Musk, las contradicciones de un innovador

publicado
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Elon Musk
Paris,,France,-,June,16,,2023:,Elon,Musk,,Founder,,Ceo,

Elon Musk (foto: Frederic Legrand/Shutterstock)


La editorial Debate acaba de publicar en español la biografía de Elon Musk (cuyo nombre da título a la obra) escrita por Walter Isaacson. Musk pertenece a ese linaje de innovadores tecnológicos que hacen las delicias de quienes andan a la caza de estereotipos: sudafricano, hijo de una familia disfuncional, víctima de los malos del colegio y dueño de una inteligencia perseverante y profética
.

El fundador de Tesla es un americano de adopción que se ha hecho a sí mismo, encumbrado solo gracias a su tenacidad y a su conciencia misional, por decirlo así. También es conocido por sus ataques de ira, su perfeccionismo enfermizo y su falta de empatía, rasgos que comparten los disruptores tecnológicos, como Steve Jobs o Bill Gates.

Walter Isaacson, maestro en el arte de la biografía, ha acompañado al genio durante más de dos años y ha conversado con defensores y detractores de un individuo que suscita admiración y recelo a partes iguales.

A Musk no le guía ni el dinero ni la fama, sino una vocación por hacer la vida del ser humano más satisfactoria y cómoda, lo cual no significa mejor, aunque él esté convencido de que sí. En su tesón por abrir nuevos caminos se percibe un aura parecida, además, a los superhéroes de su infancia, a quienes él, aunque pasados ya los cincuenta, desea emular.

La paradoja está, sin embargo, encarnada en su propia personalidad y de modo muy marcado. Y es que él, que se arroga el destino de salvar a las futuras generaciones, es a menudo insoportable para los que tiene más cerca. Estos, en verdad, confiesan temerle cuando entra en lo que una de sus parejas ha llamado el “modo demonio”. En situaciones así –ante el fallo de un ingeniero o la imprecisión de un director de ventas, incluso ante alguien realista que censura sus disparatadas innovaciones– sus respuestas pueden ser brutales, literalmente violentas. Que se lo digan a su hermano Kimbal con quien a veces ha llegado a las manos. O a los miles y miles de trabajadores que expulsó, sin que le temblara la chequera, al colonizar Twitter.

El matón del barrio

Como cuando perfiló la vida de Jobs, tampoco, a la hora de pasar revista a la de Musk, Isaacson se transforma en juez. Se limita a ejercer de testigo, dotando a su texto de un ritmo trepidante. Cree que Musk, a pesar de sus chifladuras, es hombre de una creatividad inconmensurable y que en él la megalomanía está acompañada de una sincera preocupación por el futuro de la humanidad.

Según Isaacson, Musk es hombre de una creatividad inconmensurable y cuya megalomanía está acompañada de una sincera preocupación por el futuro de la humanidad

Sea o no esta inquietud fruto de su desordenada pasión por la ciencia ficción o una muestra de su generosidad, se puede decir que el fundador de SpaceX es el típico friki que se niega a crecer. No extraña saber, pues, que sus ambiciosos proyectos empresariales –desde el coche eléctrico hasta los cohetes o su interés por la inteligencia artificial– empezaran a fraguarse en su más tierna infancia, cuando pasaba la noche devorando libros y enciclopedias.

Algo del adolescente –y mucho del geek– queda en el Musk adulto. Y no tanto porque siga pasando su ocio empachándose con videojuegos o esté preso de una inestabilidad emocional algo patológica, sino porque su imagen de niño revoltoso y contestón es la que más sobresale en X, el nombre con que rebautizó Twitter. Para Isaacson, su comportamiento gallito, especialmente durante la tumultuosa y alocada adquisición de la compañía, es típico del joven que se envalentona, del macarra o chulo de barrio, sin filtros, que busca revancha, tras haber sido durante un tiempo el hazmerreír de la escuela.

La agresividad es, sin embargo, el rasgo más común entre los techies: esos superdotados de la informática que han amasado grandes fortunas de la noche a la mañana, desenfadados, y a quienes rinden pleitesía banqueros encorbatados. Da igual la talla, el currículum o los ceros de la cuenta corriente de su interlocutor: Musk los despedaza, como si viviera permanentemente en un cuadrilátero.

El futuro de la humanidad

Tiene claro su objetivo: quiere convertir al ser humano en una especie multiplanetaria para evitar su extinción. Ese propósito explica sus variados intereses y sus desproporcionados planes: Tesla es el resultado de su obsesión por el futuro del planeta y la necesidad de hallar alternativas menos contaminantes; SpaceX responde a su deseo de llegar a Marte y poblarlo; su desvelo por que la Inteligencia Artificial no se convierta en una amenaza para el ser humano le ha llevado a enfrentarse a Google, a su juicio menos escrupulosa con nuestro destino. Quiere establecer un límite moral a la tecnología, de modo que los robots no puedan nunca superar al ser humano que los crea.

Musk tiene claro su objetivo: quiere convertir al ser humano en una especie multiplanetaria para evitar su extinción

Genio es quien pide lo imposible. Por ejemplo, que el modelo de coche eléctrico no sea un carrito de golf, sino un deportivo que pueda competir con un Porsche y que se pueda producir en cadena. Tan barato, en fin, como un Ford. Y lo ha conseguido: recientemente se ha sabido que Tesla ha despuntado en el mercado europeo, muy por encima de sus competidores. Lo mismo ha ocurrido con sus cohetes reutilizables, que ya han puesto en órbita innumerables satélites. Su última ocurrencia es que en X, su red social, los creadores puedan cobrar por el contenido que generan.

Musk también está ahora en el punto de mira de la corrección política a consecuencia de su oposición a los valores woke. Quiere que la libertad de expresión campe a sus anchas por Internet, aunque sus prácticas a veces sugieran lo contrario. Aunque ha presentado su desembarco en Twitter como una victoria en favor del pluralismo, es indudable que los datos que recopilará con su adquisición le servirán para hacerse mucho más rico en el futuro.

Claroscuros

Isaacson ha escrito una biografía que arroja luz, pero no olvida indicar dónde se encuentran las sombras. Y estas no solo dejan a oscuras el lado familiar, en el que Musk no ha encontrado –ni ofrecido– estabilidad. En su compromiso con la humanidad, decidió ser padre de una larga progenie, concebida artificialmente o recurriendo a vientres de alquiler, tras morir su primer hijo. Jenna, su hija trans, ha dejado de hablarle: en su opinión, su padre es un capitalista sin escrúpulos.

Las nuevas tecnologías favorecen tanto la disrupción y el progreso que muy pocos momentos de la historia han visto un número de innovadores por metro cuadrado tan elevado como el nuestro. Isaacson se ha propuesto radiografiar la personalidad de los valientes que surcan el espacio o idean formas insospechadas de comunicación, ofreciendo un relato veraz y cercano de sus talentos. Pero quien se acerca a estos gigantes de lo nuevo no puede dejar de preguntarse si el éxito exige asumir tantos costes, personales y morales, o, lo que es lo mismo, si ha llegado el momento de moderar nuestra admiración por personas con tantas contradicciones y aristas.

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