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Cómo mejorar el trabajo de voluntariado

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El fenómeno de la solidaridad crece de un modo imparable. En España, cerca de 350.000 personas participan en programas de voluntariado y casi el doble ofrece su ayuda económica, a través de cuotas, a las principales ONGs (ver suplemento 1/96). La extensión del movimiento voluntario y la experiencia recogida a lo largo de los últimos años ofrecen ya algunas pautas para aumentar el rendimiento del trabajo que tantas personas prestan de modo desinteresado.

Las III Jornadas de Solidaridad, celebradas recientemente en Torreciudad (Huesca), han puesto de manifiesto algunos retos a los que se enfrentan los voluntarios. Tanto los expertos convocados -profesores universitarios, dirigentes de ONGs, juristas y gestores de fundaciones…- como los 250 voluntarios participantes han coincidido en la necesidad de profesionalizar la formación de los voluntarios, sobre todo en los aspectos relativos al trabajo en equipo. En opinión de María Salud Arráez, filósofa y asesora de la Fundación Dasyc, «es imprescindible delimitar las funciones del voluntario, para no entrar en concurrencia con los profesionales y facilitar una relación fluida; este aspecto, que a veces se descuida o se olvida, además de rentabilizar el trabajo favorece las relaciones humanas».

También requiere profesionalización la gestión de los recursos económicos de las ONGs, ya sean cuotas, subvenciones o aportaciones particulares. En este caso, algunas entidades relacionadas directamente con instituciones financieras, como la Fundación Bancaja de Valencia, han sido pioneras en ofrecer a los voluntarios programas específicos para la gestión y organización de los recursos.

En la búsqueda del éxito de los proyectos, las propuestas de los expertos en solidaridad son múltiples. Los más teóricos plantean un diseño-marco para las actuaciones. Así, la Fundación Estema defiende la existencia de cuatro etapas sucesivas en todo proyecto: una primera, de carácter conceptual, para definir los requisitos, el coste, los riesgos y las necesidades; en la segunda se organizaría el equipo humano y material; después se pondría en práctica el proyecto; y, por último, se elaboraría un informe sobre el grado de cumplimiento de los objetivos. Con este esquema -asegura la Fundación Estema-, los dirigentes de las ONGs «saben en cada momento cómo se está trabajando, conocen si hay problemas o dificultades, y pueden remediarlas».

Los más prácticos cifran la eficacia en otros criterios, como el grado de participación de la población autóctona. Para Felipe Gómez Isa, profesor de Derecho Internacional Público de la Universidad de Deusto, «si se elaboran proyectos en abstracto, sin contar con las creencias, tradiciones, posibilidades y medios de cada población, la contribución al desarrollo será mínima». También considera decisivo contar con la mujer como factor impulsor del desarrollo, sobre todo cuando los proyectos de solidaridad se realizan en países del Tercer Mundo.

Los voluntarios que han participado en las III Jornadas de Solidaridad expusieron su propia experiencia de las tareas sociales y plasmaron sus conclusiones en una Carta del Voluntariado, que recoge diez requisitos del trabajo voluntario.

Entre otros aspectos, los jóvenes inciden en la tolerancia, el respeto a la intimidad de las personas con las que se trabaja, el saber motivar a los beneficiarios de las actuaciones, la creatividad, el estímulo para la formación permanente y la continuidad.

M. Angeles Burguera

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