Esta delicada película de animación japonesa, basada en el clásico autobiográfico de Tetsuko Kuroyanagi, ofrece un retrato entrañable de la infancia y una defensa apasionada de una educación alternativa y personalizada. A través de los ojos curiosos de Totto‑chan, una niña vivaz en el Japón de los años 40, la película sigue su paso por una escuela alternativa que prioriza la escucha y el respeto a cada niño, mientras en el trasfondo se insinúa el avance de la guerra.
El director de la película es Shinnosuke Yakuwa, conocido especialmente por su trabajo como realizador y guionista de las últimas películas del popular gato Doraemon. En esta película da un salto imponente de calidad, con un resultado final que recuerda en el estilo pictórico a Isao Takahata (especialmente a la magistral El cuento de la princesa Kaguya), y en la calidez y sencillez de la historia, al Hayao Miyazaki de Ponyo en el acantilado o Mi vecino Totoro.
La historia aborda con ternura temas como la amistad, la diversidad, el primer contacto con la muerte y el peso silencioso de los tiempos convulsos. Aunque en algunos momentos incurre en cierto simplismo buenista y es irregular en la profundidad narrativa, se mantiene honesta en su mensaje humanista y es especialmente acertada al recrear la mirada de la infancia.
Más que una narración de grandes conflictos, Totto‑chan es un sencillo canto a la inocencia, la capacidad de asombro y la esperanza en tiempos difíciles.