Los milagros del cielo cuenta una historia real: el calvario que sufre la familia Beam desde el momento en que diagnostican a la pequeña Anna, de 10 años, una pseudoobstrucción intestinal –enfermedad rara e incurable–, hasta su insólito desenlace. Los Beam –Christy, Kevin y sus tres hijas– son una familia feliz, profundamente cristiana, pero esta enfermedad supone una dura prueba para su fe.

La cinta está basada en el libro homónimo escrito por Christy Beam, en la que cuenta su historia. El guion de Randy Brown (Golpe de efecto) se centra en la lucha de la madre por salvar a su hija. El guion aboceta, y hay que lamentar que no insista más, una serie de temas de gran calado: la propia reacción de Christy y su marido ante el silencio de Dios, la falta de solidaridad de algunos santurrones oficiales, la reacción de las hermanas ante el vuelco de la situación familiar, etc. Randy Brown se limita a rozar estos temas, como si temiera un rechazo, y cada uno de ellos bastaría para proporcionar al filme otro calado, como hizo El aceite de la vida, o el propio Frank Capra en la mucho más sensible ¡Qué bello es vivir!

Riggen conmueve, principalmente, con el retrato del sufrimiento hospitalario de la niña y de su madre, y con la magnífica interpretación de Jennifer Garner, actriz que suele rendir por debajo de sus posibilidades. Después lanza un mensaje entusiasta y lleno de alegría, apostando por la fe. La película está pensada para un público creyente y cumple su objetivo con creces, pero sin duda el guion daba más de sí, y la película podría haber resultado más redonda y profunda.

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