorios” (art. 55), a saber, dos padres y una madre, dos madres y tres padres, etc., etc., toda vez que se puede declarar la paternidad o maternidad de alguien “con independencia del lazo biológico o el componente genético” de los interesados.

Muy en relación con esto está la maternidad subrogada, aquí bajo el calificativo de “solidaria” –a saber, cero remuneración–, sustentada en “el derecho de toda persona a tener una familia” y disponible para aquellos que no puedan ejercer dicha prerrogativa “por alguna causa médica que les imposibilite la gestación”, además de para “hombres solos o parejas de hombres” (art. 130). Bajo la nueva ley, se le reconoce la paternidad a la pareja que haya solicitado ayuda para tener un hijo de esta manera, y también a la mujer que, sin haber aportado gametos, lo haya llevado en su vientre.

Por último, aparecen en el Código los conceptos de responsabilidad parental (sustituye al de patria potestad), autonomía progresiva e interés superior del menor. Uno de los contenidos de la mencionada responsabilidad respecto a los niños y adolescentes es “acompañarles, de acuerdo con su autonomía progresiva, en la construcción de su propia identidad” (art. 138). La cuestión que han venido planteando muchos es si, detectado un “ruido” en la construcción de esa identidad –ejemplo muy actual: que el niño diga pertenecer al sexo distinto al del nacimiento–, los padres tendrán otra opción que no sea “acompañarles” en un proceso de transición. Si un tribunal decide que el pequeño tiene madurez suficiente y que su “interés superior” es que no se le contradiga, ¿dónde quedará la autoridad de los padres para reconducir la situación?

Con sutileza y amabilidad…

El Código ha salido finalmente adelante, pero para los que objetan varios de sus contenidos ha sido, como se dice en buen cubano, una pelea de león contra mono amarrado. La presión ha sido fuerte, y los medios de difusión han estado todos a disposición de la campaña del .

El gobierno estaba obligado a hacerlo de este modo. Temía que, tal como sucedió en el debate previo a la Constitución de 2019, la gente de a pie, opuesta a la reformulación del matrimonio, se decantara llanamente por el no. También que, dado el grado de hartazgo por las graves penurias de la vida diaria –los apagones, el desabastecimiento de alimentos, la crisis del transporte, etc.–, emitieran un voto de castigo en nada relacionado con los contenidos de texto.

Es por ello que ha buscado, por una parte, influir de modo sutil, amable, con spots televisivos de ancianos, niños, parejas sonrientes en un mar de abrazos y gestos cómplices, o bien con “debates” entre expertos… que opinan básicamente lo mismo. También a través de las novelas. Los cubanos, telenoveleros donde los haya, vienen recibiendo hace más de una década, por esa vía, fuertes dosis de la nueva doctrina familiar.

En la última producción del verano, Tan lejos y tan cerca, también aparecieron lo que llaman “modelos alternativos” de familia, visibles en una relación lésbica y en la de otra pareja que buscaba explorar el “poliamor”. “La naturalidad con que se presentaron [esas relaciones] fue un acierto, particularmente plausible en tiempos de intensos debates ante un referéndum para un nuevo Código de las Familias”, se congratulaba un reportero oficialista.

… Pero mostrando el puño

Ha habido, sin embargo, mensajes más radicales, enfilados contra los “odiadores”, que son todos aquellos que promovieron el no. Uno de los más activos defensores del Código, el activista homosexual Paquito el de Cuba, reproducía días atrás en sus redes sociales los modos beligerantes tan caros al sistema cubano.

“Habrá –advertía– trampas y engaños desde ahora y hasta el 25 de septiembre, de poderes e individuos que siempre apuestan por crearnos problemas y llevarnos a la división, el odio y los rencores, ya sea en su propio beneficio o como rehenes conscientes o inconscientes de una política hostil y abusadora, a la que no le importa un ápice el bienestar de nuestras familias. Ya esos trucos también los conocemos, y sabemos derrotarlos”.

El gobierno ha equiparado las actitudes contrarias al Código con intentos de ir “contra la Revolución”

Previamente, en otro post, alertaba contra cualquier intento de debatir con quienes tuvieran dudas legítimas sobre el CF, o de darles espacio en los medios de difusión para plantearlas: “¿Tú eres bobo o te chupas el dedo? Nada de jugar a la democracia burguesa con el Código de las Familias”, afirmaba.

En la misma línea de descalificación se pronunció el sitio Razones de Cuba. Los promotores del no eran, dijo, “los peores, esos que miran con ojos hipercríticos. No opinan desde la construcción, sino con el mazo en la mano, al pie de la obra destruida. (…). Buscan cualquier oportunidad, el menor pretexto, para emprenderla en contra de cualquier cosa que huela a Revolución o Socialismo”. No hubo margen, pues, a discrepancia alguna: “Se acaban las excusas de los odiadores. La voluntad del pueblo, como siempre, será ley”.

Solo que la “voluntad del pueblo” no era la que en principio estaba destinada a prevalecer. Una tarde de finales de los 2000, el cardenal de La Habana, Jaime Ortega, comentó a este redactor que el entonces mandatario Raúl Castro le había dado una garantía personal: “Despreocúpese: mientras yo sea presidente, en Cuba no habrá matrimonio homosexual”.

Pues bien: ya no lo es (al menos nominalmente). Quizás por eso levantó la mano para aprobar el Código cuando el Parlamento votó de modo unánime –¿sorpresa?– su redacción final, el 22 de julio.

Ahora que “el pueblo” ha hablado, al gobierno solo le queda ufanarse de contar con un Código “moderno”, gracias al ejercicio del democrático mecanismo del voto, el mismo que, curiosamente, muchos cubanos querrían tener para decidir sobre temas que les afectan bastante más, como la imposibilidad de elegir otras opciones políticas que no sean el Partido Comunista.

Punto en boca entonces, y todos contentos con el Código. Eso, si desean que el gobierno siga tratándoles con “afecto”.

 

Los obispos, en el mismo saco que los “terroristas”

Antes de la votación del 25 de septiembre, los obispos cubanos publicaron un mensaje “a los fieles y a quienes se sienten cercanos a su parecer” acerca del Código. Los prelados advirtieron que “no beneficia a la familia cubana la introducción en nuestra legislación de los contenidos de la llamada ‘ideología de género’, que sustenta muchas de las propuestas”, y deploraron que, aunque varias de estas habían sido “notoriamente cuestionadas por parte de la sociedad”, siguieran intactas en el texto que se sometía a referendo.

En respuesta, varios voceros del oficialismo arremetieron duramente contra la Iglesia cubana. Uno de ellos, en su página de Facebook, llegó a equiparar a los obispos con presuntos “terroristas”: “El Código de las Familias –dijo– se va a aprobar a pesar del esfuerzo en contra de los obispos católicos, de algunas jerarquías evangélicas y de los terroristas 2.0 pagados por #EEUU. Cuando eso pase, todos esos sectores van a quedar otra vez como absolutamente marginales frente a la cohesión del pueblo cubano cuando su Revolución convoca”.

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