Igual que una pirámide demográfica descompensada puede suponer un obstáculo para la prosperidad económica de un país, también una “pirámide educativa” poco ajustada al mercado pone en riesgo la inserción laboral. Es el caso de España, donde muchos jóvenes no pasan de la enseñanza obligatoria, y donde la Formación Profesional (FP) de nivel medio –que en otros países sirve de trampolín al empleo– no termina de resultar atractiva.
Estas dos anomalías contribuyen a dibujar una pirámide educativa inusualmente estrecha por la zona central, la que representa los estudios posteriores a la Secundaria pero previos a la enseñanza superior. La tercera, la poca extensión del aprendizaje en la empresa dentro de los estudios de FP, supone una clara desventaja respecto a los graduados de otros países.
Primera anomalía: adiós a las aulas tras la ESO
La elevada tasa de alumnos que dejan los estudios tras la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) es una peculiaridad del sistema educativo español. Con todo, ha ido disminuyendo con el paso de las generaciones, aunque con pequeños repuntes atribuibles en gran mediada a los ciclos económicos. Según Education at a Glance 2020, la última edición del informe de estadísticas educativas de la OCDE, entre la generación que hoy está entre los 55 y los 64 años, más de la mitad se quedó en esta etapa educativa, mientras que esto solo ha ocurrido con un 30% de la generación de sus hijos (lo que aun así sigue suponiendo más del doble que la media europea).
A partir del año 2008, cuando la crisis económica estalló en España, el descenso del abandono temprano se aceleró, lo que en su momento se atribuyó a la falta de oportunidades para los menos formados en el mercado laboral. Sin embargo, la tendencia positiva ha continuado incluso después de 2015, en un escenario de recuperación económica y de mayores expectativas laborales para los poco formados.
Los datos de la OCDE aún no permiten apreciarlo, pues muchos de los egresados en estos años aún no han cumplido 25, pero así lo indican otros informes de ámbito nacional. Por ejemplo, en los Indicadores comentados sobre el sistema educativo español, recientemente presentados por la Fundación Europea Sociedad y Educación y la Fundación Ramón Areces, se puede ver que la tasa neta de matriculación en Secundaria de 2ª etapa (Bachillerato o FP media) a los 17 años ha subido 14 puntos, hasta alcanzar casi el 80%.
Los jóvenes llegan en mayor proporción a este nivel de estudios, y lo hacen con menos edad. En ambos fenómenos tiene mucho que ver el descenso de la tasa de repetición. Si en 2007 más de un 42% de los alumnos llegaban a los 15 años con algún curso de retraso, hoy el porcentaje es “solo” del 30%.
Muchos repetidores
El proyecto de nueva ley educativa pretende restringir la repetición, lo que disminuiría aún más el abandono temprano. Aunque se comprende el temor de que en el camino se rebaje la exigencia académica, lo cierto es que la mayor proporción de repetidores en España con respecto a Europa no cuadra con los resultados en pruebas externas como PISA, realizada a alumnos de 15 años –repetidores incluidos–, pues el porcentaje de los estudiantes españoles que no alcanzan el nivel mínimo en lectura y matemáticas no está muy lejos de la media.
Además de la repetición, un factor que ayuda a explicar el persistentemente alto índice de abandono temprano en España es la menor penalización que recibe en el mercado laboral. Por ejemplo, mientras que en la media europea los que abandonan tras esta etapa tienen una tasa de empleo del 58%, 15 puntos menos que los de Bachillerato, en España la tasa es del 63%, y el castigo, de solo tres puntos. Por otro lado, el premio salarial por continuar los estudios es algo menor que en la media europea.
Segunda anomalía: poca FP de nivel medio
Un segundo desequilibrio en la “pirámide educativa” española tiene que ver con el bajo porcentaje de estudiantes que escogen un itinerario de FP. Entre la población de 25 a 34 años, solo uno de cada cuatro ha finalizado sus estudios en este camino, tomando en conjunto la FP media y la superior. En Europa, la tasa está cerca del 40% (ver Aceprensa, 4-11-2019).
La diferencia, con todo, queda amortiguada por el atractivo que tiene en España la FP superior. Si solo se cuenta la de nivel medio, la tasa europea (25%) duplica sobradamente a la española (11%).
Como ya se ha dicho, la falta de alumnos en FP media se debe en parte a la elevada tasa de abandono temprano. Pero no solo. Incluso entre los que siguen, la proporción de los que se decantan por el itinerario académico (Bachillerato) en vez del profesional es bastante más alta en España que en Europa.
Como explica Manuel T. Valdés en Indicadores, entre 2007 y 2014, en plena crisis, la matriculación en FP media subió sustancialmente. Sin embargo, ese crecimiento tenía “truco”, pues se debió enteramente a los adultos que habían abandonado las aulas tiempo atrás y que volvían a la educación ante la falta de trabajo. De hecho, la tasa neta de matriculación, que solo tiene en cuenta a los estudiantes con la edad prevista para esos cursos, descendió ininterrumpidamente en aquellos años, mientras la de Bachillerato subía.
Abandonos en FP
Parece que en los últimos años ha cambiado la tendencia, quizás por los cambios introducidos por la LOMCE, como habilitar una opción de “estudios aplicados” (que orientan a la FP media) en el último curso de la ESO, o reforzar la FP básica. Sin embargo, una cosa es que accedan más, y otra que se titulen: los que cursan estos estudios tienen la tasa de abandono más alta de todo el sistema educativo: más de un tercio lo dejan antes de terminar.
En cuanto a la inserción laboral de los egresados, los números en España son algo peores que los de Europa, incluso teniendo en cuenta que aquí el desempleo juvenil es más elevado para todos los niveles educativos. En la mayoría de los países, los titulados en FP media tienen una mayor tasa de empleo que los de Bachillerato en los comienzos de su carrera profesional, aunque esta ventaja se va diluyendo con el paso del tiempo hasta ser poco significativa. En España, llega incluso a convertirse en desventaja –aunque ligera– a partir de los 45 años. Tampoco el salario anima a decantarse por este itinerario. Si en la media de Europa los que dejan sus estudios tras el Bachillerato cobran un poco más que los de FP, ya desde sus primeros años de trabajo, esta diferencia es especialmente abultada en España. Además, con los años la brecha se va ensanchando.
Tercera anomalía: mucha FP superior, pero poca dual
También la FP superior española resulta anómala, aunque en sentido contrario: un 14% de los jóvenes de 25 a 34 años terminaron sus estudios en este nivel, más del doble que en Europa. Los que se graduaron en la universidad siguen siendo el grupo más numeroso, pero mientras que en España hay tres por cada titulado en FP superior, en Europa la proporción es de siete a uno. Además, las tendencias históricas también son divergentes: en España las diferencias entre uno y otro grupo se han achicado con el paso de las generaciones, mientras que en el resto del continente se han agrandado.
¿Por qué este atractivo de la FP superior? No parece que la respuesta venga de los incentivos laborales que ofrece el mercado. Aunque los egresados tienen una mayor tasa de empleo y cobran más que los del nivel medio, la diferencia en España es inferior a la europea. En cambio, la desventaja respecto a los universitarios es mayor aquí. Quizás lo que esté ocurriendo es que un buen número de los que comienzan Bachillerato con idea de pasar a la universidad terminen decantándose por unos estudios más técnicos al final de esta etapa, con la esperanza de que su inserción en el mercado laboral sea más fácil a corto plazo.
En algunos países, es la FP de nivel medio la que cumple principalmente este objetivo. Austria, Alemania, Finlandia o Suiza, todas ellas economías prósperas y con buena fama en el aspecto educativo, son ejemplo de que una “pirámide educativa” equilibrada es perfectamente compatible con una fuerte apuesta por la enseñanza de tipo técnico.
Aprender en la empresa
No obstante, no todos los programas de FP tienen la misma efectividad. Especialmente útil ha demostrado ser la llamada FP dual, en la que al menos la mitad de la formación se desarrolla en la empresa. Alemania, Austria o Suiza son, una vez más, un modelo a seguir en este aspecto.
Un informe del año pasado sobre el modelo alemán destacaba, como claves de su éxito, la claridad y coherencia del marco legal que lo regula, los estímulos para las empresas participantes, la cooperación entre sindicatos y Cámara de Comercio y, sobre todo, las generosas becas y la garantía de empleo para los estudiantes. Gracias a todo ello, la satisfacción general de todos los implicados es muy alta, y el 60% de los que se forman en una empresa son contratados después.
En España, la FP dual aún no está muy extendida, lo que constituye una tercera anomalía: apenas un 3% de los matriculados en FP cursan esta modalidad, con Madrid y Navarra como las comunidades más adelantadas (por encima del 6%), mientras que la media europea está en el 38%. Además, tampoco se ha estudiado mucho hasta ahora su efectividad en términos de inserción laboral. Por eso resulta interesante el trabajo presentado por Marcel Jansen en Indicadores. Jansen ha analizado, junto con otros dos investigadores, el acceso al mercado de las tres primeras cohortes de estudiantes de FP dual en Madrid, y lo ha comparado con el de sus compañeros de curso que seguían el modelo tradicional. Las conclusiones son bastante positivas para la dual: mayor tasa de empleo y contratos más estables.
Así pues, y aunque el sistema de FP dual tiene que adaptarse a la realidad laboral de cada país, parece que el modelo que triunfa en Centroeuropa puede hacerlo también en España. Quizás su extensión podría ayudar a convencer a más estudiantes para optar por la FP después de la ESO, con lo que se corregiría también la segunda anomalía de la pirámide educativa española.