“Estamos agradecidos a Melania Trump y a la Santa Sede por sus esfuerzos para repatriar a los niños ucranianos”

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Mykola Kuleba, director ejecutivo de Save Ukraine, informa al Senado de EE.UU. sobre las atrocidades cometidas por los rusos contra los menores ucranianos secuestrados (foto: Save Ukraine)

Un par de siglos atrás, parecería un mercado de esclavos: una web del Departamento de Educación de la región ucraniana de Lugansk, ocupada militarmente por Rusia y subordinada al Kremlin, ha creado un catálogo de niños ucranianos “huérfanos o sin cuidado parental” que pueden solicitarse en adopción, sin que los potenciales padres adoptivos tengan que cumplir demasiados requisitos. La “oferta” permite seleccionar a los menores según sus rasgos físicos, como el color de los ojos y el cabello, así como de comportamiento: “Es obediente”, “es tranquila”, “le gusta bailar”…

De todas las guerras absurdas de medio siglo para acá, la que desató Rusia contra Ucrania en febrero de 2022 ha traspasado unos límites que ninguna potencia moderna, en sus más cuestionables intervenciones militares, se ha atrevido a franquear: Moscú le ha robado niños a su adversario (más de 19.500), se los ha llevado a su territorio y busca “cambiarles el chip” por métodos, diríamos, soviéticos: un entrenamiento militar que no han pedido ni autorizado sus familiares, un violento adoctrinamiento ideológico, la prohibición de usar los colores patrios de Ucrania… Con el mencionado catálogo, los rusos pasan además por encima de las muy necesarias cautelas que conlleva todo proceso de adopción; esto, sin mencionar que ningún gobierno tiene autoridad para iniciar procesos de este tipo –incluso si los protocolos de actuación fueran escrupulosamente observados– con niños de un país con el que está en guerra.

Rusia ha enviado a menores secuestrados a unos 200 centros de entrenamiento o los ha colocado en familias rusas

A nivel internacional, estas y otras acciones lesivas del bienestar de los menores ucranianos se ganaron recientemente una reprimenda de la Asamblea General de la ONU. El 4 de diciembre, una resolución del organismo exigió a la Federación Rusa “garantizar el retorno inmediato, seguro e incondicional” de todos los que han sido deportados por la fuerza, así como abstenerse de separar a las familias ucranianas y de adoctrinar a los menores y cambiar su estatus “mediante la concesión de la ciudadanía, la adopción o la colocación en familias de acogida”.

Como Rusia hace oídos sordos, muchas voces piden a EE.UU. que acabe de ejercer su formidable capacidad de presión –como se ve, en cierto reposo– sobre su tradicional rival. Washington –dice en The Atlantic Kristina Hook, investigadora no residente del Atlantic Council– “cuenta con herramientas sin explotar, que incluyen sancionar a personas e instituciones directamente implicadas en el secuestro de niños ucranianos, y apoyar las iniciativas multilaterales de rendición de cuentas”. Según explica, el Gobierno de Trump podría “liderar un esfuerzo de información coordinado para identificar a los niños y contrarrestar las tácticas de ocultación rusas”. Tácticas, vale añadir, que no solo incluyen la colocación de los menores entre familias rusas, sino su envío a unos 210 centros de entrenamiento por todo el país, y aun a Corea del Norte.

“Si Rusia puede secuestrar a decenas de miles de niños con impunidad durante una gran guerra europea sin enfrentar consecuencias reales, entonces ninguna norma que proteja a los niños en conflicto podrá sostenerse en ningún lugar”, asegura Hook, y agrega: “Si EE.UU., con su inmenso poder militar, diplomático y económico, no puede obligarla a devolver a miles de niños ucranianos secuestrados, se hace más difícil argumentar que pueda disuadirla de nuevas agresiones o prevenir violaciones de un futuro acuerdo de paz”.

Tocando puertas, mostrando los horrores

Una de las organizaciones que primero dieron la voz de alarma acerca del vergonzoso catálogo en Lugansk fue Save Ukraine (SU), la mayor de las que trabajan en el rescate de menores ucranianos. Lo hace desde 2014, año en que Rusia invadió Crimea y las regiones del este del país. SU mueve cielo y tierra para intentar traer de vuelta a los niños secuestrados por los ocupantes, les brinda apoyo a las familias y, una vez de regreso los menores, les ofrece respaldo material y psicológico y les facilita la reinserción en la sociedad de la que fueron arrancados.

Su director ejecutivo, Mykola Kuleba, excomisionado presidencial de los Derechos del Niño (2014-2021), acudió personalmente al Capitolio de Washington el 3 de diciembre a presentar pruebas de la barbarie rusa. Historias como la de la mujer encinta a la que los invasores dijeron que únicamente le harían la cesárea si aceptaba darle al recién nacido la ciudadanía rusa; o la de la tortura hasta la muerte de un adolescente al que le encontraron en su móvil mensajes a las tropas ucranianas, o la de cómo amenazaron a otro chico con enviarlo a un submarino si no estaba dispuesto a coger un fusil y disparar contra sus compatriotas… Sangrantes historias reales, con las que intenta sacudir las conciencias de sus interlocutores dondequiera que se presenta la oportunidad.

Para acoger temporalmente a un menor ucraniano, la administración rusa no exige al eventual tutor limpieza de antecedentes ni un certificado de aptitud psicológica

Hace unos días, precisamente tras regresar de “tocar puertas” en varias capitales, el director de SU accedió a responder a varias preguntas de Aceprensa:

– Señor Kuleba, de los 19.546 menos identificados como secuestrados, ¿cuántos han podido regresar a Ucrania por mediación de SU?

– Han vuelto casi 1.050. De ellos, solo en 2025 fueron repatriados 520. Las estadísticas generales, que incluyen a los repatriados por otras ONG y por el Estado, indican que han regresado unos 1.600 niños.

En Rusia, los niños han sido ubicados en campamentos, pero también en hogares privados. ¿Qué requisitos impuso Moscú a las familias de acogida o adoptivas? ¿Ha sido menos dura la experiencia de estos menores al estar bajo el cuidado de familias? ¿Tienen por ello menos probabilidades de ser rescatados que los que permanecen en instituciones?

– Tenemos experiencia en el retorno de niños ubicados en familias rusas, y es difícil lograr su devolución tanto desde instituciones como desde familias. Una vez, cuando fuimos a buscar a un niño colocado en una familia rusa, tan solo tres días antes de la fecha prevista para su regreso, esos tutores le habían lavado el cerebro de tal manera que no quería siquiera salir a saludar a su hermana biológica. No puedo decir que esta experiencia sea menos traumática [que si hubiera estado en una institución]. Los niños son sometidos a adoctrinamiento tanto en las familias de acogida como en los campamentos.

En cuanto a las condiciones impuestas por Rusia a esas familias, lo que ha hecho es rebajarles los requisitos para que puedan acoger. Por ejemplo, introdujeron la posibilidad de acoger a niños ucranianos bajo tutela temporal, pero un tutor temporal no necesita someterse a exámenes por parte de un narcólogo o un psiquiatra, ni tampoco presentar un certificado de ausencia de antecedentes penales relacionados con delitos sexuales u otras infracciones graves. Y sin embargo, las potestades de un tutor temporal y uno permanente son las mismas.

Al rescate de los niños le sigue una etapa de «desprogramación» de las mentiras inculcadas por los rusos, así como tratamientos para superar los traumas sufridos (Foto: Save Ukraine)

Rusia está aplicándoles a estos niños un brutal programa de reeducación. De los rescatados, ¿alguno ha reflejado este rechazo inculcado a la cultura ucraniana? ¿Ha sido necesario trabajar psicológicamente con alguno de ellos para “desrusificarlos”?

– Sí; hemos tenido niños que, por ejemplo, se negaban a tomar en sus manos la bandera ucraniana. Más tarde descubrimos que esto se debía a que los colores amarillo y azul, así como la bandera, estaban prohibidos en los territorios ocupados. Usar estos colores o la bandera estaba vedado, y, al tenerlos delante, a los niños se les activaba una alerta, pues lo relacionaban con un castigo.

Todos los niños han sido sometidos a adoctrinamiento, en menor o mayor medida. Algunos asimilaron esta propaganda más profundamente que otros. Por eso desarrollamos un iniciativa de «desprogramación», según la cual evaluamos el nivel de trauma causado por el adoctrinamiento y ayudamos al niño a recuperar parte de su identidad perdida. Esto incluye estudiar historia, aprender ucraniano y desmentir los mitos impuestos por Rusia. Es un trabajo necesario.

Al Lejano Oriente, con lo peor de lo peor

Sobre el “catálogo de niños” de Lugansk, ¿sabe si en Moscú conocían este asunto? ¿Qué tan común ha sido esa práctica?

– La práctica está bastante extendida en Rusia y en los territorios ucranianos temporalmente ocupados, y el catálogo no se ha retirado, pese a la indignación pública. Algunos niños ya han desaparecido del listado; entendemos que porque alguien ya los adoptó o los puso bajo su tutela. Pero siguen apareciendo otros nuevos en el catálogo. Estamos trabajando para identificar a cada uno y establecer contacto con ellos. Lo hemos logrado ya en algunos casos y seguimos trabajando. Y sí, por supuesto que Moscú es plenamente consciente de esta práctica.

“Los instructores que trabajarán con los niños ucranianos en Corea del Norte tienen experiencia en combates, torturas, reeducación y adoctrinamiento”

De los niños secuestrados, ¿cuántos quedaron realmente huérfanos como consecuencia de la guerra? ¿Qué porcentaje representan en comparación con los que fueron separados de sus padres vivos?

– Actualmente, entre el 10% y el 15% son niños que quedaron huérfanos por la guerra; es decir, sus padres fueron asesinados o detenidos ilegalmente. El resto fueron separados de familias cuyos padres siguen vivos.

Varios medios de comunicación han informado de que dos menores incluso han sido enviados a Corea del Norte. ¿Por qué allí? ¿Por qué esos dos niños específicamente? ¿Qué se sabe de ellos?

– Esto lo informó un activista ucraniano de derechos humanos durante las audiencias en el Senado de EE.UU. Nuestra organización desconoce el destino de estos niños, por lo que quizás debería consultar la fuente original. ¿Por qué Corea del Norte? Pues lo que observamos es una práctica consolidada: Rusia ha adoptado una política demográfica que prevé el asentamiento en regiones remotas, como Siberia, Kamchatka, la isla de Sajalín y las Kuriles. Hay una tendencia a enviar niños hacia allí, algunos, temporalmente; otros, para que se queden mucho más tiempo. Enviarlos a Corea del Norte es peligroso, porque se trata de un país militarizado. Los instructores que trabajarán con los niños allí tienen experiencia en combates, torturas, reeducación y adoctrinamiento. Han lidiado con presos en las cárceles rusas. Esto lo hacen para profundizar en la militarización de los niños.

Desde Roma, una mano amiga

Ucrania ha solicitado la ayuda del Vaticano para traer a todos los niños a casa. ¿Ha podido mediar este Estado en el rescate de alguno de ellos?

– En efecto, se ha conversado con el Vaticano para que medie en las negociaciones con Rusia para el retorno de niños. Ha habido cierto éxito, aunque muy pequeño: unos 20 niños han sido repatriados gracias a esta mediación. Hasta donde sé, la Santa Sede no participa activamente en este proceso, pero sí ayuda a nuestros niños a reintegrarse, al organizarles viajes a Italia y al Vaticano para que tengan la oportunidad de relajarse, de recuperarse y de experimentar emociones positivas, lo que contribuye enormemente a su rehabilitación y reinserción.

Por último, hace unos días, el Kremlin repatrió a algunos niños gracias a la mediación de Melania Trump. ¿Se espera que la Sra. Trump intervenga en la resolución de más casos?

– Melania Trump declaró que mantiene un canal de comunicación abierto con Putin, a través del cual ayuda a repatriar a niños. Este es el segundo caso de este tipo. Sin embargo, los detalles se mantienen en la confidencialidad, al igual que los de todos los canales de retorno. Procuramos no revelarlos, ya que su publicidad y divulgación podrían perjudicar tanto la existencia de estos canales como las futuras devoluciones.

En cualquier caso, estamos sumamente agradecidos por todos los esfuerzos de Melania Trump y la Santa Sede para repatriar a los niños. Creemos que cuantas más personas conocidas e influyentes se unan a este proceso y presionen a Vladímir Putin para que los devuelva, mejor para nosotros y para nuestra nación.

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