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Cada vez tenemos menos amigos cercanos

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Además de las consecuencias estrictamente médicas, la pandemia ha traído un problema de relaciones personales. Los confinamientos y las posteriores restricciones a la interacción social han dificultado el trato con los amigos. Pero lo cierto es que llueve sobre mojado: según varios informes, el número y la calidad de las amistades se han reducido en las últimas décadas, especialmente entre los jóvenes y los hombres.

El Survey Center on American Life, una iniciativa del American Enterprise Institute, ha publicado distintos estudios sobre la amistad en Estados Unidos. El más reciente, dirigido por el investigador Daniel Cox, tiene el interés especial de mostrar cómo ha afectado la pandemia a este ámbito.

Como podría adivinarse, son muchas las personas que dicen haber perdido el contacto con algunos amigos durante los pasados doce meses: algo más del 60%. El porcentaje es mayor que la media entre los varones y los jóvenes.

Algo similar ha ocurrido en otros países. En Reino Unido, una encuesta realizada por el gobierno señala que casi seis de cada diez personas dicen sentirse más alejadas de sus amigos que antes de la pandemia.

Padres o pareja como primer recurso

Según el informe estadounidense, los amigos son cada vez con menor frecuencia las personas a las que acudir en primer lugar ante algún problema personal: en 1990 decía que actuaría así el 26% de los encuestados; ahora, solo el 16%.

El porcentaje de jóvenes que acudirían a un amigo como primer recurso ante un problema personal se ha reducido a la mitad

Los jóvenes lo harían en una proporción mayor, pero la diferencia con el resto de la población ha disminuido drásticamente en apenas dos décadas, y especialmente entre los varones: del 45% al 22%. En cambio, el porcentaje de los que acudirían en primer lugar a sus padres se ha doblado, superando al de los amigos. De hecho, antes que estos, también prefieren ahora a la pareja. Entre las mujeres menores de 30 años, las amistades tampoco son ya las primeras a quienes confiar un problema, sino la pareja. Eso sí, un mayor número de ellas se decantarían por los amigos antes que por los padres como primer recurso.

Las mujeres encuentran un apoyo emocional en la amistad con más frecuencia que los hombres. Por ejemplo, mientras casi la mitad de ellas dice haber mantenido en la semana previa “una conversación privada en la que he compartido sentimientos personales”, la proporción entre los hombres es prácticamente la mitad.

Los hombres son también quienes más han visto reducido el número de amigos cercanos. El porcentaje de los que dicen tener uno como máximo ha pasado del 6% en 1990 al 21% en 2020, y en cambio, el de los que señalan que tienen cinco o más se ha reducido a la mitad: del 55% al 27%. Entre las mujeres se aprecian las mismas tendencias, pero los cambios no han sido tan drásticos.

Por otro lado, quienes tienen menos amigos también son los que menos dicen verse con sus amistades. En general, la satisfacción con el número de amigos es mayor cuantos más se tiene. No obstante, llama la atención que un tercio de los que dicen tener como mucho un amigo cercano se muestran muy satisfechos.

La figura del mejor amigo o amiga sigue estando presente en la mayoría de los casos, pero en menor proporción que antes. También son menos los que conservan amigos de la infancia.

Amistades y “conexiones”

Aunque el número de amistades no puede deducirse por el número de “conexiones” a distancia (redes sociales, llamadas telefónicas), algunos estudios llaman la atención sobre el diferente comportamiento de hombres y mujeres adultos en este aspecto. Por ejemplo, uno que analizó las imágenes colgadas en redes sociales por personas de los cinco continentes constató que ellos tienen más tendencia a subir fotos en las que aparecen junto con un grupo numeroso de amistades, casi siempre hombres, mientras que en las de las mujeres es más frecuente encontrar a la protagonista junto a una sola amiga.

Y no es que las mujeres tengan menos amistades. De hecho, según otra investigación con datos de Europa, aunque los hombres tienen más amigos en la juventud, a partir de los 40 años las mujeres les aventajan porque la pérdida de amigos –que suele comenzar a los 25 años– es más intensa entre aquellos. Los autores creen que, en parte, esto puede deberse a que las mujeres suelen incorporar con más frecuencia a la familia extendida a su grupo de amigos cercanos una vez se casan.

Matrimonio, religiosidad y arraigo

En cualquier caso, la mayor dificultad para mantener un grupo nutrido de amistades cercanas parece un signo de los tiempos. Una causa puede ser el acelerado ritmo de la vida moderna. También puede influir la sustitución de las amistades “físicas” por las conexiones virtuales. Algunas investigaciones relacionan, por ejemplo, el uso intensivo de Facebook con una mayor sensación de soledad, aunque no está claro si es este comportamiento lo que daña las relaciones personales o es que las personas más solitarias tienden a utilizar más las redes sociales.

El matrimonio, la práctica religiosa y el arraigo comunitario están relacionados con una menor sensación de soledad

Otras explicaciones, sin embargo, se decantan por factores offline. Un estudio realizado por el propio Cox, junto con otros dos investigadores del AEI, señala una relación inversa entre la sensación de soledad, de un lado, y el matrimonio, la práctica religiosa o la permanencia en un mismo lugar, de otro.

Las personas casadas, por lo general, se sienten menos solas que la media, incluso después de descontar el efecto del nivel socioeconómico, que es de por sí un factor relacionado con la soledad. Al otro lado de la ecuación están los divorciados, los solteros que nunca se han casado –especialmente los hombres– e incluso los que cohabitan con su pareja. También las personas con una vida religiosa más intensa se consideran menos solos que los que no practican nunca o solo esporádicamente.

 

Amistades virtuales y polarización

Comentando el estudio estadounidense, Damon Linker señala en The Week que el descenso en el número de amigos en este país “proporciona una potente (aunque probablemente solo parcial) explicación sociológica de por qué nuestra política se ha polarizado mucho más en las últimas décadas”.

Según Linker, la interacción física durante la conversación presencial limita y modera la tendencia general de nuestras mentes a “dejar correr” las ideas, teorías y prejuicios que elabora nuestra imaginación, y que con demasiada frecuencia nos llevan a confirmar acríticamente nuestros puntos de vista, o incluso a absolutizarlos. La polarización encuentra un terreno fértil, en cambio, en las redes sociales, pues falta el freno del “cara a cara”. Citando a Hanna Arendt, el autor recuerda que los regímenes totalitarios europeos fueron facilitados por “el hecho de que la soledad se había convertido en una experiencia diaria”.

Linker no ve ahora el peligro de un golpe autoritario, porque falta esa fuerza unificadora que surgió en la Italia fascista o la Alemania nazi; pero sí considera que en cualquier caso la progresiva sustitución de los amigos “reales” por los followers digitales es una mala noticia para la democracia.

No obstante, no siempre tiene por qué tratarse de una sustitución en sentido estricto. Una encuesta reciente realizada a 300 jóvenes estadounidenses señala que en esta franja de edad algunas aplicaciones de citas también han sido utilizadas durante la pandemia para buscar –y encontrar– nuevos amigos , y que, ahora que han cesado las restricciones a la movilidad, algunas de esas conexiones digitales se han transformado en amistades reales.

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