A esta increíble historia real de la desinformación británica en plena Guerra Mundial le falta un guion más dinámico e ingenioso para ser una gran película.
Este retrato gélido sobre la corrupción del sistema democrático a manos de los “lobbies” rebate la idealización de la política de algunas series americanas.
Era buena idea imaginar al joven Shakespeare con treinta años, pero la película muestra personajes del siglo XX vestidos a la usanza del XVI, en una historia sin romanticismo.