Feminismo en China: entre la censura y el ingenio

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Marcha feminista de mujeres chinas, Nueva York (2018). CC: Ravenpuff92

 

Desde el pasado octubre, la cúpula del Politburó no cuenta con ninguna mujer entre sus filas: por primera vez en 25 años, ninguna de las 24 personas que conforman el segundo nivel de mando del partido es una mujer. Aunque a lo largo de sus más 70 años de historia solo ocho mujeres han formado parte de este órgano, y ninguna del Comité Permanente, esta novedosa ausencia ha vuelto a trasladar la atención sobre la igualdad, y el presente y futuro del movimiento feminista en el país asiático.

“Las mujeres sostienen la mitad del cielo”. En 1968 el líder del Partido Comunista Chino (PCCh) Mao Zedong pronunció una de las frases más conocidas dentro y fuera del feminismo chino, una afirmación que sentó las bases de igualdad de género sobre las que –aparentemente– empezó a operar el partido. Una aserción poética que hace palpable la significación que tuvo ese valor en los inicios de la era de Mao tras la fundación de la República Popular China (RPC) en 1949.

Desde la década de los cincuenta hasta los setenta, el gobierno celebró públicamente la igualdad entre hombres y mujeres, fomentó la incorporación de la mujer –Iron girls– al trabajo (una medida para, a su vez, tener un mayor crecimiento económico) e incluso fundó en 1949 la Federación de las Mujeres de Toda China (ACWF), un organismo vinculado al partido cuyo objetivo era defender los derechos de las mujeres.

Sin embargo, a día de hoy, se trata de una igualdad parcial. Es decir, una igualdad –solo hace falta echar un vistazo a la cúpula del gobierno– inexistente. Una igualdad por la que, aun a riesgo de ser censuradas o, en los casos más severos, encarceladas, las feministas chinas siguen luchando dentro y fuera de los límites nacionales. Unas voces que no tienen intención de dejarse silenciar aun cuando gran parte de sus actuaciones artísticas y en redes sociales están atravesadas por una mano: la de la censura.

La llama que prendió la mecha

En la víspera del Día Internacional de la Mujer en 2015, cinco jóvenes activistas fueron detenidas por las autoridades y encarceladas 37 días, acusadas de “reunir a una multitud para perturbar el orden público” tras planear una protesta en varias ciudades contra el acoso sexual en el transporte público. ¿En qué consistía esta protesta que les valió la cárcel? En repartir pegatinas. Pero esta no fue su primera acción.

En los años previos a su detención, las cinco activistas ya habían organizado varias performances de arte callejero, uno de los dos principales recursos que el feminismo chino ha podido emplear para manifestar su descontento. Por ejemplo, con la ocupación de los baños de hombres en una universidad, para llamar la atención sobre la escasez de instalaciones para mujeres; o mediante un desfile por las calles de Pekin de varias de ellas vestidas de novias ensangrentadas, para protestar por la violencia doméstica –China no tuvo una ley específica sobre este tipo de violencia hasta 2016–.

Sin embargo, un hecho que el gobierno no atinó a prever es que, al tomar estas medidas –para muchos, desmesuradas– contra las jóvenes activistas, en gran parte desconocidas, prendió la chispa para la creación de un nuevo símbolo de disidencia contra un estado patriarcal y autoritario: las Feminist Five de China.

Una organizada desorganización

Sin embargo, las Feminist Five no son las lideresas del movimiento en China. Como explica Leta Hong Fincher, autora de Betraying Big Brother: The Feminist Awakening in China y Leftover Women: The Resurgence of Gender Inequality in China, se trata de un movimiento sin líderes –una organizada desorganización–, y es precisamente en esa desestructuración donde reside su poder, porque permite amplificar su alcance y acotar las consecuencias, como las detenciones masivas. Además, este nuevo feminismo se caracteriza por una gran capacidad de adaptación. A nuevas censuras, a nuevas legislaciones, nuevas actitudes.

A pesar de que el término “feminismo” se ha vuelto políticamente sensible y está sujeto a una frecuente censura online, el nacimiento de esta nueva generación de activistas sería incomprensible, puede que imposible, sin el nacimiento simultáneo de dos redes sociales: Weibo en 2010 y WeChat en 2011. Fue precisamente a través de Internet, un espacio controlado por el gobierno, donde las jóvenes pudieron explorar con mayor libertad ideas alternativas al discurso público y conectar con mujeres de ideas afines por todo el país.

Todo políticamente correcto

Otros de los temas que han sido objeto de su activismo, aparte de la violencia doméstica, la insuficiencia de baños femeninos o el acoso sexual, son la discriminación sexual en el empleo y en las admisiones universitarias o la brecha salarial: en el informe de 2006 sobre la brecha de género del Foro Económico Mundial, China ocupó el puesto 63; en 2022, el puesto 102 de 146 países.

Las feministas chinas se han alineado con el discurso oficial del partido, para que las autoridades no puedan imputarles subversión

La elección de estos problemas fue poco aleatoria, incluso premeditada: eran temas no excesivamente sensibles políticamente, pero lo suficientemente relevantes como para despertar el debate público.

“No dicen ‘abajo el comunismo”, explica Hong Fincher. “Dicen abajo la violencia doméstica y sexual, causas que el propio partido defiende”. Es decir, se han alineado con el discurso oficial del partido, haciendo que sea difícil para las autoridades imputarles subversión o atentados contra el gobierno. “Es muy difícil contrarrestar un movimiento así. Hay ahí una zona gris que las feministas han sabido aprovechar muy bien y moverse en ella. Lo que piden es libertad para las mujeres, para decidir sobre su cuerpo, sobre su estado económico, sobre su vida”, afirma en World Affairs.

El ingenio –y el arte– como arma

Las “nuevas feministas” han sido hábiles en el empleo de las redes sociales y el arte callejero como medios de comunicación masiva. Además, su mayor distancia temporal del desastre de la Plaza de Tiananmen, que en muchos casos abocaron a intelectuales al miedo y la autocensura, ha posibilitado el nacimiento de una generación independizada del ideario del gobierno chino.

Sin embargo, la eliminación coordinada de cuentas en redes sociales es una muestra del creciente conflicto entre el gobierno chino y el activismo feminista. En marzo de 2018, un día después del Día Internacional de la Mujer, Weibo eliminó Feminist Voices, la cuenta feminista más influyente de China, por “publicar información confidencial e ilegal”. El director ejecutivo de Weibo, Wang Gaofei, afirmó en un texto publicado en la web que la eliminación de estas cuentas se debía a una violación de los términos de la empresa al “incitar al odio”.

Con ingenio, las usuarias de Weibo y WeChat han encontrado distintas formas para sortear la censura, por ejemplo, mediante el empleo de emojis: en protesta por los casos de acoso sexual y en consonancia con el movimiento #MeToo iniciado en Occidente, recurrieron a los emojis para “arroz” (mi) y “conejo” (tu) para utilizar el hashtag #RiceBunny, fonéticamente similar a #MeToo en mandarín. A nuevas censuras, nuevas respuestas.

Las “sobrantes”

El viraje del gobierno y el activismo feminista en China sería incomprensible sin la propaganda gubernamental que se ha llevado a cabo desde 2007, con la mujer como diana. Fue ese año cuando se lanzó una campaña para estigmatizar a las profesionales y solteras que estaban cercanas a los 30 años, burlándose de ellas como mujeres “sobrantes”. El objetivo: convencerlas para casarse y tener hijos por el bien de la nación.

En 1979 el gobierno adoptó la política del hijo único, que preveía multas, abortos forzosos y esterilizaciones. En 2016, el número fue elevado a dos hijos por el avanzado envejecimiento de la población; en 2021, a tres.

“Los agravios que las mujeres tratan de expresar son ignorados o censurados. La decisión de no tener hijos o de tener menos hijos es una manifestación de la mayor autonomía de las mujeres, su último recurso para escapar de un entorno discriminatorio y su resistencia pasiva al patriarcado”, explica Lü Pin, fundadora y editora de la cancelada Feminist Voices, en una publicación de Medium. “El gobierno sigue utilizando a las mujeres como herramientas reproductivas para aumentar la tasa de natalidad, sin siquiera reflexionar sobre las pasadas medidas de natalidad coercitivas. Sin embargo, las mujeres chinas no han olvidado los abusos que sus madres y ellas mismas han sufrido”. Pin prevé que la nueva política de los tres hijos puede tener un impacto negativo sobre el empleo de las mujeres, debido a que los empleadores pueden ser más reacios a contratar mujeres por la preocupación ante la “creciente” maternidad.

Según se percibe desde el gobierno, al movilizar a las mujeres para que se liberen de las instituciones patriarcales chinas, las feministas están “saboteando” los objetivos fundamentales del gobierno de garantizar la estabilidad política. “Las mujeres no deben ser consideradas como la herramienta al servicio de ningún interés nacional”, opina Pin. “Para reiterar: el gobierno no debe prescribir a las mujeres cuántos hijos deben/pueden tener”.

El sueño chino

El desarrollo económico de China se ha fundamentado en una fuerza laboral joven que contribuía al crecimiento de la productividad. Como la legitimidad del PCCh está ligada al desempeño económico general del país, el impacto de la demografía se extiende más allá de la sesgada proporción de sexos y que no haya suficientes mujeres para el número de hombres en edad casadera, o el envejecimiento de la población.

“Nuestra presencia en las calles y en los medios de comunicación parece estar influyendo en la toma de decisiones” (Xiao Meili)

Según Hong Fincher, el gobierno chino perpetúa las normas de género tradicionales y reduce a las mujeres a sus roles de esposas, madres y criadoras de bebés, con el propósito de “minimizar el malestar social y dar a luz a futuras generaciones de trabajadores cualificados”. Porque, tal y como expresa en Politico, cuantas más mujeres se aparten del ideal femenino que el gobierno propaga, “más perturbarán el orden establecido”. Un orden en el que, opina, se cimenta la legitimidad del partido. Sin embargo, como comenta en una entrevista en The China Project, “una de las razones por las que este despertar feminista continúa, incluso a pesar de estas severas restricciones, es porque el gobierno chino no quiere parecer completamente intolerante con cualquier discusión sobre los derechos de las mujeres”.

Algunas medidas…

Aunque las autoridades chinas han contrarrestado de distintas formas el activismo feminista, el gobierno ha procurado demostrar que responde a algunas de sus demandas clave. Después de una serie de casos de #MeToo de altos cargos, el primer código civil de la RPC, aprobado en 2020, reconoció el derecho de víctimas de acoso sexual a reclamar responsabilidades conforme a la ley establecida y exigió que las escuelas y agencias gubernamentales pusiesen en marcha mecanismos para prevenir y responder a las quejas.

“Nuestra presencia en las calles y en los medios de comunicación parece estar influyendo en la toma de decisiones”, escribió la activista feminista Xiao Meili en el New York Times tras la liberación de las Feminist Five en 2015. La aprobación de una ley de violencia doméstica en 2016, el cambio en la política de admisión discriminatoria en varias universidades –diferenciaba en la puntuación de acceso que se exigía a hombres y mujeres–, o la construcción de más baños femeninos en Pekín y en algunas universidades son la muestra.

Ni tan malo, ni tan bueno

Sin embargo, como expresa Pin en una nota que comparte con Aceprensa, lo que puede faltarle al país no son necesariamente leyes contra la discriminación y la violencia, sino la implementación práctica de esas leyes. “No podemos hacer un simple juicio sobre el progreso o el atraso con respecto a la condición de la mujer en China. Si me preguntas si hoy es el peor momento respecto a la situación de la mujer, mi respuesta es: por supuesto que no. Las mujeres chinas han hecho un gran progreso, pero el problema es que el Estado y la sociedad no se han mantenido al día”.

Algunas mejoras son, por ejemplo, que las mujeres representan más de la mitad (53% en 2020) de los estudiantes universitarios o que, según estadísticas oficiales, la proporción de mujeres empresarias en el sector de Internet alcanzó el 55% en 2019. Sin embargo, como reitera en la nota, “debemos ser conscientes de que las reformas del mercado chino se han producido a expensas de la privación y el sacrificio de muchas personas, especialmente de las mujeres de clase baja”. Es decir, aún queda mucho por hacer, en su caso a través de una organización en Nueva York que tiene como objetivo promover el activismo feminista chino en el extranjero.

“Una lección para nosotras: los derechos no vienen con tu carrera o la mejora de tu estatus económico. Los derechos vienen con tu lucha”, concluye en Medium.

Helena Farré Vallejo
@hfarrevallejo

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