Marcos Ordóñez (1957) es novelista y periodista en El País. Dirige dos blogs: sobre teatro y sobre literatura. Es profesor universitario de narrativa audiovisual y de teatro. Un jardín abandonado por los pájaros está a medio camino entre una autobiografía y una novela de memorias. Ordóñez recuerda con ternura y sentido del humor su infancia en Barcelona. Su escritura es deliberadamente literaria con un léxico cuidado y un tono sosegado que tiene por tema asuntos cotidianos, irrelevantes, pero que son la sustancia de unas vidas, de su propia familia, aunque novelada. El autor usa la primera persona y habla de sí mismo y de dos generaciones anteriores; aporta datos precisos y soslaya otros. Su infancia fue un gineceo y se nos oculta la figura del padre, que toma forma en la segunda parte de la novela.
Sus recuerdos son de una clase media optimista en una España de los 50. Se recorren con el leitmotiv de la lengua catalana y sus refranes, poemas o canciones. Al igual que describe los domingos en la piscina pública y las comidas familiares, hace una historia del cine de Hollywood, recién llegado para deslumbrar a una España algo retrasada en lo económico y lo cultural. Y hace otra personal historia de la música, y de la zarzuela y de los cómics.
Ordóñez recrea una época y una clase social que se entretenía con la cultura disponible, con los bares y diversiones poco o nada sofisticadas. Él mismo se retrata un tanto lelo de niño, cuando prefiere el envoltorio de poliestireno –material desconocido que le cautiva con la forma que adopta– de su juguete nuevo al propio juguete. Y su iniciación de lector y de escritor se trata con sencillez, sin alardes, cosa poco frecuente en muchos novelistas.
Ordóñez retrata el alma de las personas y el espíritu de la época, dibuja atmósferas y crea una estirpe familiar de variados orígenes y caracteres. En su novela están equilibrados personajes y ambientes, sucesos políticos y familiares, desgracias y alegrías: parece que no se deja nada en una novela sosegada y deliciosa, con el ritmo justo y el tono preciso de unas memorias alegres y algo nostálgicas.