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Lo que separan los muros

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Entre los muros que separan hoy fronteras conflictivas atraen más la atención mediática el que construye EE.UU. en los confines con México, para frenar la inmigración ilegal, o el levantado por Israel en Cisjordania, para evitar la entrada de posibles terroristas y ocupar de paso nuevas tierras a los palestinos. Pero también se construyen nuevos muros entre países pobres, para defenderse de la miseria del vecino.

Si etnia, fundamentalismo religioso y recelo nacionalista son las razones que separan a los pueblos, la pobreza y los problemas que genera suelen actuar como el combustible de todos los conflictos. En cualquier caso, la solución propuesta parece soslayar cualquier consideración y decantarse cada vez más por un criterio que se limita, literalmente, a tapiar el problema.

Musulmanes de lengua bengalí originarios por igual de India y de Bangladesh, que comenzaron a pasar al estado de Assam, al noreste de la India, para trabajar como temporeros, han llegado a constituir el 30% de la población en esa zona. Un porcentaje que los ha convertido en una importante fuerza política, y que ha generado quejas sobre la forma en que ocupan, por sueldos muy bajos, toda la oferta laboral. La mayoría hindú de la población del estado les considera, en general, una amenaza política y económica.

En este ambiente de enfrentamientos, islamofobia y separatismo, como lo define Uddipana Goswani, de la Universidad Jawaharlal Nehru, no se diferencia entre los inmigrantes legales que llevaban ya tiempo asentados y los que han llegado más recientemente: “En Assam, si vistes un lungi [un trozo de tela que cubre de cintura para abajo] o llevas barba, la gente da por sentado que eres de Bangladesh”, afirma Goswani.

El muro y las vacas

El mejoramiento de las relaciones entre ambos países exigiría expandir el comercio legal entre ambos y promover el desarrollo de las zonas fronterizas, lo que desincentivaría a la vez el contrabando y la inmigración ilegal. Sin embargo, para que esto sea posible sería necesario que India reformulase una de sus creencias religiosas más características: el carácter sagrado de la vaca.

Este animal, que no puede exportarse en India por la reverencia que le tienen los hindúes ortodoxos, es uno de los alimentos más demandados por la población musulmana de Bangladesh. En virtud de esto, existe un pujante mercado clandestino para llevar vacas desde las llanuras del norte de la India hasta la frontera, donde los contrabandistas se las arreglan con unos artilugios hechos de bambú y de alambre para subir a las reses salvando los tres metros de altura que tiene el muro. Las vacas representan la mitad del comercio ilegal entre ambos vecinos, mientras el trigo, el azúcar y el arroz que se venden en el mercado negro de Bangladesh completan el saldo.

El muro de las clases sociales

Si América Latina ha sido descrita siempre como una “sociedad dual”, con ciudades que recuerdan a la vez a Nueva York y a Monrovia, en Río de Janeiro la dualidad ha asumido ya una demarcación clara: los varios kilómetros de muros de cemento que construye el gobierno estatal para encerrar las favelas instaladas sobre los cerros de la ciudad.

Las primeras obras tuvieron por objeto la aglomeración chabolista del Morro de Dona Marta, sobre la falda de la famosa montaña del Corcovado, en el barrio de Botafogo. Este barrio de favelas fue ocupado el año pasado por un intenso operativo policial destinado a combatir la violencia entre bandas rivales de narcotraficantes.

Aunque, como pasa en otras ciudades del subcontinente, la violencia es uno de los principales problemas en Río de Janeiro, varios grupos vecinales han denunciado la construcción del muro como una medida discriminatoria que separa a los barrios pobres de los acomodados. Los representantes del gobierno regional han rechazado estas acusaciones, y han aducido además que la medida procura la protección de los bosques atlánticos, impidiendo al tiempo que los narcotraficantes usen la vegetación para sus incursiones. La Rocinha, en efecto, emplazada entre dos de los barrios más ricos de Río de Janeiro, y que con sus 200.000 pobladores es uno de los barrios de favelas más grandes de América Latina, afecta al bosque de Tijuca, considerado el mayor parque natural urbano del mundo. La gobernación ha dispuesto rodear esta aglomeración con una pared de 2.800 metros.

El gobierno de Río pretende levantar este año 11 kilómetros de muros en 11 comunidades marginales, lo que obligará a derribar 550 casas. Las autoridades se han comprometido a indemnizar y a reubicar a los afectados.

Túneles bajo el muro de Gaza

Bajo el muro de 15 kilómetros que separa a Egipto de la Franja de Gaza, en Rafah, existe toda una ciudad subterránea. El laberinto de cientos, quizá miles de galerías por las que se contrabandea igual con armas y con alimentos, se ha transformado en la vía de comunicación de los palestinos desde que las autoridades egipcias cerraron la frontera el 9 de junio de 2007, con la promesa no volver a abrirlas mientras Gaza siga bajo el control de Hamas.

Aunque Israel se ha quejado de que Egipto no hace lo suficiente para impedir la excavación de estos túneles, se asegura que a cada hallazgo de uno de estos pasadizos sigue su gaseo con sustancias tóxicas. Durante el bloqueo, en diciembre pasado, la policía israelí bombardeó cerca de cuarenta túneles en el sur de la franja de Gaza para impedir el aprovisionamiento de armas por parte de Hamas.

Junto a estos riesgos, alguien capturado en uno de los túneles se expone a recibir una condena de hasta 30 años de prisión. Un valor agregado que hace que las armas traficadas subterráneamente se coticen a precios muy altos: hasta 200 dólares puede pagarse por cada rifle Kalashnikov AK-47 que pasa de Egipto hacia Gaza. Cualquiera que muera en la construcción de un túnel se convierte además, de manera automática, en un mártir (o shaheed), incluso si el interés que lo animaba era puramente comercial.

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