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Contra el hambre, la solidaridad de muchos

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DURACIÓN LECTURA: 5min.

Por décadas, el rostro del hambre ha sido, en la conciencia colectiva, el de un niño africano. Por desgracia, no ha dejado de serlo del todo, pero causa extrañeza, en 2016, escuchar que el flagelo también tiene rostro de niño latinoamericano, más exactamente guatemalteco. Y es la realidad.

Durante el lanzamiento de la campaña 57 de Manos Unidas, titulada Plántale cara al hambre: siembra, el Dr. Carlos Arriola, experto en desnutrición infantil, conversó con Aceprensa sobre un problema que conoce muy de cerca en su país. En Chiquimula (sur de Guatemala), donde trabaja, ha visto a una campesina más preocupada por no dejar sola a su vaca que por llevar a su hija, enferma grave, a un doctor. “La vaca es lo único que tengo para mantener a mis ocho hijos”, le confesó la mujer.

En la R.D. del Congo, la ONG ha brindado su aporte a la edificación o mejora estructural de instituciones escolares y de salud

“Guatemala es el país de América Latina con mayores índices de desnutrición, y el quinto a nivel mundial –explica–. Es un territorio con muchísimas riquezas, pero hay un problema de distribución de los recursos: los mejores suelos los tienen los terratenientes, y el país está en manos de once familias”.

Hay, por supuesto, intereses creados, por lo que él habla de la “desnutrición programada” como una estrategia política encaminada a sacar réditos de la miseria: “Las grandes empresas de agroquímicos financian las campañas de los políticos, y cuando estos ganan a nivel municipal, regalan a los campesinos un quintal de abono, que no les sirve de nada, pues se necesitan más cantidades. Entonces les dicen: ‘No usen la semilla criolla, usen la transgénica, que funciona muy bien con los agroquímicos y da un rendimiento mayor’. Y ese es el fin: que se consuma lo que ellos ofrecen. Además, hay un mercado que los bombardea con el mensaje de usar aguas carbonatadas y otros productos”.

Para garantizar el acceso a los alimentos, la organización ASSAJO, que preside el Dr. Arriola en el municipio de Jocotán, desarrolla iniciativas varias, como los huertos familiares, dedicados al cultivo de hortalizas –el tomate, el chipirín, el bledo, la hierba mora, propias de la región y con una buena calidad nutricional–, así como la creación de parcelas comunitarias y un banco de semillas para el maíz, base de la alimentación en buena parte de los países de Centroamérica, de modo que en tiempo de carestía los campesinos tengan el grano disponible. Asimismo, facilita la excavación de pozos y el bombeo de agua por medios artesanales.

El pilar de todo es, según el Dr. Arriola, “la capacitación de la gente; hacerles ver que la soberanía alimentaria es un derecho que se tiene que exigir, no algo que vaya a caer del cielo”. Y está, por supuesto, la solidaridad: “Manos Unidas está financiando gran parte del trabajo que hacemos –con unos 80.000 euros anuales–, así como financia otro proyecto en la misma región. Además, su responsable en el país ha logrado que ambos proyectos trabajemos en común. No se nos impone nada, sino que se fortalece lo que estamos haciendo”.

En África hace falta de todo

Cuando la Hna. Victoria Braquehais, misionera española en la República Democrática del Congo, encuentra una semilla de mandarina, la guarda como una joya. En África, y muy concretamente en ese país tan asolado por la guerra, hace falta de todo: semillas, agua, tierras, las mismas de las que las multinacionales de la minería se hacen por una ganga, tras engañar a los pobres, a los analfabetos…

En Guatemala, Manos Unidas colabora con una organización del país en la creación de huertos familiares, parcelas comunitarias, un banco de semillas y la excavación de pozos

La religiosa de la Congregación Pureza de María vive y trabaja en el pueblo de Kanzenze, al sur del país. Ha podido atestiguar la huella fatal del hambre y la malaria, la deserción de los chicos del aula para irse a trabajar a las minas, los peligros a los que se exponen las mujeres y niñas que cada día, a la mañana y a la tarde, tienen que recorrer largas distancias en busca de agua, y muchas veces un agua contaminada…

En este momento, la Hna. Victoria dirige una escuela secundaria mixta, con 341 alumnos. Pero como cada año quedan fuera unos 200 chicos por falta de capacidad, Manos Unidas está ayudando a desmontar ese obstáculo, con el aporte de casi 150.000 euros para la construcción de un nuevo edificio. Y no es el único proyecto: también se trabaja en la restauración de la sala de pediatría y en el equipamiento de un hospital rural, así como en la mejora de las infraestructuras de un colegio para chicas.

En un ambiente tan difícil, más que el desánimo, se despliega la creatividad, y la religiosa pone como ejemplo el crowfunding diseñado para acopiar el dinero necesario para una red de pozos artesanales. Cada uno cuesta 200 euros, y gracias al empleo de las tecnologías digitales, y de su propio blog, se ha podido acopiar lo necesario para tener, ya hoy, 19 fuentes de agua.

Al final, allá, tan lejos de nuestras comodidades, quedan escuelas, hospitales, agua limpia, pequeñas cosas a las que podemos contribuir también desde la distancia. Y todo en beneficio de personas, niños y niñas similares a los nuestros, cuya única diferencia es haber nacido en un punto geográfico donde el bienestar humano no es una prioridad.

 

2,8 millones de beneficiarios en 2015

Al presentar la campaña “Plántale cara al hambre: siembra”, la presidenta de Manos Unidas, Soledad Suárez, ha anunciado que en el trienio 2016-2018 la organización propondrá sembrar recursos: tierra, agua y semillas, y trabajará en la capacitación de los pequeños agricultores, en la reducción del empleo de energías contaminantes y en la exigencia, a los responsables políticos, de que cooperen efectivamente para hacer del derecho a la alimentación una objetivo esencial.

Por lo logrado hasta ahora allí donde Manos Unidas presta su colaboración, Suárez ha agradecido el apoyo de sus casi 79.000 socios y colaboradores, incluidas instituciones públicas y privadas. Entre todos han hecho posible que los ingresos de la organización crecieran un 4,7% durante 2015, hasta los 45,1 millones de euros, recursos con los que se pudieron aprobar 600 proyectos de desarrollo que beneficiaron a unas 2,8 millones de personas.

 

 

 

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