ecologi-tragica

Ecología trágica

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALÉcologie tragique

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2025)

Nº PÁGINAS218 págs.

PRECIO PAPEL18,95 €

PRECIO DIGITAL9,49 €

TRADUCCIÓN

GÉNERO

En Ecología trágica, Fabrice Hadjadj vuelve a incomodarnos con ternura y con su inconfundible estilo. Su libro no es un manual medioambiental ni una denuncia militante, sino una meditación sobre nuestra manera de habitar el mundo, con todo lo que ello comporta de fragilidad, de culpa y de belleza. Hadjadj no pretende salvar el planeta, sino rescatar la mirada con la que lo contemplamos.

La tensión entre durar y dar atraviesa toda la obra. Desde las primeras páginas, el autor denuncia el tono dramático del discurso ecológico actual. Hemos reducido la ecología a una cuestión de supervivencia de la especie o, en el extremo opuesto, a un panteísmo posmoderno. Hadjadj se distancia de ambos extremos. Frente a la obsesión por conservar a toda costa, propone la evidencia evangélica de que la vida no consiste solo en durar, sino en darse. No hay fruto sin semilla que muera. Y frente a la divinización caótica de la naturaleza, defiende la lógica del don: una entrega que hace posible que otro, o lo otro, viva.

La de Hadjadj es, así, una ecología trágica en el sentido más clásico del término: una ecología del límite, de la humildad y del don, donde se revela que la muerte es, al mismo tiempo, cumplimiento y comienzo. Más que una transición energética global, sugiere una conversión interior: una mirada nueva sobre cómo agradecemos, contemplamos y nos relacionamos con lo que no controlamos.

Es inevitable reconocer en Ecología trágica resonancias de Laudato si’. La intuición de fondo es la misma: entender que la crisis ecológica es también una crisis de sentido, una crisis de mirada. La conversión ecológica que ambos textos plantean no consiste en querer que todo perdure, sino en respetar –y agradecer– el ciclo del ser.

Como ocurre con la encíclica, tampoco la lectura de Hadjadj resulta cómoda. Ninguna conversión admite atajos: requiere oración y reflexión. Su texto oscila entre la meditación y la provocación, entre la profundidad filosófica y la imagen poética, con una ironía que a veces desconcierta. Pero bajo esa aparente complejidad late una enseñanza clara que aleja la nostalgia y el pesimismo. Aceptar la finitud como parte del proyecto divino y condición de lo humano debería ser fuente de una alegría trágica, pues cuidar el mundo no es detener el tiempo, sino vivir de modo que la vida pueda continuar después de nosotros.

Bien entendida, la ecología no es conservación de recursos, sino acompañamiento. Aprender a desprenderse sin desesperar. Visto así, Ecología trágica acaba siendo un libro sobre la humildad: sobre el arte de volver a mirar la Tierra, no como objeto de explotación ni como ídolo de adoración, sino como hogar –y misterio– compartido que pide cuidado, silencio y gratitud.

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