Vida y época de Michael K

TÍTULO ORIGINALLife & Times of Michael K

GÉNERO

Mondadori. Barcelona (2006). 187 págs. 16 €. Traducción: Concha Manella.

Sudáfrica está en guerra. Michael K deja Ciudad del Cabo para llevar a su madre a la granja donde ella nació. Un largo primer capítulo (dos tercios de la novela) narra el viaje hasta un centro de reeducación donde es encerrado en su consideración de rebelde. En medio están la muerte de su madre, la estancia en la granja, los días en un campamento de civiles y otra breve vuelta a la granja.

La primera página de la novela cuenta el nacimiento de K, y en la segunda, y por todo el libro, ya le tenemos con 32 años. Una mente débil, una visible deformación física y una infancia sin padre y desdichada, han hecho de él una persona no preparada para habitar un mundo en guerra. Todos los intentos del Estado de sumarlo al aparato (alistarlo, mantenerlo, encerrarlo, curarlo o educarlo) resultarán inútiles. Es un hombre solo en un estado de inocencia donde los demás sólo consiguen ver imbecilidad. Todo el capítulo es el paseo por un entramado de violencia, soledad, hambre, burocracia e indiferencia; apenas algún destello de solidaridad desentona en un entorno de humillaciones y opresión. Todo narrado con la fría y precisa prosa de frases cortas de Coetzee, que da voz a un narrador escueto pero intenso que radia lo que ve, y que tiene también acceso a los pensamientos del protagonista (las pocas veces en que él mismo consigue articularlos claramente). El tono de denuncia moral, inquietante y áspero, es el característico del Nobel sudafricano.

Pese a las pocas páginas, el ritmo de la novela se resiente pronto por falta de novedades sustanciales, y no remonta el vuelo hasta el segundo capítulo. Ahora narra el médico que atiende a K en el centro de reeducación. Este se niega a comer y el interés humanitario por sacarlo adelante revela, a través del esfuerzo de comprensión que hace el narrador, la verdadera naturaleza de la actitud de K. Sin duda la parte mejor de la novela. El tercer capítulo es un remate tan narrativamente breve como opaco.

Coetzee huye de una caricatura de buenos y malos químicamente puros, y ensaya una vez más una llamada a la vida digna. Algunos apoyos son más que endebles: toques sentimentales (K de un lado a otro con las cenizas de su madre), tópicos gastados (arcádica visión del campo, esotérica relación hombre-tierra) o recursos arriesgados (como haber recurrido a un personaje intelectualmente mermado). La historia de K es menos dura y amarga que otras que ha escrito Coetzee, pero hay que leerla, como todos sus libros, con cualquier antídoto de optimismo que se tenga a mano.

Javier Cercas Rueda

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