Shalimar el payaso

TÍTULO ORIGINALShalimar the Clown

GÉNERO

Mondadori. Barcelona (2005). 454 págs. 22 €. Traducción: Miguel Sáenz.

La última novela de Salman Rushdie (Bombay, 1947) es un ambicioso cóctel de crónica histórica, diatriba política y relato sentimental. Shalimar el payaso cuenta la historia del asesinato de Max Ophuls -ex embajador estadounidense en la India, héroe de la resistencia francesa y hombre de enorme atractivo personal- a manos de su chófer musulmán, un oscuro personaje originario de Cachemira apodado Shalimar el payaso. A primera vista, el crimen parece ser de naturaleza política, pero pronto se descubre que entre sus motivaciones laten turbios resortes pasionales. La novela tiene una estructura circular, se mueve entre California, Cachemira, Francia e Inglaterra, y está dividida en cinco partes que llevan los títulos de los personajes que canalizan la acción en cada una de ellas.

Rushdie ha querido que ésta sea una novela de personajes y se esfuerza por investirlos de una psicología compleja, haciendo uso del estilo indirecto libre para dar voz, por ejemplo, a la agraviada conciencia patriótica de una nativa india o a las pulsiones privadas de un asesino yihadista, eludiendo fáciles simplificaciones que restarían humanidad a sus retratos.

Pero -y es la gran falla novelística del libro- cada párrafo transparenta el particular pensamiento del novelista más allá de lo razonable: los personajes destilan al cabo una psicología «intervenida». Podemos comprender a Rushdie -raíces indias, amenazado de muerte por blasfemia contra el islam-, pero como lectores lamentamos su incapacidad para la asepsia ideológica, tan necesaria en narrativa. El autor respira por la herida en cada página, y las hay que parecen puras columnas de denuncia política -de desquite personal-; pero una novela no es medio idóneo para un ajuste de cuentas.

Por el mismo motivo, sobran páginas: exhaustivas descripciones costumbristas de Cachemira, su sociedad y su religión (con ese empecinamiento cansino y esnob en los tecnicismos intraducibles, como «pandit», «waza», «sarpanch»…), crónicas políticas de la segunda mitad del siglo XX… La tensión decae inevitablemente y luego el autor quiere recuperarla sirviéndose de los recursos del «thriller» de acción hollywoodiense.

Cabe destacar la brillantez prosística de Rushdie, que escribe con garra y pasión. Lástima que desconozca los beneficios estéticos de la contención cuando incurre en pasajes de obscena obviedad sexual y escatológica. En resumen, esta obra trasluce a un escritor de categoría, pero que ha tropezado con el escollo del revanchismo.

Jorge Bustos Táuler

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