TikTok: la nueva red social que triunfa entre los adolescentes

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Puede que sea una moda pasajera, pero TikTok es hoy, tras solo cuatro años desde su nacimiento, la red social del momento entre los menores de edad. Su fórmula es sencilla: entretenimiento sin pretensiones, fomento de la creatividad, ambiente más amigable que en otros grandes foros virtuales, y por supuesto, viralidad al alcance de la mano; todo ello, a un ritmo vertiginoso y casi siempre acompañado de música. Una oferta muy seductora para casi cualquier adolescente, y no exenta de riesgos.

La manera más simple de definir TikTok es decir que se trata de una red social de vídeos cortos (lo normal es que duren unos 15 segundos, aunque el límite está en un minuto) generados por los propios usuarios, casi siempre acompañados de música y con muchos efectos de edición.

Puestos a compararlo, se podría decir que es un YouTube “menos profesional”, de tono eminentemente cómico y mucho más personal e interactivo; o un Instagram más natural, con menor dosis de autopromoción, y centrado únicamente en el vídeo. Las semejanzas con Facebook, y especialmente con Twitter, son remotas, más allá de la posibilidad de seguir a otros usuarios y dar “like” a sus contenidos.

Ligereza: una receta de éxito

Sin embargo, todas las anteriores redes, aunque alojen también contenidos cómicos, pueden considerarse fundamentalmente “serias” (lo que no significa profundas). TikTok, en cambio, se parece más a otras plataformas deliberadamente “ligeras” y más enfocadas a un público joven, como Snapchat o Vine.

Snapchat es un servicio de mensajería instantánea que permite enviar fotografías –habitualmente selfies–, fácilmente editables con todo tipo de filtros, y que se borran como mucho diez segundos después de ser abiertas. Su éxito se debió en parte al carácter desinhibido y supuestamente natural de las instantáneas (frente al postureo típico de Instagram); pero también a que se convirtió en una plataforma de adolescentes para adolescentes, que no dejaba huellas visibles por los padres, y que en no pocas ocasiones servía para compartir imágenes subidas de tono.

Por su parte, Vine, que desapareció en 2017, no era propiamente una red social, sino una herramienta de creación de microvídeos –hasta 6 segundos– que después podían colgarse en otras plataformas y se reproducían en modo bucle. El tono cómico y banal, y sobre todo el patrón de consumo frenético que provoca la corta duración de los vídeos, son los rasgos que más asemejaban este servicio a TikTok.

TikTok cuenta cerca de 800 millones de usuarios activos, y solo WhatsApp la superó en número de descargas el año pasado

Mención aparte merece Music.ly, una red social fundada por dos amigos chinos residentes en Estados Unidos que permitía crear y compartir vídeos cortos y acompañarlos de música. La variedad de filtros y efectos de cámara y sonido disponibles hacía fácil convertir un vídeo casero en un mini-videoclip muy aparente, sincronizando los labios al ritmo de la letra. Music.ly obtuvo un éxito rotundo entre los adolescentes norteamericanos. La compañía china ByteDance la compró en 2017 por 1.000 millones de dólares, y fusionó sus servicios con su propia red social de vídeos, Douyin. De esta unión nació el actual TikTok.

TikTok cuenta actualmente cerca de 800 millones de usuarios activos. Todavía está lejos de Facebook (2.500 millones), pero ya casi ha alcanzado a Instagram (1.000 millones), mientras que a Twitter hace tiempo que la dejó atrás (340 millones); no obstante, hay que decir que todas estas compañías están bloqueadas en China, país donde viven la mitad de los tiktokers del mundo. En cualquier caso, la red social está en plena expansión: solo WhatsApp la superó en número de descargas el año pasado, y en el primer trimestre de 2020 batió todos los registros históricos.

Tal éxito ha despertado el apetito de las grandes tecnológicas. Aprovechando que Trump ha dado un ultimátum a ByteDance para que cese sus operaciones en Estados Unidos (pues considera que la compañía china podría estar robando datos y difundiendo propaganda para el gobierno chino), Microsoft, Twitter y Oracle ya están pujando por hacerse con la rama norteamericana de TikTok.

Música, creatividad (de segunda mano) y “buen rollo”

En TikTok uno puede encontrar todo tipo de vídeos, y en esa variedad está parte de su encanto. Por herencia de Music.ly, hay mucho playback o coreografía de las canciones más populares del momento. También se ha puesto de moda grabar doblajes, solo o a dúo, de escenas de películas conocidas.

TikTok fomenta una mayor interacción que otras redes sociales pero en buena parte entre desconocidos

Junto a esto, existen otros formatos, desde la parodia televisiva a vídeos enternecedores de animales, tutoriales o entrenamientos. Aunque si hay un tipo de contenido que represente el ADN de TikTok, ese es la “pura payasada”, con tendencia a lo excéntrico y friki: una persona disfrazada como un oso de peluche gigante que baila y se mueve por la ciudad, simulaciones de operaciones quirúrgicas a distintas frutas, o un montaje de un gato haciendo una coreografía musical.

Gran parte de los vídeos colgados son replicados después por otros usuarios; muchos nacen incluso con esa intención, como retos lanzados al aire que en poco tiempo se convierten en tendencia. Utilizando como plantilla la secuencia original, y añadiendo música, filtros y movimientos de cámara, cualquiera puede unirse a una cadena y quizás conseguir ser viral en muy poco tiempo.

Se puede decir, por tanto, que TikTok fomenta una mayor interacción que otras redes sociales. Además, esa interacción no se reduce a dar “like” o hacer comentarios estereotipados, sino que implica una cierta creatividad, aunque casi siempre “de segunda mano”.

En cuanto al ambiente, se percibe una menor carga tóxica que en otras redes: menos hostilidad en los comentarios, y también menos autobombo. En parte, esto se debe al tono festivo –y, por qué no decirlo, banal– que predomina. A TikTok se va “de buen rollo”, a divertirse o al menos a pasar el rato, no a cambiar el mundo ni a presentar una imagen idealizada, y supuestamente íntima, de uno mismo. Con todo, siendo gran parte de su público adolescente, la vanidad y cierto postureo no deja de asomarse a muchos vídeos.

Viralidad sin celebridad

Un aspecto que se suele destacar de TikTok es que promueve un tipo de contacto entre usuarios diferente al de otras redes sociales. Por un lado, el algoritmo que decide qué vídeos sugerir a cada tiktoker no premia excesivamente el volumen de seguidores o la celebridad de quien ha creado el contenido. La fama, aunque efímera, está al alcance de cualquiera.

Por otro lado, la red no está pensada para que interactúes solo, ni principalmente, con tus conocidos o la red de amigos que hayas creado. Se trata más bien de una comunidad global y, de alguna manera, cerrada al mundo real: lo que pasa en TikTok, en TikTok se queda. Un comentarista ha señalado que la red promueve la creación de “grupos de pseudo-amigos temporales”, a los que les “une” de forma efímera un challenge, o la imitación de una misma canción. Amistades de hashtag.

No sé cómo he llegado aquí, pero no puedo irme

Esta levedad, tanto en los contenidos como en el tipo de relaciones personales que se producen, es probablemente uno de los atractivos para el público joven predominante en TikTok (aunque cada vez se apuntan más personas mayores, lo que algo dice de la sociedad).

Otro gran atractivo es la sensación de vértigo que provoca su uso. En un minuto, uno ha visto un fragmento de una coreografía, una broma pesada, un vídeo de algo que estalla, un perrito ladrando al ritmo de una canción alocada, un chico que imita los movimientos de una llama… Y todo lleno de efectos de edición (por ejemplo, pequeños cortes que eliminan los momentos de transición y aumentan la sensación de velocidad) y, generalmente, con música de fondo.

Además, todos los vídeos se reproducen en modo bucle –cuando son muy cortos, esto produce un efecto especialmente atosigante para la vista–, y aparecen uno a continuación del otro, en una cascada vertical infinita. Taylor Lorenz, especialista en tecnología en The Atlantic, lo explicaba de una forma gráfica: “Cuando ves demasiados vídeos seguidos, sientes que tu cerebro puede sufrir una congelación repentina en cualquier momento”.

El resultado es una continua descarga de dopamina, agobiante (al menos, para quien no está acostumbrado) pero muy adictiva. En esta facilidad de consumo estriban algunos de los problemas que plantea el uso de TikTok. Por un lado, su ritmo frenético no ayuda a entrenar la capacidad de atender ni de reflexionar. Alguien podría aducir que para hacerlo ya están otros ámbitos, como el escolar o el familiar, pero no hay que olvidar que cada persona tiene un solo cerebro, que los hábitos mentales no son fáciles de desarraigar, y que la infancia y la adolescencia son edades especialmente sensibles en este aspecto.

Por otro lado, aunque por lo general en TikTok no se encuentre material obsceno o violento explícito, no hay que olvidar que muchos de los vídeos utilizan como materia prima música o películas de moda entre adolescentes, que con frecuencia contienen altas dosis de zafiedad o erotismo. Si el challenge de turno consiste en bailar al ritmo de determinadas canciones de trap, es de esperar que las coreografías no vayan a ser un ejemplo de elegancia.

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