El FMI y el Banco Mundial lanzan una nueva estrategia de lucha contra la pobreza

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, principales proveedores de fondos para los países pobres, anuncian una nueva estrategia común para colocar la lucha contra la pobreza en el centro de sus programas.

No es la primera vez que ambas instituciones lanzan una estrategia «nueva», pero al menos indica el abandono de políticas que no han funcionado y la voluntad de probar otros caminos. Tanto el FMI como el Banco Mundial se han propuesto ya anteriormente reducir la pobreza, pero cada uno lo buscaba por su lado. El FMI se ha ocupado sobre todo de los programas de «ajuste estructural», con los que se trata de sanear los datos macroeconómicos de un país para ponerlo en condiciones de despegar. La idea subyacente en estas políticas de ajuste es que el crecimiento económico es el mejor modo de reducir la pobreza de modo estable. Pero estas reformas -con restricciones presupuestarias, política monetaria más rigurosa y desregulaciones- tienen de entrada el efecto de hacer la vida más difícil a los más pobres. Por su parte, el Banco Mundial ha asumido la tarea de conceder créditos subvencionados para programas específicos de desarrollo, aunque sin evaluar bien hasta qué punto han servido para mejorar la situación de los pobres.

A partir de ahora, los préstamos del FMI estarán más dirigidos a reducir la pobreza, y no solo a financiar las reformas necesarias para el desarrollo. En una estrategia coordinada con el Banco Mundial y los países beneficiarios, la lucha contra la pobreza se concreta en unos cuantos objetivos, como la reducción de la mortalidad materna e infantil o la escolarización de todos los niños.

La responsabilidad de diseñar los programas concretos se deja en manos de cada país beneficiario, que deberá definirlos con la participación de los grupos sociales y ONG. Este plan servirá de base para los préstamos del FMI, del Banco Mundial y, en su caso, de otros proveedores de fondos, con lo que se intenta coordinar mejor la ayuda exterior.

Los países en desarrollo podrán dedicar también más recursos a la lucha contra la pobreza gracias al plan para la reducción de la deuda que se aprobó en octubre pasado (Ver servicio 142/99). El plan reduce prácticamente a la mitad la deuda exterior de 36 países pobres muy endeudados.

¿Bastará esta nueva estrategia para hacer retroceder la pobreza? Michel Camdessus, director general dimisionario del FMI, señalaba en un reciente artículo (Le Monde, 17 de enero) una última condición: «La apertura de los países industrializados a todos los productos de exportación de los países más pobres. Sin esta apertura, los importantes esfuerzos hoy desplegados para aliviar el fardo de la deuda apenas permitirían mantener el ritmo de crecimiento económico necesario y hacer retroceder la pobreza al ritmo prometido». Por eso, dice, es necesario relanzar sin demora la negociación en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que encalló en Seattle.

Sin duda, la mejor ayuda al desarrollo que pueden prestar los países industrializados es abrir sus mercados para que los pobres puedan vender sus productos y obtener los recursos que necesitan. De ahí que los más perjudicados por la falta de acuerdo en la OMC sean los países en desarrollo.

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