Roma-soy-yo

Roma soy yo

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2022)

Nº PÁGINAS690 págs.

PRECIO PAPEL22,70 €

PRECIO DIGITAL11,99 €

GÉNERO

Para Roma, el siglo I a.C. fue una trepidante sucesión de conflictos y crisis: varias guerras civiles, una invasión bárbara (los cimbrios), una sublevación de los pueblos aliados (bellum sociale), otra de esclavos (Espartaco), tres guerras en el Ponto (Mitrídates IV), las conquistas de la Galia y de Siria, y la reconquista de dos provincias en rebeldía (Sertorio).

Sobre este cañamazo histórico se han bordado magníficas novelas: Los idus de marzo, de Thornton Wilder; Rubicón, de Tom Holland, y la trilogía Las mujeres de César, César y El caballo de César, de Colleen McCullough. También grandes ensayos y muy notables biografías, como las que escribieron Mary Renault, Jerôme Carcopino o Adrian Goldsworthy. Ahora prueba fortuna Santiago Posteguillo con la primera de las seis novelas que piensa dedicar a Cayo Julio César.

Roma soy yo se estructura sobre un juicio ante el Senado en el que un joven Julio César, con apenas 23 años, acusa de cuatro cargos (violación, apropiación, malversación y sacrilegio) al gobernador cesante de Macedonia, Cneo Cornelio Dolabela. Entre las fases del proceso (petitio, divinatio, etc.) se intercalan abundantes saltos al pasado que informan al lector del trasfondo familiar, contexto histórico y social, opciones políticas y educación del protagonista. De manera que hay dos tramas narrativas: la judicial y la biográfica.

Del juicio en sí se conoce poco: los participantes, el resultado y los abogados de las partes. Tal vacío informativo proporciona al autor la ocasión de inventar circunstancias y discursos que, puestos en boca de Julio César, hacen pensar más bien en Cicerón.

En una ficción histórica, como es el caso de este thriller forense, hay que combinar el rigor de los datos históricos con la habilidad en la caracterización de los personajes. No es tarea fácil, y la narración suele entrar en contradicción con los conocimientos que proporcionan las fuentes. Además, los novelistas tienden a un maniqueísmo psicológico a veces un tanto simple. En el caso de Roma soy yo, es sustancialmente cierto que los adversarios de Julio César fueron corruptos (Dolabela) o perversamente crueles (Lucio Cornelio Sila). Las escenas de la violación de la joven aristócrata macedonia o la orgía de sadismo en la que envejece Sila tal vez sean escenas “tácticas” para provocar la antipatía de lector, pero no contradicen la lógica de las biografías. Si no sucedieron tal como se cuentan, muy bien podrían haber sucedido.

Más discutible me parece que el autor presente a Julio César como a un héroe sin tacha. En cualquier caso, tarde o temprano Posteguillo tendrá que enfrentarse con el lado oscuro de un personaje al que en esta novela ha llenado de rasgos positivos.

Conviene advertir que en la novela hay algunos momentos fuertes y muchos pasajes llenos de violencia: quienes no soporten las escenas violentas en las luchas callejeras o en batallas, deberían renunciar a leer Roma soy yo, porque precisamente en esos pasajes están algunos de los párrafos más vibrantes.

El estilo es el propio de un best seller, y el lenguaje, sencillo, pero salpicado ocasionalmente de latinismos. Como otras novelas del autor, mantiene el interés hasta el final.

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