Breve guía para la COP26

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Breve guía para la COP26

La COP26 (Glasgow, 31 de octubre-12 de noviembre), la nueva edición de la Conferencia de las Partes firmantes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, es la más importante desde la COP21 (París, 2015). En ella se pretende acordar un nuevo impulso para frenar el aumento de la temperatura en la presente década. Este es un resumen de la situación de partida y de los principales puntos que se negociarán.

Aplazada un año a causa de la pandemia de covid-19, la COP26 es la primera en que se actualizan las metas quinquenales de reducción de emisiones. Por el Acuerdo de París, alcanzado en la COP21, los 196 Estados firmantes se comprometían a fijarse unas metas nacionales de reducción de emisiones para cinco años. Cada uno se adjudicaría la cantidad que quisiera, pero al cabo de cada quinquenio tenía que presentar unas metas más exigentes que las anteriores.

El objetivo del Acuerdo es que el aumento de la temperatura media de la superficie terrestre sea, al final de este siglo, notablemente inferior a 2 ºC con respecto a la época preindustrial, y preferentemente menos de 1,5 ºC. Como el aumento ya dado se estima en 1,1-1,3 ºC, será muy arduo evitar una subida de dos o cuatro décimas más. Exigiría, según los cálculos comúnmente admitidos, que en 2030 las emisiones netas de carbono bajaran un 45% con respeto a 2010, y se dejaran en cero en torno a 2050.

Metas insuficientes

Las nuevas metas que los países llevan a Glasgow se quedan cortas. Según la presidencia de la COP26, supondrían llegar a 2030 con un aumento del 16%. El problema es el de siempre: aunque los países desarrollados (PD) están en principio dispuestos a adoptar reducciones exigentes, eso no basta. Y los países en desarrollo (PED) alegan que es injusto pedirles el esfuerzo de una transición ecológica rápida después de que los ricos se hayan industrializado contaminando la atmósfera durante dos siglos con energía barata.

En general, los PD han planteado objetivos bastante más ambiciosos que en el quinquenio pasado. La UE se propone para 2030 recortar sus emisiones netas un 55% con respecto a 1990, en vez del 40% fijado antes, y dejarlas a cero en 2050. EE.UU. las bajará a un 50-52% menos que en 2005, en vez de a un 26-28% menos. Entre los dos suponen el 23% de las emisiones actuales.

Grandes productores y consumidores de carbón, como China, Rusia o Australia, se resisten a comprometerse a abandonarlo

Australia y Nueva Zelanda son excepciones entre los países ricos, pues sus nuevas metas no mejoran las primeras. Peor es que en el mismo caso estén países emergentes mucho más grandes, como Brasil, México, Rusia o India. Sobre todo, preocupa China (primera emisora del mundo, con el 28% del total): solo promete que alcanzará el máximo de emisiones “antes” de 2030, en vez de “en torno a” ese año.

Pocos acuerdos en el G20

En la COP26 difícilmente se cambiarán las metas nacionales, pues un plan de reducción de emisiones requiere meses de elaboración por parte de varios departamentos del gobierno. Las discusiones se centrarán en otros temas, como los siguientes. Algunos se debatieron en la cumbre del G20 celebrada en Roma justo antes de la conferencia de Glasgow.

Mantener vivo el objetivo de 1,5 ºC. Se trata de reafirmar expresamente y evitar que se diluya esa aspiración. Los líderes del G20 la apoyaron teóricamente, pero no decidieron apenas medidas concretas para lograrla.

Poner fecha final al uso del carbón (se entiende: sin captura y almacenamiento del CO2 emitido). Entre los miembros del G20 están varios de los mayores productores y consumidores de carbón –China, Rusia, Australia–, que se resisten a abandonarlo. Un gesto de China a última hora fue anunciar que dejaba de participar en la construcción de centrales eléctricas de carbón en el extranjero. En la cumbre, los demás países miembros suscribieron ese mismo compromiso, pero no se pusieron de acuerdo en un plazo para dejar de usar el carbón ni para eliminar los subsidios a los combustibles fósiles a nivel nacional.

Los miembros del G20 suman entre todos tres cuartas partes de las emisiones totales y el 80% del PIB mundial. Que no hayan alcanzado acuerdos sobre medidas concretas supone un mal augurio para las negociaciones en la COP26.

Otros puntos prioritarios son estos:

Que los PD destinen 100.000 millones de dólares anuales para ayudar a los PED. Esa cantidad es la que se prometió informalmente en la COP15 (Copenhague, 2009), pero los PD nunca han querido que sea vinculante. En 2019 dieron unos 80.000 millones, según la estimación de la OCDE; no hay datos de 2020, pero la suma probablemente fue menor, por la emergencia sanitaria.

No sería raro que la COP26 terminara sin grandes avances, pero es probable que se logren acuerdos en varios aspectos parciales

De todas formas, para dar dinero hace falta también que haya proyectos en que gastarlo; proyectos de transición energética o de adaptación al cambio climático, que son los dos fines de la ayuda. La financiación se canaliza a través de más de 25 agencias coordinadas por el Fondo Verde del Clima, de la ONU. Cada una tiene sus reglas; algunas, por ejemplo, exigen que los proyectos promuevan la igualdad de género. La evaluación de proyectos es laboriosa, y los resultados se hacen esperar.

Además, si la Agencia Internacional de la Energía no se equivoca, la ayuda prometida es solo el 5% de las inversiones climáticas totales que necesitan anualmente los PED. Lo que resalta otro punto débil de la ayuda: la escasa contribución del sector privado, que en 2019 fue de 14.000 millones de dólares, menos del 20%, según la OCDE.

Dejar de fabricar automóviles con motor de explosión entre 2035 y 2040. Francia ya ha tomado la decisión, que entrará en vigor en 2040. Por su parte, la Comisión Europea propone eliminar los permisos de emisión para vehículos en 2035, lo que tendría el mismo efecto. La electrificación del transporte urbano y por carretera supone un reto fiscal: cómo compensar la pérdida de los ingresos que proporcionan los impuestos sobre la gasolina.

Terminar con la deforestación en 2030. Esto afecta principalmente a países tropicales, que pedirán compensaciones a los PD por limitar la explotación de los bosques.

Un plan para la reducción de las emisiones de metano. Este gas tiene un efecto invernadero 84 veces más potente que el del CO2 en un periodo de 20 años, aunque a cambio permanece mucho menos tiempo en la atmósfera. Y como representa el 16% de las emisiones de gases de efecto invernadero, reducir significativamente su concentración en la atmósfera es más fácil y más eficaz a corto plazo. La propuesta de la presidencia es una reducción de al menos el 30% en 2030 y del 50% en 2050, lo que podría bajar la temperatura 0,2 ºC. En Roma, los líderes del G20 prometieron disminuir “significativamente” las emisiones de metano, sin más precisión.

Asuntos pendientes

Además, en Glasgow se discutirán algunas cuestiones pendientes en torno a la interpretación de medidas adoptadas en el Acuerdo de París.

Una se refiere a la manera de hacer balance en los mercados de emisiones, para evitar que una misma reducción se cuente por duplicado, para el vendedor y para el comprador. También hay que decidir si se pueden usar tras París los permisos correspondientes al régimen previo, el del Protocolo de Kioto, cosa que quieren algunos países y la que oponen porque podría provocar una fuerte caída de los precios de los permisos. Ambos asuntos quedaron sin resolver en la COP25 (Madrid, 2019).

Asimismo, habría que definir el periodo de validez de las metas nacionales. Casi todo el mundo entiende que son cinco años, pero una ambigüedad del Acuerdo de París permite a Brasil y otros defender que pueden ser diez años, divididos en dos etapas de cinco. Los que se oponen a esta interpretación alegan que alargar los planes nacionales restaría exigencia y capacidad de adaptarse a los cambios de situación y al avance de los conocimientos científicos.

Los debates en Glasgow tendrán lugar con el desafortunado trasfondo de la actual crisis energética tras el covid-19. Europa sufre un fuerte encarecimiento del gas natural, mientras países asiáticos le disputan los suministros y sin que las fuentes renovables hayan podido suplir el aumento de la demanda. El carbón vuelve a ser tentador, y China, aunque haya prometido dejar de favorecerlo en el extranjero, en la presente crisis energética recurre más a él para asegurar la producción eléctrica nacional.

A la vista de los temas planteados, no sería raro que la COP26 terminara sin grandes avances, pero es probable que se logren acuerdos en varios aspectos parciales.

4 Comentarios

  1. Comparto la observación del comentario anterior: Las previsiones realizadas por parte de los organismos proponentes de esta teoría ( IPCC, etc.) en los últimos treinta años, han resultado totalmente fallidas. Se agradecería incluyeran también visiones más escépticas, especialmente en lo que atañe al modo de enfrentarse a la hipotéticas consecuencias de este incremento de temperaturas. Por ejemplo, Bjorn Lomborg o Mike Schellemberger.
    Muy llamativo es el hecho de que ahora la UE vaya a aceptar la energía nuclear como energía verde.

  2. Preocupante que se dé por hecho una teoría de cambio climático llamado antes calentamiento global. Además es dudosísomo que el ser humano sea capaz de invertir la situación cambiando el clima a su antojo como sino estuviera en su mano

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