“Eso solo lo haría un Piscis”: la espiritualidad esotérica de la Generación Z

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“Tienes toda la pinta de ser un Géminis”. Puede que hayas oído algo por el estilo últimamente y no sabes si es bueno o malo (spoiler: suele ser malo). Quizá alguien te ha preguntado la hora exacta a la que naciste. O te ha dicho que la culpa de un incidente desagradable es que Mercurio está retrógrado. Que oye, todo puede ser. Lo que es cierto es que el tarot, la numerología, la astrología y todo tipo de creencias alternativas están en alza.

Los datos lo confirman. Una encuesta de YouGov publicada en 2022 preguntaba a 1.000 estadounidenses si tenían alguna de las 20 creencias vagamente definidas como “espiritualismo de la nueva era”. Los resultados revelaron que el 87% tiene al menos una de esas creencias.

Todavía más reciente es un informe de la Fundación Jean Jaurès y la Fundación Reboot de enero de 2023 que evalúa las creencias de los jóvenes franceses de entre 11 y 24 años, y recoge que el 49% cree que la astrología es una ciencia, el 35% cree en la reencarnación y el 23% cree en los fantasmas.

Un estudio del Instituto Springtide en 2021 señala que el 51% de una muestra de más de 10.000 encuestados de entre 13 y 25 años acude a las cartas de tarot o a la adivinación. De ese porcentaje, el 17% lo practica a diario, el 25% una vez a la semana, el 27% una vez al mes y el 31% menos de una vez al mes.

Un informe de Fullscreen (2019) también sostiene que en la actualidad está surgiendo una cultura mística entre los jóvenes de 18 a 34 años, ya que el 43% tomaría decisiones vitales basándose en una lectura del horóscopo o del tarot, y 1 de cada 3 está de acuerdo en que la astrología es una forma de dar sentido a las cosas que ocurren en su vida.

Sin embargo, sería erróneo pensar que los jóvenes están apostando en masa por las creencias de pensamiento mágico y rechazando las religiones tradicionales. Los datos del Pew Research Center sobre las creencias religiosas de los jóvenes de entre 18 y 29 años arrojan una radiografía que ayuda a contextualizar: el 55% se consideran cristianos y el 8% se identifican con otras confesiones, frente al 36% que no se identifican con una religión. Entre los creyentes, el 51% cree en Dios con una certeza absoluta, el 27% acude a un servicio religioso al menos una vez a la semana y el 41% reza todos los días.

La numerología, la astrología y el tarot están al alza

“Creo en la numerología”, asegura Noelia, estudiante de un doble grado en una universidad privada, a Aceprensa. Esta joven también cree en la astrología, en las propiedades de determinados minerales y cristales (estudia con uno encima de la mesa), y práctica el yoga y la meditación como una forma de conectar con lo espiritual.

Las creencias mágicas conviven con el pensamiento racional y científico e incluso con creencias religiosas tradicionales sin que los jóvenes encuentren conflicto entre ellas

Mónica (nombre ficticio), una escritora de thrillers de éxito, asegura que siempre había sentido interés por los temas esotéricos, en concreto por la astrología. Hace pocos años se hizo con una baraja del tarot y aprendió a utilizarla con un librito.

No hace lecturas a otros porque no quiere influir en personas vulnerables a la sugestión, pero asegura que lo usa como una herramienta de autoconocimiento para entender mejor por lo que está atravesando.

“Ha habido un boom de estas cosas, que las ha sacado de ese cajón denostado y asociado con algo negativo”, celebra.

¿Por qué las generaciones más tecnológicas y que han vivido el mayor avance de la ciencia están buscando sentido en este tipo de prácticas? Para los consultados, la incongruencia no existe: creen en lo empírico y en lo inexplicable, sin que esto entre en colisión.

¿Qué está pasando? Una mezcla de factores que se han alineado –como una buena conjunción planetaria– para que una serie de creencias que siempre han tenido su nicho, pero que parecían reservadas a los hippies alternativos, ahora encuentren un caldo de cultivo perfecto para una mayor adhesión.

La pandemia, buena aliada del pensamiento mágico

Los datos apuntan a que hubo un pico de interés durante la pandemia de coronavirus. De hecho, según Google Trends, las búsquedas del término “carta astral” se triplicaron durante 2020 y 2021.

Solo en Estados Unidos, las búsquedas online de “cartas del tarot” y “cómo leer las cartas del tarot” experimentaron un aumento del 50% en 2020 en comparación con 2019, y Forbes informó al principio de la pandemia de que las lecturas sobrenaturales habían aumentado un 136% en las primeras semanas de cuarentena.

El interés por el tarot y otras prácticas no nació con la pandemia, pero el percibido fracaso de la ciencia a la hora de prevenir la crisis mundial provocada por el coronavirus ha sido la gota que ha colmado el vaso de un proceso de insatisfacción.

“Se supone que hemos alcanzado la racionalidad técnica”, señala Rafael Palomino, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad Complutense de Madrid, pero hay una insatisfacción con las respuestas que esa racionalidad ofrece a las preguntas que tienen que ver con el sentido de la vida.

La visibilidad en las redes, la lógica del mercado y la insatisfacción con la sociedad moderna para responder a las grandes preguntas fomentan la adhesión a estas creencias

“Estamos perdiendo de referencia el pensamiento crítico y así las creencias del pensamiento mágico encuentran el terreno abonado”, advierte también Pedro Juan Martín, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, doctor en Antropología Social y autor del libro Pensamiento mágico y creencia paranormal.

Una mayor accesibilidad gracias a las redes sociales

Con la pandemia también llegó un uso más intensivo de las redes sociales y otro tipo de plataformas. Ahora es posible reservar lecturas de tarot directamente a través de Instagram o aprender a leer las cartas por ti mismo, lo que ha hecho más accesible la práctica.

“El tarot ya no es una cosa de programa de madrugada”, señala Mónica. “Ya puedes decir de forma libre que sabes leer las cartas. Muchísima gente se ha animado a aprender o a utilizarlo”, añade.

En TikTok, hay más de 2.400 millones de publicaciones bajo el hashtag #tarottok y algunas aplicaciones de citas, como Bumble, permiten que sus usuarios filtren sus búsquedas por signo del zodiaco. Si eres un Géminis, Piscis o Leo, lo siento, al parecer sales perdiendo.

“Hay mucha más presión mediática porque hay un boom en las redes sociales. Es más difícil que un joven vaya a una consulta de tarot, pero sí que se gasta el dinero en una teleconsulta”, señala Martín.

Por supuesto, al mercado no se le ha escapado este nicho. No hace falta más que pasearse por la tienda Natura para ver que la astrología encuentra su eco en los consumidores. Las barajas del tarot se han diversificado y se han vuelto tan populares que se pueden comprar hasta de la serie Friends.

Además, los tiktokeros e instagramers que echan las cartas del tarot online pueden adquirir sus accesorios y atender cursos en Labyritnthos.

Y esto no es solo para la cultura pop: también la alta costura ha decidido apostar por la popularidad del tarot y la colección que Dior lanzó en enero de 2021 estaba inspirada en las cartas de la baraja.

Las tecnológicas tampoco dejan pasar una. La aplicación de astrología Co-Star envía alertas a los usuarios con horóscopos diarios. Sanctuary se lanzó el 20 de marzo de 2019 –coincidiendo, por cierto, con el inicio de la temporada de Aries y del año nuevo astrológico– con 1,5 millones de dólares de financiación inicial y lista para conectar a los usuarios con lectores de cartas y del horóscopo.

“El ascenso del pensamiento mágico no se entiende sin la lógica de mercado” porque hay una dimensión muy grande de consumo, asegura Rafael Palomino.

Espirituales, pero no religiosos

La mayor aceptación de este tipo de creencias visibiliza también otro fenómeno importante en esta generación: el alejamiento de las instituciones religiosas.

Para muchos, este tipo de prácticas conviven sin problemas con creencias más tradicionales. No hay más que ver a la cantante Rigoberta Bandini que siempre lleva una baraja de cartas del tarot en el bolso, mientras que en uno de sus grandes éxitos le pide a Cristo que baje y le enseñe a rezar.

Sin embargo, muchos rechazan las instituciones. El estudio de Springstide capta la esencia de este fenómeno: “Aunque el 71% de los jóvenes consultados se considera algo religioso y el 78% espiritual, la mayoría asegura que no acude a las instituciones religiosas como guía”. De hecho, entre los jóvenes encuestados que afirmaban acudir al tarot o a la astrología hay mormones, ortodoxos, judíos y musulmanes.

Andrea creció con unos valores católicos de los que no reniega. Sin embargo, asegura que la numerología, la cábala y la astrología le han dado más herramientas para conocerse desde otro lugar: “Te revela información de ti mismo y a partir de ahí tú puedes trabajar para crecer y evolucionar”.

La joven asegura que en su forma de ver el mundo “no hay una verdad absoluta, sino que todas las formas de mirar la realidad suman”.

El alejamiento de las instituciones religiosas revela cómo los jóvenes optan más por una “religión a la carta” en la que ellos puedan decidir sus creencias

Para explicar este proceso, Palomino acude al concepto de “sociedad líquida” acuñado por el sociólogo Zygmunt Bauman para hablar de una “religión líquida”. “Es una espiritualidad personal, una religión de cafetería en la que tú eliges lo que te gusta y la única autoridad eres tú mismo”, explica.

Pedro Juan Martín también alerta de que el pensamiento mágico encuentra su respaldo en ciertos aspectos negativos de la psicología positiva, que potencia el auge de creencias mágicas como la ley de la atracción.

“Es peligrosa esa idea de que ‘todo será como deseo’ porque es falso que el pensamiento sea capaz de alterar la realidad que tenemos”, advierte.

“Falta formación en las propias creencias y hay una dimensión subjetiva de que la verdad es lo que me hace sentir bien”, reflexiona Palomino.

Las preocupaciones sociales y políticas, un factor importante

Palomino también aporta otro enfoque para entender por qué los jóvenes que no rechazan de plano los valores tradicionales no se identifican con las instituciones: “Están cobrando mucho protagonismo las identidades políticas, que dentro de poco se vivirán en cierta forma como una religión”.

Los datos del estudio de Springstide le dan la razón: la mitad de los más de 10.000 encuestados dijeron que no creen que las instituciones religiosas se preocupen tanto como ellos por cuestiones que les importan profundamente, como el Black Lives Matter, la igualdad de género, los derechos LGBTQ y de los inmigrantes, los derechos reproductivos, el medioambiente, la desigualdad salarial y el control de armas.

En definitiva, las razones que explican esta tendencia son múltiples y complejas. Hablamos de una generación que ha crecido en un entorno líquido, con una cultura moldeada por las redes sociales y un alto grado de insatisfacción con la sociedad que solo da valor a las respuestas tecnológicas.

Los jóvenes creen que hay formas distintas de entenderse y entender la realidad. Los expertos no lo niegan, pero tienen sus reservas con las herramientas elegidas.

“Hay verdad más allá de la ciencia, pero el pensamiento mágico no es el camino”, concluye Pedro Juan.

Un comentario

  1. Bueno, nada nuevo bajo el sol. Aquí dejo la opinión nada menos que de Shakespeare, para que veamos lo que las mentes lúcidas han pensado al respecto cuando no existía la presión de lo políticamente correcto.
    «¡He aquí la excelente estupidez del mundo; que, cuando nos hallamos a mal con la Fortuna, lo cual acontece con frecuencia por nuestra propia falta, hacemos culpables de nuestras desgracias al sol, a la luna y a las estrellas; como si fuésemos villanos por necesidad, locos por compulsión celeste; pícaros, ladrones y traidores por el predominio de las esferas; beodos, embusteros y adúlteros por la obediencia forzosa al influjo planetario, y como si siempre que somos malvados fuese por empeño de la voluntad divina! ¡Admirable subterfugio del hombre putañero, cargar a cuenta de un astro su caprina condición! Mi padre se unió con mi madre bajo la cola del Dragón y la Osa Mayor presidió mi nacimiento; de lo que se sigue que yo sea taimado y lujurioso. ¡Bah! Hubiera sido lo que soy, aunque la estrella más virginal hubiese parpadeado en el firmamento cuando me bastardearon.

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