El 13 de febrero de 1933, con Hitler recién llegado a la cancillería alemana, Thomas Mann pronunció en Ámsterdam una conferencia en la que caracterizó a Wagner como un verdadero progresista. Sus palabras le acarrearon las invectivas de los nazis, que querían convertir al músico en uno de sus símbolos, y acabaron forzando el exilio del escritor. Que el autor de El anillo del nibelungo fuera reivindicado paralelamente por Mann y por Hitler manifiesta lo ambiguo de un legado que
Suscripción
Contenido Oculto
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
AccederSuscripción