El «tren bala» japonés cumple cuarenta años

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Ashiya. El pasado 1 de octubre se cumplieron 40 años desde la introducción -en 1964- del tren de alta velocidad japonés Shinkansen, conocido internacionalmente como el «bullet train» (tren bala). Y justo el 25 de octubre, un terremoto hizo descarrilar por primera vez uno de estos trenes, que hasta entonces no habían sufrido ningún percance grave. Afortunadamente no hubo víctimas, pero el suceso ha tenido un fuerte efecto en la opinión.

La primera línea del «tren bala», Tokaido Shinkansen, se inauguró justo a tiempo para las Olimpiadas de Tokio, y desde entonces une Tokio y Osaka, las dos grandes metrópolis.

En 1987 la compañía que comprendía la mayor parte de los 26.000 kilómetros de ferrocarriles del país, fue privatizada y dividida en seis compañías regionales con el nombre de Japanese Railways (JR). Dentro de JR se constituyó una empresa especial que opera por zonas las distintas líneas de los trenes Shinkansen. En la actualidad estas líneas cubren prácticamente todo el país, excepto Hokkaido, la isla más septentrional del archipiélago japonés.

Hoy en día la fiabilidad de los servicios del Shinkansen no sorprende a nadie, pero hace 40 años el primer «tren bala» convirtió a Japón en una nación de amantes de la velocidad, que se mueven frenéticamente de un sitio para otro, en el sistema de ferrocarriles más puntual y seguro del mundo.

Las cifras hablan por sí solas. En estas cuatro décadas los trenes del Tokaido Shinkansen han recorrido distancias que suman mil quinientos millones de kilómetros, sin sufrir ningún percance grave. Ni un solo pasajero ha muerto a causa de accidente del tren.

Cuando el primer modelo de Shinkansen comenzó sus servicios en 1964, cubría los 552,6 kilómetros que separan Tokio de Osaka en cuatro horas y viajaba a una velocidad punta de 210 kilómetros por hora. Con la introducción de la serie Nozomi, en 1992, que alcanza los 270 kilómetros por hora, ese recorrido se hace en el insólito tiempo de 2 horas y media.

Y el número de trenes que cubren esa distancia ha crecido también. Desde el otoño de 2003 un total de 12 trenes por hora corren en los tiempos punta, frecuencia que rivaliza con la del metro de cualquier ciudad del mundo.

Viajar en Shinkansen es extraordinariamente popular. Un total de 130 millones de pasajeros al año usan estos trenes, principalmente porque saben que pueden confiar en su puntualidad. Durante el año 2003 el promedio de retraso en circunstancias normales fue de meramente 10 segundos: una mejora con respecto al promedio de 3 minutos durante los últimos años antes de la privatización, lo que llena de orgullo a la nueva empresa (JR Tokai) del Tokaido Shinkansen.

Los conductores deben superar un entrenamiento exigente. Necesitan hacer cálculos con rapidez y estar ojo avizor para cumplir un horario que determina el tiempo exacto en que el tren debe pasar por cada estación, con límites máximos de 15 segundos.

Aunque un nuevo sistema «high-tech», que regula automáticamente las velocidades para alcanzar la meta deseada, se introdujo en los trenes Nozomi en 1992, los conductores necesitan seguir basándose todavía en sus propios cálculos; ya que el mecanismo automático no tiene en cuenta los variables efectos de la lluvia, nieve, túneles y cuestas.

El primer descarrilamiento

De todas las características que inspiran la comprobada confianza en este sistema de trenes, quizás la más notable es que la línea nunca ha dejado de funcionar durante un día entero por arreglos o inspecciones. La Central Japan Railway Co. (JR Tokai) está ahora introduciendo una tecnología punta de sistema automático de control, diseñado para suavizar las posibles sacudidas al frenar. El nuevo sistema detecta el comienzo de una curva y ajusta automáticamente la inclinación de los vagones con un muelle especial de aire. De esta forma el tren puede tomar curvas relativamente cerradas sin tener que reducir velocidad.

Por el momento se ha alcanzado ya la velocidad máxima de 270 km por hora. La próxima meta -dicen los ingenieros- es reducir al máximo el tiempo perdido en las curvas, que equivalen a cerca del 30% de la ruta del Tokaido.

El descarrilamiento del 25 de octubre se produjo en la línea del Joetsu Shinkansen que va de Tokio a Niigata, a unos 250 km al norte de Tokio. Llevaba 150 pasajeros y ha sido un milagro que no hubiera muertes ni heridos graves. Pero en parte se debe a la tecnología del Shinkansen, que tiene instalados sismógrafos en sus líneas cada 20 km, y un sistema anti-terremoto. El sistema se considera efectivo para grandes terremotos que suelen ocurrir a gran profundidad y cuya primera sacudida es débil. En este caso el sistema la detecta y desconecta el motor en un máximo de 3 segundos. Normalmente el sistema de protección detiene el tren antes de que se produzca la segunda sacudida.

En este caso, sin embargo, se juntaron varios factores anormales: la primera sacudida fue muy fuerte, a poca profundidad, y el tren se encontraba prácticamente en el epicentro; y la segunda sacudida se produjo en un espacio de tiempo muy breve. Aunque el conductor aplicó los frenos inmediatamente, no le dio tiempo a parar el tren antes de la segunda sacudida. El temblor junto con la velocidad hicieron descarrilar el tren, que acababa de atravesar un túnel. Ocho de los diez vagones se salieron de los rieles. Afortunadamente era un tramo totalmente recto y no venían trenes en dirección contraria.

Antonio Mélich

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