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«El Código Da Vinci», número uno en la lista de libros más criticados

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

El Código Da Vinci, de Dan Brown (ver servicio 167/03), fue descalificado por la crítica, que lo considera de mala calidad literaria (ver servicio 11/04). Ahora se contestan también sus tesis de fondo. Como cuenta Laurie Goodstein en el New York Times (27 abril 2004), en Estados Unidos ha aparecido una decena de libros que replican a Brown. La autora de uno de ellos, Amy Welborn, resume sus objeciones a la novela en una entrevista para la agencia Zenit (3 mayo 2004).

Puede resultar extraño que alguien se moleste en desmentir acontecimientos y teorías expuestos en una obra de ficción. Sin embargo, explica Laurie Goodstein, El Código Da Vinci pretende ser, según el mismo autor, más que una ficción. La novela, dice la periodista, «podría parecer poco más que un bodrio descarado». Pero, señala, se abre con una página titulada «Fact» (dato), que concluye así: «Todas las descripciones de obras de arte, arquitectura, documentos y rituales secretos narrados en esta novela son exactas». Además, añade Goodstein, Dan Brown dice en su página web que «en mi opinión personal, las teorías expuestas por los personajes tienen fundamento».

Por eso «han aparecido o van a aparecer más de diez libros, la mayoría en abril o mayo, con títulos que prometen romper, desmentir, hacer saltar o descodificar El Código Da Vinci». «Es importante que hablemos alto y claro, porque este libro es un ataque directo contra la fe cristiana», dice Erwin Lutzer, autor del libro The Da Vinci Deception e influyente pastor evangélico de Chicago.

Otra réplica es Cracking Da Vinci’s Code, firmada por Peter Jones y James Garlow, pastor protestante de San Diego. Dice Garlow al New York Times: «No creo que sea solo una novela inocente con una trama que cautiva. Creo que su objetivo es convencer a la gente de una concepción [del cristianismo] incorrecta e históricamente inexacta».

Aunque la novela imagina una conspiración vaticana para ocultar la verdadera historia de Jesús, Goodstein señala que «entre los críticos hay protestantes evangélicos y católicos». En uno y otro campo, «se ofrecen en las iglesias folletos y guías para lectores a los que la novela haya llevado a cuestionarse su fe. Las conferencias y sermones sobre El Código Da Vinci atraen a numeroso público».

Una crítica más a la obra de Dan Brown es Decoding Da Vinci, de Amy Welborn, católica, periodista del semanario Our Sunday Visitor. En la citada entrevista para Zenit, Welborn explica: «Dentro del marco de su novela, Dan Brown presenta muchas afirmaciones sobre la historia, la religión y el arte. Las presenta como verdad, no como parte de su mundo de ficción».

Welborn aporta algunos ejemplos: «Uno de los puntos centrales de Brown es que los primeros cristianos no creían que Jesús fuera divino, y que Jesús y María Magdalena estaban casados. Coloca estas afirmaciones en boca de los personajes eruditos, y las enmarca con frases como ‘dicen los historiadores’ o ‘consideran los estudiosos’. Además, presenta como verdaderas, no obstante su carencia de fiabilidad, fuentes que también se ofrecen en su página web. Incluso en diversas entrevistas afirma repetidas veces que en su libro presenta una ‘historia perdida’ hasta ahora para los lectores, y que está contento de hacerlo».

A juicio de Welborn, lo que ha desconcertado a algunos lectores es «que en boca de eruditos ficticios, Brown sostiene que la Iglesia cristiana se ha empeñado en una ocultación destructiva de la verdad, así como la idea de que Jesús no fue considerado divino por sus primeros seguidores». Así, «Brown dice que el ‘partido de Pedro’, es decir, el cristianismo ortodoxo, se opuso a María Magdalena y la demonizó. Pues bien, en los tres primeros siglos del cristianismo tenemos muchos ejemplos de Padres de la Iglesia que sostenían que María Magdalena era digna de especial alabanza. María Magdalena es honrada como santa en el catolicismo y en la ortodoxia. ¿Cómo es que se la demonizó?»

Además, Brown se basa en fuentes más bien tardías, sobre todo escritos gnósticos, que él interpreta a su manera. En cambio, no tiene en cuenta para nada «los escritos del Nuevo Testamento, que incluso los eruditos más escépticos datan en el primer siglo, como tampoco a los Padres griegos y latinos, ni la evidencia litúrgica de los tres primeros siglos».

«Animo a los lectores, en fin, a que no dependan de las tonterías de esta novela para ampliar su conocimiento de los orígenes cristianos. Si están interesados en saber quién era Jesús de verdad y qué fue lo que predicó, hay un modo muy accesible de hacerlo, que no tiene nada de secreto ni de oculto. Es el Nuevo Testamento. Si quieren encontrar a Jesús, comiencen por ahí. Se quedarán sorprendidos de lo que encuentren».

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