Teatro completo

Cátedra. Madrid (2006). 1.808 págs. 37,50 €. Edición de Miguel Sáenz.

GÉNERO

Bertolt Brecht es una de las figuras principales de la dramaturgia del siglo XX. Fue un hombre de contradictoria personalidad en una época de convulsiones ideológicas y políticas que le cogieron siempre en el ojo del huracán. Alemán de nacimiento y con una visión marxista de la existencia, comenzó su carrera en la República de Weimar. Huyó de Alemania tras el ascenso de los nazis al poder, y pasó por Dinamarca, Estados Unidos -de donde también tuvo que huir tras ser puesto bajo la lupa del Comité de Actividades Anti-Americanas-, antes de llegar a Suiza. Finalmente pudo vivir en Alemania del Este, donde dirigió su propia compañía y administró el prestigio que le lograron las obras ya escritas.

Cátedra publica ahora una cuidada edición con el teatro completo del dramaturgo alemán, incluyendo una pieza breve firmada por un Brecht adolescente. No están ni sus textos inacabados ni las traducciones que llevó a cabo, pero el resultado es un tomo de casi dos mil páginas. Eso permite al lector la posibilidad de seguir el recorrido por la obra. Desde la sórdida y nihilista «Baal», hasta las más didácticas y las estilizadas, incluyendo sus trabajos más considerados («Vida de Galileo», «Madre Coraje y sus hijos», «La ópera de cuatro cuartos», «La buena persona de Sezuán», «El círculo de tiza caucasiano»).

El teatro brechtiano está creado para un público intelectual; no escribe historias entretenidas que impliquen al espectador, ni era su intención. De hecho, busca el distanciamiento o alienación del espectador -e incluso del actor- con respecto al personaje. Es, por ello, un teatro de difícil acceso, que es necesario poner en su contexto literario e histórico. La mirada de Brecht es dura, profundamente pesimista -eso le llevó a tener problemas con el pretendido socialismo real feliz-, descreída, fría, como participando del distanciamiento que predica para el espectador. Además, concibe el teatro como un instrumento para transformar el mundo, lo que imprime un marcado carácter didáctico a sus obras: algo que puede resultar molesto para el aficionado a un teatro menos militante.

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