Más dinero para los países más pobres

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El Banco Mundial va a recibir una importante inyección de dinero para ayudar a los países más pobres, después de que los países donantes acordaran el 22 de febrero en Washington aumentar sus contribuciones para asistencia al desarrollo de 23.000 a 34.000 millones de dólares durante los próximos tres años.

Este aumento, el más importante en las dos últimas décadas, se hará a través de una reposición de los recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), institución filial del Banco Mundial que presta asistencia a los 81 países más pobres del mundo.

Los 28 países donantes quieren financiar inversiones de infraestructuras encaminadas a proporcionar a las comunidades pobres servicios como agua potable, mejores comunicaciones y un suministro estable de energía eléctrica.

En los debates sobre el aumento de la ayuda había discrepancias entre Estados Unidos, que quería que fuera en forma de donaciones, y Europa, partidaria de que fuera a través de préstamos, pues con la devolución de los préstamos a bajo interés se podrían financiar futuras ayudas. Por fin se llegó a un acuerdo, que tendrá en cuenta el endeudamiento exterior de los países pobres: los países con mayores problemas de deuda -sobre todo subsaharianos- recibirán toda la ayuda como donación, mientras que aquellos que no estén tan agobiados obtendrán préstamos de la AIF a largo plazo en condiciones muy favorables (créditos sin interés con un vencimiento a 40 años y un periodo de gracia de 10 años).

Por su parte, los países receptores se comprometerán a rendir cuentas con transparencia de la utilización de los fondos y, mediante una serie de indicadores, tendrán que demostrar que están cumpliendo los objetivos de mejora en sanidad, educación y otras áreas. La AIF fomentará también en los países pobres un mejor clima para la inversión privada.

EE.UU. proporcionará 950 millones de dólares este año y una cantidad similar durante los dos siguientes. Francia, Gran Bretaña, España y los países nórdicos son los que más han aumentado sus contribuciones.

R.D. del Congo: un país pobre, menos para los políticos

Kinshasa. Un caso emblemático de la situación de los países pobres africanos es el de la R.D. del Congo, donde la riqueza de recursos naturales no ha impedido que aumente la pobreza en los últimos decenios.

En 2003, la R.D. del Congo fue admitida en el número de los Países Pobres Muy Endeudados. Este mecanismo, creado en 1996 por iniciativa conjunta del FMI y del Banco Mundial, trata de reducir el peso de la deuda de estos países, para que puedan dedicar más recursos a la lucha contra la pobreza. Este ingreso oficial en el grupo de los más pobres fue celebrado por el gobierno de Kinshasa, que aseguró que ahora se podría trabajar bien y ver luz al final del túnel. Pero el congoleño medio se preguntaba por qué los dirigentes se mostraban tan contentos por una situación que reconoce el retroceso del país.

La R.D. del Congo posee una tierra y un subsuelo muy ricos. Antes de la independencia, el país vivía de las exportaciones agrícolas y de algunos minerales. Después la situación ha ido a peor. De los más de 50 productos de exportación de antes de la independencia, se ha pasado a una exportación concretada en menos productos. Los más importantes son diamantes, cobre, aceite de palma, petróleo bruto, café y cobalto, que han experimentado un crecimiento, mientras que los otros capítulos de la exportación han bajado. El principal destino de las exportaciones es Bélgica, la antigua potencial colonial, que absorbe el 55%.

Desde la agonía de la compañía Gécamines, que explotaba el cobre, el cobalto, el estaño… la principal fuente de divisas extranjeras para la economía congolesa es la exportación de diamantes. Los diamantes provienen de tres fuentes: de la mina de Bakwanga (MIBA), de la explotación artesanal y de la Sengamines, una sociedad en comandita con Zimbabue, que ha ayudado al presidente L.D. Kabila a hacer la guerra. Esta sociedad puede ser utilizada para blanquear el dinero negro de Robert Mugabe, presidente de Zimbabue.

La exportación de diamantes ha reportado al Estado unos 700 millones de dólares en 2003. En comparación, el presupuesto oficial del Estado era apenas de 553 millones de dólares. Pero la cifra de exportaciones de la MIBA no es conocida, por la simple razón de que se ha convertido en la vaca lechera del gobierno y nadie está interesado en que su gestión sea transparente.

Después de la destitución de seis ministros en diciembre de 2004 por malversación de fondos públicos, uno de ellos, Olengha Nkoy, ha fustigado el robo oficial que suponen los emolumentos del presidente (dos millones de dólares al mes) y de cada vicepresidente (son cuatro, a 200.000 dólares mensuales). Cada viaje del presidente cuesta 1,5 millones de dólares al Tesoro público. Con esos gastos del sector político, no puede quedar mucho para inversiones públicas duraderas. Resulta tragicómico que un país que ha sido admitido en el grupo de los Países Pobres Muy Endeudados pueda permitirse esos gastos de los políticos.

La erradicación de la hiperinflación se ha hecho al precio de una deflación que ha provocado una crisis de liquidez en el sistema bancario. No ha habido creación de nuevas empresas en 2004 ni inversiones en la producción y transformación de materias primas y en el sector de servicios. Y, dada la situación de inseguridad del país, ningún inversor extranjero puede estar dispuesto a poner aquí su dinero.

La economía congoleña sigue pues enferma, mientras los políticos piensan solo en el reparto del pastel. Así, en los últimos meses la batalla política gira en torno al reparto de puestos directivos en las empresas públicas, no para gestionarlas mejor, sino para tener acceso a recursos financieros con vistas a la campaña electoral.

Philémon Muamba Mumbunda

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