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Los pobres pueden ser buenos clientes de la banca

publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

En la mayoría de los países los servicios financieros no han pensado en la población con menos recursos, que tiene enormes dificultades para acceder a los productos bancarios. Esta situación perjudica a los pobres pero también al sector bancario. Estudios realizados por el profesor del IESE Javier Santomá y el investigador Francesc Prior llegan a la conclusión de que los pobres pueden ser excelentes clientes de los servicios financieros, que a su vez desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de un país.

Los datos aportados muestran que el nivel de penetración de los servicios financieros en los países en vías de desarrollo es incluso inferior a lo que cabría esperar por su nivel de desarrollo. Por ejemplo, en los países de la OCDE, el crédito al sector privado representa el 84% del PIB; en el África subsahariana, solo el 21%. En Colombia, Ecuador y Perú en 2003, el porcentaje era el 23,4%, el 19,9% y el 20,8% respectivamente.

Las posibilidades del crecimiento del sector bancario en África son inmensas. En Kenia solo el 10% de la población adulta tiene acceso a servicios financieros básicos; en Uganda, el 6,7% y en Tanzania el 6,4%.

En general, los bancos de los países en desarrollo se han dedicado a servir a las capas altas de la sociedad, dejando al resto fuera de juego. Las deficiencias de los servicios bancarios de estos países obligan a gran parte de la población a recurrir a servicios financieros informales, más caros e ineficientes.

Para salir de esta situación, estos investigadores recomiendan ofrecer servicios adaptados a estos colectivos con menos recursos, desarrollar medios de pago electrónicos y aprovechar el gran potencial de las remesas de emigrantes.

Los productos de banca electrónica y telefónica suponen un ahorro de costes significativo para los bancos, lo cual les facilitaría prestar servicios financieros a menores precios a los grupos de población menos favorecidos. Uno de los problemas de los bancos en los países en desarrollo es que los altos costes operativos no les permiten abrir un número razonable de oficinas. En cambio, el desarrollo de redes de medios de pago electrónicos favorecería la “bancarización” (número de depósitos, etc.) y la venta de servicios más baratos.

Los autores recomiendan también que, para estudiar el riesgo potencial de un crédito, las entidades financieras utilicen métodos adaptados al tipo de cliente pobre. Fijarse en los ingresos formales del cliente es un baremo poco relevante en países donde la economía sumergida cuenta tanto o más que la formal. Las entidades financieras deberían considerar las variables sociodemográficas (edad, estatus social, pago de servicios como la luz y el teléfono…) y especialmente el conocimiento personal y la visita al cliente para validar la información recibida.

Otra gran oportunidad que debe aprovecharse es la que ofrecen las remesas de inmigrantes. Estas transferencias llegan a representar hasta un 30% de la renta de los ciudadanos más desfavorecidos que cuentan con un familiar en el extranjero. Santomá y Prior creen que este flujo de dinero está desaprovechado, porque no se explotan las sinergias entre el negocio del envío del dinero y el bancario.

Si las remesas fueran a parar a cuentas corrientes en lugar de cobrarse en efectivo, los bancos podrían sacarles rentabilidad y conceder créditos con el respaldo de las remesas. Unos créditos que además tendrían un riesgo bajo, ya que el banco conocería el flujo de remesas asociado a cada cuenta.

La red de distribución puede representar otra sinergia. Una empresa que operase en el sector del envío de remesas y en el bancario ahorraría muchos costes de infraestructura. En particular, los autores creen que en Latinoamérica es hora de que la banca deje de centrarse en los reducidos clientes de valor a los que tienen acceso, y aproveche el potencial de las remesas que los inmigrantes envían a sus países de origen.

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Ver: http://insight.iese.edu/es/doc.asp?id=863&ar=8

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