Cómo arreglar el mundo, según la ONU

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En 2000, en una cumbre memorable, la ONU acordó los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), pensados para eliminar pobreza extrema y otras grandes miserias de la humanidad. Una nueva asamblea, que comenzará mañana y en la que hablará el Papa Francisco, se dispone a aprobar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), otro programa para quince años que no se limita a lo básico. Si se cumple, tendremos por fin un mundo feliz, o al menos “pacífico e inclusivo”.

Para impulsar los Objetivos no se cuenta solo con la ayuda exterior, sino también con las fuerzas económicas, para que los países desplieguen su potencial

Los ODS son la concreción de la Agenda 2030, como se llama el magno plan de la ONU. No todos son nuevos: algunos reiteran ODM pendientes de cumplir. Ante todo, son muchos. Había ocho ODM, y ahora tendremos 17 ODS detallados en 169 metas.

La abundancia obedece al cambio de perspectiva y al método de elaboración. Los ODM iban a lo básico y eran precisos: universalizar la educación primaria, bajar a la mitad el porcentaje de la población mundial en extrema pobreza (con renta inferior a 1,25 dólares diarios), reducir en dos tercios la mortalidad infantil, etc.

Los ODS no se limitan a la pobreza, el hambre, la salud, la educación, la igualdad para la mujer. Pretenden atacar las diversas raíces de la miseria, para que no solo queden satisfechas las necesidades urgentes, sino se asegure en todo el mundo un desarrollo que se perpetúe. Se trata de ir “más allá de la ayuda” y conseguir que los países en desarrollo (PED) desplieguen su potencial. Por eso, la Agenda 2030 contempla aumentar el suministro de energía en los PED, invertir en infraestructuras e industrialización, fomentar el empleo, combatir la corrupción, proteger los ecosistemas y explotar de modo sostenible los recursos naturales… Se aspira incluso a “promover sociedades pacíficas e inclusivas” (ODS 16), y a que las “ciudades y asentamientos humanos sean inclusivos [adjetivo muy frecuente en el texto], seguros, resistentes y sostenibles” (ODS 11).

Además, la Agenda 2030 no ha sido preparada por una comisión de expertos, sino por consenso entre los representantes de los Estados, con participación de las ONG. Cada quien quería meter sus metas, y ha habido que incluirlas todas.

No se menciona la orientación sexual, y se pide reconocimiento y apoyo para el trabajo doméstico

Un poco de todo

La prolijidad resulta en que hay un poco de todo. Unas cuantas metas son determinadas y cuantificables: bajar la mortalidad materna a menos de 70 por 100.000 partos (meta 3.1), por ejemplo. Algunas no admiten menos que la perfección: acabar con el sida, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales descuidadas (3.3); pleno empleo para todos (ODS 8).

En más casos se renuncia a concretar: “reducir sustancialmente” el número de muertos en catástrofes naturales (meta 11.5), “aumentar sustancialmente” la eficiencia en el uso del agua (6.4) o la financiación de la sanidad (3.c).

A veces la ambición se diluye en la vaguedad: “Asegurar la toma de decisiones de modo receptivo, inclusivo, participativo y representativo a todos los niveles” (16.7). No faltan joyas de la jerga onusiana, inclusiva como ella sola: “Asegurar que para 2030 todos los alumnos adquieran el conocimiento y las competencias necesarias para promover el desarrollo sostenible, mediante –entre otras cosas– la educación para el desarrollo sostenible y estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de la cultura de la paz y la no violencia, la ciudadanía global y el aprecio a la diversidad cultural y la aportación de la cultura al desarrollo sostenible” (4.7). Ojalá se logre; pero ¿cómo lo sabremos?

Poco género

Entre tanto lenguaje inclusivo hay, sin embargo, poco “género”. En el contexto de las discriminaciones o desventajas que sufren las mujeres, en la escuela y otros ámbitos, se menciona la “igualdad de género”, pero no la “orientación sexual”. Un artículo en The Conversation valoraba así el documento: “Las metas de la ONU ignoran otra vez los derechos LGTB”. O tal vez la mayoría del mundo, en este documento elaborado por consenso, ignoró las fijaciones del Occidente rico.

El acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, que en los documentos de la ONU significan en particular anticoncepción y aborto, sale dos veces. Pero también aparece –y era quizá menos previsible– una llamada a apoyar a las familias: “Reconocer y apreciar la atención a las personas y el trabajo doméstico no remunerados, facilitando servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social” (5.4).

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible no se limitan a lo básico, sino que están dirigidos a atacar las diversas raíces de la pobreza para asegurar que el desarrollo se perpetúe

¿Cómo se pagará?

En comparación con los ODM, los ODS son más ambiciosos, y por tanto más difíciles. En muchos casos son genéricos o no medibles, y por tanto estimulan menos a impulsarlos, pues a nadie se podrá señalar con el dedo por no haberlos cumplido.

Eso, sin embargo, no implica por fuerza que sean inútiles. La Agenda 2030 se beneficia del impulso de los ODM, que movilizó muchos recursos, también en el sector privado. Se multiplicarán los programas de desarrollo; se publicarán los progresos y los estancamientos, y la emulación funciona.

No hay un plan definido para financiar la Agenda, cuyo coste en realidad tampoco se puede calcular con precisión. La reciente conferencia sobre financiación del desarrollo, celebrada en Addis Abeba el pasado mes de julio, no aprobó ningún presupuesto concreto, pero acordó una medida práctica: formar un cuerpo de “Inspectores Fiscales sin Fronteras” para combatir la evasión de impuestos en las operaciones multinacionales, que privan de recursos también a los PED.

La Agenda 2030 vuelve a pedir a los países ricos que destinen el 0,7% del PIB a a ayuda al desarrollo, que es un compromiso no vinculante; pero la ONU no va a administrar ningún plan mundial para que se cumplan los ODS. Pretende estimular iniciativas de todos los agentes, oficiales y privados. Y para eso no cuenta solo con ayudas y donaciones. Quiere que entren en juego las fuerzas económicas, y por eso los ODS buscan también que los PED exporten más, y para ello, se les descargue de aranceles; que recauden más impuestos y dejen de perder tantos recursos por evasión de capitales y corrupción; que se alivie la fuga de cerebros.

La responsabilidad es nacional

Para impulsar los ODS y medir los progresos, la ONU instituye un nuevo organismo de nombre larguísimo que responde a las siglas UNITTSTISDG y que llamaremos Equipo de Trabajo. Habrá además una web para informar de iniciativas e intercambiar experiencias. Se celebrará todos los años un Foro Multilateral sobre Ciencia, Tecnología e Innovación.

La Agenda 2030 subraya que el seguimiento de los ODS será ante todo a escala nacional, porque –dice– es cada Estado el responsable primario del desarrollo. El control a cargo del Equipo de Trabajo será voluntario para los países, que tendrán que adaptar los ODS a sus situaciones y necesidades, cosa más realista que los planes uniformes dictados desde arriba. A partir de los datos nacionales se evaluará el progreso continental y mundial.

Está claro que los datos son decisivos, pero escasos (cfr. Aceprensa, 24-11-2014). Michael Anderson, de la Children’s Investment Fund Foundation, ha señalado que, de 193 países que han suscrito los ODS sobre nutrición, solo 74 tienen datos suficientes para evaluar sus progresos (The Economist, 19-09-2015). La Comisión Estadística de la ONU propondrá un sistema de indicadores para medir el cumplimiento de los ODS, y la Agenda 2030 promete ayuda a los PED para reforzar sus sistemas estadísticos nacionales.

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