A sangre y fuego. El diluvio. Un héroe polaco

Ciudadela. Madrid (2007). 421 págs., 440 págs. y 304 págs. 23 €, 23 € y 21 €. Traducción: Pedro Pedraza.

GÉNERO

Magnífica reedición de una de las obras más populares del premio Nobel polaco Henryk Sienkiewicz (1846-1916). Extraordinaria fue la acogida dispensada en Polonia a esta epopeya compuesta en la década de los 80 del siglo XIX. Anterior a Quo Vadis (1896), esta trilogía de novelas históricas cuenta algunos episodios de la convulsa Polonia del siglo XVII.

La excelente introducción del profesor Marcin Kazmierczak, experto en literatura comparada, aporta claves de gran utilidad para el lector poco familiarizado con la historia de Polonia. El sucinto vistazo al periodo que siguió al llamado Siglo de Oro polaco (coincide con el español) nos cuenta cómo se rompe la calma relativa lograda por los monarcas jagellónicos, en gran medida, fruto de una política de tolerancia religiosa.

El siglo XVII polaco es un caos. El reino polaco-lituano tiene un millón de kilómetros cuadrados y 10 millones de habitantes concentrados en las ciudades del oeste (Cracovia, Varsovia, Vilna, Lwow). La parte oriental es una vastísima extensión de llanuras, tierra de frontera -que eso significa ucrania-. En el curso bajo de Dniéper se prodigan los asentamientos de los rebeldes cosacos que se resisten a la pretensión polaca de reducirlos a la servidumbre. Un atamán cosaco, Mielniski, consciente de la superioridad de los polacos, cifrada en su imponente caballería pesada, decide aliarse con los tártaros.

En este histórico escenario sitúa Sienkiewicz sus tres novelas. A sangre y fuego narra el sitio de Varsovia por el impresionante ejercito de Mielniski. En la segunda (y mejor), El diluvio, todo gira en torno a la defensa del monasterio de Jasna Gora en Czestochowa, sitiado por las tropas protestantes suecas. Por último, en Un héroe polaco, el oponente es el turco, que pretende apoderarse de la fortaleza de Kamienec, defendida por Juan Sobieski, futuro rey de Polonia y salvador de Viena.

Muy influido por Walter Scott (en especial por la excelente Quintin Durward), el escritor polaco da rienda suelta a un relato tumultuoso. Hay un desatado romanticismo que quiere ser reflejo de dos épocas, la del relato y la de la publicación de la novela. La calidad de la prosa de Sienkiewicz, el vigor de sus descripciones y la simpatía que despiertan sus héroes neutralizan los evidentes excesos.

Por las páginas de esta apasionante novela-río bajan las aguas revueltas de una Polonia caótica, entre el heroísmo y la estupidez, víctima de una nobleza capaz de hazañas cantables y de un egoísmo y una susceptibilidad verdaderamente grotescas.

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