«Bancos de tiempo»: intercambio de servicios como moneda

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Roma. El tiempo como moneda de intercambio: esa es la idea de los ciento cincuenta «bancos de tiempo» que se han desarrollado en Italia durante los últimos cinco años. Aunque la idea no es original, pues algunos la conectan con las sociedades de ayuda mutua de origen centroeuropeo, la iniciativa ha encontrado un terreno fértil en Italia.

Para abrir una «cuenta corriente» en un banco de tiempo es preciso indicar, junto a los datos personales, las actividades que se desean ofrecer y las que se desean recibir, y el horario disponible. El intercambio se realiza de modo indirecto: yo ofrezco mi tiempo a una persona o grupo de personas, y recibo el beneficio -la actividad en la que estoy interesado- de una tercera persona. La labor del banco consiste en coordinar la oferta y la demanda.

Para sorpresa de los promotores, al menos por lo que se refiere a los 16 bancos de tiempo que ya funcionan en Roma, los servicios más solicitados no corresponden a necesidades básicas, como el trabajo doméstico o cuidar niños, sino que son de carácter más sofisticado: enseñanza de idiomas, introducción al uso del ordenador, música, jardinería, guía en visitas culturales, asesoramiento legal, etc.

El perfil del cuentacorrentista muestra que se trata de una persona culta (el 80% poseen un diploma superior), que las mujeres predominan sobre los varones (en una proporción de 70 a 30) y que la edad media es inferior a los 50 años. También es interesante señalar también que sólo un 40% de los socios tiene una ocupación estable remunerada.

Otro rasgo de los «bancos de tiempo» es su carácter casi familiar. Por lo general surgen en el ámbito de asociaciones (católicas, de voluntariado, sindicales, etc.), por lo que se adaptan bien a las características de la comunidad de referencia. De ahí que, según estudios sociológicos, cuando un banco de tiempo alcanza un número elevado de socios surja la necesidad de dividirlo.

Diego Contreras

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