La «revolución verde» sigue en marcha

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El rendimiento por hectárea de cultivo sigue aumentando de manera innegable en la mayoría de los países, según un estudio realizado por un experto de una red de centros de investigaciones agrícolas con sede en Washigton.

Donald Plucknett, ingeniero agrónomo del Consultative Group on International Agricultural Research, muestra en su análisis que, salvo raras excepciones, la producción por hectárea ha seguido creciendo fuertemente en los últimos diez años. Su investigación -de la que informa la revista Science (17-IX-93)- subraya el éxito de un grupo de países que han logrado aumentar la productividad a pesar de la relativa pobreza de sus suelos. El análisis de Plucknett se centra en la producción por hectárea de los tres principales cereales -trigo, arroz y maíz-, y se basa en estadísticas de la FAO. «Nadie duda de que existe un límite, pero los datos indican que no se ha alcanzado todavía», señala.

Países con tierras poco fértiles como las dos Coreas o algunos africanos -Camerún, Malí, Egipto- han logrado importantes tasas de aumento productivo. Y otros países con suelos mejores pueden duplicar ese éxito. Plucknett añade que las tierras -especialmente en países en vías de desarrollo- tienen rendimientos muy inferiores a los obtenidos con las más recietes técnicas de cultivo, que son todavía poco utilizadas. Una buena distribución de variedades mejoradas de granos y el complemento tecnológico pueden aumentar las cosechas de todo el mundo en un 50%, según sus cálculos.

El motivo principal de este nuevo análisis fue la preocupación de Plucknett al advertir que los estudios previos, que parecían diagnosticar el fin de la «revolución verde», no dibujaban un cuadro completo de la productividad agrícola. Las investigaciones anteriores se concentraban en las producciones totales, que varían mucho según la cantidad de tierras cultivadas; o se referían a la producción per cápita, que miden el progreso relativo de los agricultores, pero no la variación de la productividad en términos absolutos.

El estudio muestra que el hambre y la malnutrición, que afligen a parte de la población mundial, se debe a problemas de distribución y de bajo poder adquisitivo, no a la insuficiente capacidad de producir alimentos. Esta es la conclusión de la conferencia en que Plucknett presentó sus resultados, celebrada en el International Food Policy Research Institute, de Washigton.

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